En este último mes hemos celebrado el bicentenario natal de dos grandes literatos: el 11 de noviembre de 1821 nacía, en Moscú, Фёдор Достое́вский (Fiódor Dostoyevski); y el 12 de diciembre de 1821 nacía, en Ruan, Gustave Flaubert.
1. Fiódor Dostoyevski (1821-1881)
La efeméride daría para miles de hilos larguísimos, pero solo me centraré en la paradójica visión que tenía de la ciencia este ingeniero de formación.
Su padre quería que él y su hermano hicieran una carrera lucrativa, pero Fiódor quería ser escritor. Terminó sus estudios en cinco años, fue destinado como ingeniero militar en Moscú y en 1844 renunció a su trabajo y se dedicó a la creación literaria.
Dostoyevski había estado cercano a los occidentalistas, que deseaban la entrada de Rusia en la modernidad y la industrialización. Pero después del cautiverio en Siberia se convierte en eslavófilo y defiende la tradición rusa. Se opone a lo que llama «civilización», que ve como un materialismo indeseable. Y el rechazo a la civilización occidental le lleva a criticar la ciencia y la tecnología.
En Братья Карамазовы (Los hermanos Karamázov, 1879-80), el monje Zósimo denuncia las condiciones de trabajo que impone la revolución industrial. Y se rebela contra el consumismo, que hace nacer en el hombre «multitud de deseos insensatos, de costumbres y de imaginaciones absurdas». En Идиот (El idiota, 1868-69), el demonio lo representan los ferrocarriles. Lebedev los critica y añade que «todo este talante de nuestros últimos siglos, todo en general y en conjunto, científica y prácticamente, es posible que efectivamente esté maldito».
Pero volvamos a Los hermanos Karamázov. Iván, uno de los hermanos, afirma que si Dios ha creado la Tierra lo ha hecho «según la geometría de Euclides, y no ha dado al espíritu del hombre más que la noción de tres dimensiones del espacio». Critica a los «geómetras y filósofos» que lo ponen en duda y «hasta se atreven a suponer que dos paralelas, que según las leyes de Euclides no se pueden encontrar nunca encima de esta tierra, podrían encontrarse en alguna parte, en el infinito». Él nunca lo admitirá.
Otro hermano, Dimitri, la emprende con Claude Bernard, el creador de la medicina experimental, y su nombre llega a ser un insulto. Se queja de su abogado: «Es un canalla de los finos, de la capital; ¡un Claude Bernard!». Dimitri critica la visión mecanicista del organismo humano y de la percepción: «he aquí cómo se efectúa la percepción, el pensamiento viene después... porque tengo fibras, y no porque tenga un alma creada a imagen de Dios; ¡qué tontería!». Y añade que Dios «le da lástima» porque parece que quien manda es «la química, hermano mío, la química. No hay nada que hacer, reverendos padres; ¡apartaos, que pasa la química!».
También es cáustico con la medicina de la época, porque en la conversación de Iván con el diablo, este dice que los médicos saben diagnosticar la enfermedad, pero no curarla. Y que no hay médicos como los de antaño, que trataban todas las enfermedades, sino especialistas. Ironiza sobre la superespecialización: si estás enfermo de la nariz, te envían a un médico de París que solo te cura la fosa derecha, porque la izquierda no entra en su especialidad.
En la primera parte de Записки из подполья (Memorias del subsuelo, 1864), el narrador se resigna: «Cuando, por ejemplo, te demuestran que vienes del mono, debes aceptarlo y dejar de enfurecerte», porque no tienes nada que hacer puesto que «dos por dos... es matemático. Intenten contradecirlo». Pero añade que no le gustan las leyes de la naturaleza: «ni estas leyes, ni el dos por dos son cuatro». Se avanza a los algoritmos que toman decisiones: cuando se hayan descubierto las leyes que guían el comportamiento, los actos «se codificarán conforme a estas leyes, es decir, conforme a las matemáticas, al estilo de las tablas de logaritmos hasta el 108 000».
Este pequeño homenaje a Dostoyevski quiere mostrar cómo ciencia y literatura se comportan a menudo como paralelas en un espacio no euclídeo y acaban encontrándose, aunque Dimitri no lo admitiría nunca.
Xavier Duran
Hilo en Twitter del químico y periodista científico Xavier Duran (@xduran_e), autor de La ciencia en la literatura
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