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viernes, 28 de agosto de 2020

VIII Curso de Traducción Médica de la UIMP

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Vie, 28/08/2020 - 08:35
Firma invitada
VIII Curso de Traducción Médica UIMP Santander
Caballerizas Reales de la Magdalena, sede del VIII Curso de Traducción Médica UIMP Santander.

Todos los cursos de verano en Santander tienen un punto de incertidumbre por el impredecible clima de la cornisa cantábrica. Y es cierto que las condiciones meteorológicas pueden condicionarnos a los estudiantes en determinados momentos, pero probablemente nada comparable con la situación anómala que nos ha tocado vivir este año por la pandemia del coronavirus.

Tras unos cuantos meses confinados (por suerte, los que somos traductores autónomos ya estamos relativamente acostumbrados a pasar mucho tiempo sin salir de casa) y todas las dudas y miedos que el SARS-CoV-2 ha introducido en nuestras vidas, los participantes en el VIII Curso de Traducción Médica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) al menos teníamos una luz en el horizonte de la nueva normalidad: esa semana de clases y talleres impartidos por excepcionales profesores en un marco de una belleza tan incomparable como es la capital cántabra.

No negaré que algunos de nosotros mostramos cierta inseguridad en las semanas previas. Los rebrotes aumentaban a pasos agigantados a lo largo y ancho del país, las normas cambiaban prácticamente de un día para otro y a todos nos acechaba el desánimo en los momentos malos. Por suerte, la voluntad de Fernando Navarro, impulsor del curso, permaneció inquebrantable y consiguió algo que hace unos meses parecía impensable: que se impartiera un curso presencial. Los profesores mantuvieron su buena disposición y entre los alumnos apenas hubo una baja de última hora que, eso sí, se cubrió milagrosamente en cuestión de minutos, una vez más, gracias al buen hacer y a la implicación de Fernando Navarro y de todo el equipo detrás del curso.

Así pues, el domingo comenzamos a llegar al alojamiento que se nos había asignado: las caballerizas del Palacio de la Magdalena. No solo conseguíamos materializar un sueño, sino que lo hacíamos en un paraje emblemático y rodeados de una belleza abrumadora. Además, ese día la perenne amenaza de lluvia santanderina nos concedió una tregua y un cálido sol fue el que nos dio la bienvenida.

Maleta en mano y mascarilla en boca, fuimos ocupando nuestras habitaciones (que los días siguientes serían testigo de nuestra ebullición mental al terminar cada jornada del curso) y esa misma noche nos juntamos unos cuantos para cenar. Desde el primer momento, quedó claro que esa promoción no sería convencional. Teníamos personalidades, formaciones, procedencias y edades muy diferentes, pero también algo muy potente que nos unía. Del mismo modo, la naturalidad con que los profesores se integraron en el grupo se alejaba mucho del término convencional y hacía presagiar un curso excepcional en todos los sentidos.

Por todo ello, el madrugón del lunes fue mucho más llevadero. Tras un abundante desayuno, asistimos a la primera sesión del curso de la mano (no literalmente, y menos en los tiempos que corren) de Fernando Navarro. Con su eterna sonrisa, que brilla un poquito más cuando habla de sus cursos de verano, nos leyó en alto algunos de los correos que le habían mandado los participantes de ediciones pasadas y nos recalcó lo insólito no solo del curso en sí, sino del propio hecho de que hubiera salido adelante. También nos recibió Pilar García Mouton, vicerrectora de Enseñanzas del Español y otras Lenguas de la UIMP, quien no podía estar más contenta de inaugurar el curso ante los 19 intrépidos que también habíamos hecho todo lo posible por participar en él. De su boca, convenientemente cubierta por la mascarilla, solo salieron buenas palabras, en las que nos agradecía nuestra presencia, ensalzaba la obra de Fernando Navarro y auguraba un curso de lo más exitoso.

