Hace algunos años que, de manera más o menos recurrente, se habla de la jubilación de los médicos de la generación baby boom (nacidos entre 1957 y 1977). Según los estudios de demografía médica de las organizaciones colegiales, más del 40% de los facultativos que actualmente prestan servicios en el Sistema Nacional de Salud (SNS), alrededor de 70.000 profesionales, se jubilará antes del año 2035.
Por tanto, la edad media de los médicos en activo supera los 50 años. Esto no sería un problema de relevancia si contásemos con la certeza de que las diferentes administraciones sanitarias son conscientes de la situación y están planificando, en consecuencia, el relevo generacional de los galenos. Pero, por desgracia, sabemos que no es así y, ni las plazas MIR son suficientes, ni las ofertas de empleo público alcanzan para cubrir la necesidad cada vez mayor de profesionales.
Y hay algo aún más grave: las condiciones laborales, retributivas y de desarrollo profesional que ofrece el SNS se encuentran a años luz de las que se ofrecen en países muy cercanos al nuestro. De modo que no es sólo una cuestión de crear los puestos de trabajo, sino de hacerlos atractivos, estimulantes y competitivos.
Como tantas otras cosas, la pandemia también ha escondido el problema de la jubilación de los facultativos. Aun así, cuando despertemos de esta terrible pesadilla, el dinosaurio, como en el popular microrrelato de Augusto Monterroso, todavía estará allí.
Las organizaciones sindicales, colegiales y científicas que representamos al colectivo debemos aunar esfuerzos y actuar de manera coordinada para que la jubilación médica se sitúe en la agenda política, no solo en lo que hace referencia al relevo de los profesionales, sino también al propio proceso del retiro, que penaliza y discrimina a los facultativos como a ninguna otra actividad profesional.
Recientemente, el Consejo Ejecutivo de Metges de Catalunya (Médicos de Cataluña, MC) ha aprobado una resolución que reclama la eliminación de los agravios que sufren los profesionales médicos a la hora de jubilarse, respecto a la edad y a las propias condiciones de jubilación.
Así, por un lado, nuestro sindicato pide que las horas extras y las jornadas de atención continuada realizadas durante la vida laboral -por las cuales se pagan los debidos impuestos- computen a efectos de cotización y sirvan para avanzar la edad del retiro y/o para aumentar la base económica con la que se calcula la cantidad a percibir en concepto de pensión.
Por otro lado, consideramos que es un claro agravio que la profesión médica no cuente con mecanismos compensadores por las condiciones de riesgo que comporta el ejercicio de nuestra actividad, tal y como se ha podido comprobar con la pandemia de la COVID-19. En cambio, policías, bomberos o mineros, entre otras profesiones, sí gozan de coeficientes reductores que les permiten avanzar la edad de la jubilación, si así lo desean.
Asimismo, y dada la naturaleza y los valores de la gran mayoría de nuestros médicos, no es de recibo que los facultativos que voluntariamente deciden prolongar su vida laboral más allá de la edad de jubilación legalmente establecida, no vean recompensada su aportación extraordinaria al servicio público de salud mediante un incremento de la pensión, proporcional al exceso de actividad realizado.
Estas y otras cuestiones, además de la rigurosa planificación del relevo generacional en todos los sistemas sanitarios autonómicos, son las que desde MC ya estamos planteando al conjunto de entidades médicas del Estado para conseguir que la jubilación de los facultativos goce de condiciones dignas y reconocedoras de los servicios prestados a la sociedad española a largo de varias décadas.
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