Por supuesto, una parte fundamental de ese éxito recayó en los profesores, todos ellos extraordinarios. El primer taller lo tuvimos con Anna Romero, bióloga catalana especializada en traducción veterinaria desde hace 13 años. Licenciada en biología, trabajó durante un tiempo en una agencia dedicada en exclusiva a la traducción veterinaria y actualmente traduce como autónoma desde su casa en un pequeño pueblo de la costa catalana. Allí, ha cambiado la compañía de los demás trabajadores de la agencia por la de su marido y sus dos hijas —dos encantadoras gemelas a las que también tuvimos el gusto de conocer— y ha seguido ampliando sus conocimientos de veterinaria. A pesar de que muchos de nosotros pertenecemos al mundo de las ciencias de la salud (o, al menos, nos sentimos parte de él), también éramos muchos los que apenas si teníamos algunas vagas nociones sobre el tema. Anna Romero, desde el primer momento, se encargó de revertir la situación y, gracias a su pasión por su trabajo, su hablar pausado y su facilidad para comunicar, consiguió que todos nos sintiéramos entusiasmados con ese campo tan desconocido. En sus clases, nos mostró todo tipo de recursos útiles, nos contó algunas de sus anécdotas y nos animó a traducir algunos de los textos que había traído de ejemplo. Todos ellos eran diversos, para mostrarnos el máximo de ramas posible, y consiguió que un folleto sobre un antiparasitario o la presentación de una vacuna para lechones resultaran sencillamente fascinantes.

El segundo taller lo impartió Héctor Quiñones. Con una trayectoria vital algo atípica, su formación le llevó a licenciarse como ingeniero agrónomo y las vueltas que da la vida hicieron que encontrara estabilidad en un mundo a veces tan volátil como es el de la traducción. Sus más de veinte años de experiencia como traductor para organismos internacionales le avalan para hacerse cargo de los talleres de traducción de textos científicos institucionales y con su natural carisma consiguió transmitirnos todos los entresijos de un mundo tal vez un poco desconocido para algunos de nosotros. Por ejemplo, en el primer taller se aseguró de que todos supiéramos un poquito mejor cómo funcionan estas organizaciones y en los siguientes nos habló de los diferentes temas a los que se había tenido que enfrentar, nos enseñó a utilizar motores de búsqueda (una herramienta con la que los traductores nos podemos ahorrar mucho tiempo) y compartió con nosotros algunas curiosidades terminológicas. ¿Vosotros sabíais que fish puede hacer referencia a todo tipo de animales acuáticos, y no solo a peces?

La tercera profesora fue Agnieszka Grabarczyk. Su nombre puede parecer impronunciable e incluso un poco hostil para cualquiera que, como yo, no tenga más que mínimas nociones de polaco, pero detrás de esas zetas imposibles y esas inverosímiles combinaciones de consonantes se esconde una mujer encantadora y con una personalidad arrolladora. Compartió con nosotros su experiencia como intérprete de español<>polaco y nos mostró una serie de ejercicios con los que podremos adentrarnos en el mundo de la interpretación médica. Comenzamos con algunos aparentemente sencillos, como repetir una serie de términos en inglés relacionados con el coronavirus, y fuimos aumentando la dificultad hasta llegar a interpretar una conferencia de la OMS. También nos hizo reflexionar sobre el papel de mediador que desempeñan los intérpretes en el contexto médico y nos propuso unos juegos de roles, en los que algunos de los alumnos nos pusimos en la piel de un veterinario, un cliente preocupado por su perro, un posible enfermo de covid-19 o un profesional sanitario que le da las pautas necesarias para su situación…, todos ellos acompañados del correspondiente intérprete. El balance no pudo ser mejor: a pesar de que la interpretación es una de las ramas más extenuantes del campo de la traducción, fuimos muchos los estudiantes que salimos eufóricos de sus clases e incluso hubo quien afirmó que había descubierto una nueva vocación profesional.

Por último, ¿qué decir de Fernando Navarro que no se haya dicho ya? En uno de mis primeros párrafos hablé de su «voluntad inquebrantable», pero me doy cuenta de que ese calificativo no le hace justicia. ¿Cómo referirse a alguien que pone tanto esfuerzo de su parte para sacar adelante un curso del que tanto nos beneficiamos unos pocos? Su implicación y su compromiso con los cursos de verano son encomiables y apenas si puedo llegar a intuir lo afortunados que hemos sido los alumnos que hemos disfrutado de ellos. Además, su papel no fue de mero organizador: a su cargo estuvieron tres de los talleres del curso: dos sobre el coronavirus y las curiosidades lingüísticas que esconde (en uno de ellos, por ejemplo, nos mostró algunas historietas gráficas que se crearon para ilustrar —y nunca mejor dicho— la situación que había acarreado la pandemia) y el tercero fue sobre términos polisémicos en inglés que pueden plantear problemas de traducción. Podríamos añadir un cuarto, tal vez menos científico pero igual de enriquecedor: una breve charla en la que nos confesó hasta qué punto está vinculado con la ciudad de Santander y los cursos de verano de la UIMP y en la que nos presentó, por desgracia solo en fotos, a los miembros de su familia.

Además, no todo fueron talleres. También disfrutamos de algunas «actividades extraescolares», como un paseo hasta el faro de Cabo Mayor, una charla sobre literatura en la que tuvimos acceso a cabinas profesionales de interpretación y una deliciosa cena a orillas del mar en una terraza que cumplía el doble propósito de estar cerca de nuestro alojamiento y respetar todas las medidas de seguridad. Podríamos incluir los descansos entre talleres, en los que cargábamos las pilas a base de café, cortesía de Cosnautas y acompañado del manjar que ese día hubieran aportado los profesores o los propios alumnos. Tampoco podía faltar una foto de grupo, en la que quedó claro que este curso no había sido normal… Basta con vernos a todos con la cara cubierta por la mascarilla que, eso sí, no conseguía ocultar las sonrisas que inundaban nuestros rostros.

Imagen eliminada.

Por último, no íbamos a permitir que el curso terminara con un taller, ni siquiera con uno impartido por Fernando Navarro. Dedicamos los últimos minutos a la entrega de diplomas, a darles a los profesores un pequeño detalle de parte de los alumnos y a despedirnos como merecía la ocasión. Las mascarillas tampoco consiguieron tapar las lágrimas que más de uno no pudo contener, ni los halagos que nos dedicamos como despedida, ni mucho menos las promesas de volver a vernos.

Y es que, a pesar de la incertidumbre de los últimos meses, haber disfrutado de unos días así es una experiencia increíblemente positiva que ninguno de nosotros olvidará. ¿Qué más podría decir de lo que han supuesto para nosotros estos últimos días? Después de unos meses plagados de angustia e incertidumbre, de habernos despedido de la «vieja normalidad» y, en los peores casos, incluso de algún ser querido, la perspectiva de este curso ha sido durante mucho tiempo un faro en el horizonte y su realización ha supuesto una experiencia increíblemente positiva que ha llegado en un momento en que no esperábamos que fuera posible.

El propio Fernando nos contó en su presentación que su objetivo era que todos nos fuéramos habiendo aprendido algo. Sin duda, no solo lo ha conseguido, sino que ese ALGO (en mayúsculas por su magnitud) es de un valor incalculable.

Así pues, creo que lo mejor que puedo decir para finalizar este pequeño resumen es GRACIAS (por supuesto, también en mayúsculas) a todos los que lo han hecho posible.

Francisco Bautista Becerro
graduado en Farmacia y en Traducción e Interpretación por la USAL,
beneficiario de una beca MEDES para asistir al curso

Del 17 al 21 de agosto se celebró en Santander el VIII Curso de Traducción Médica de la UIMP, con el patrocinio de la Fundación Lilly. Off Francisco Bautista Becerro Off

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