Llevamos más de 50.000 sanitarios infectados por el SARS-CoV-2, una cifra enorme pero que plantea muchas dudas, como sucede con todos los datos relativos a la pandemia en España. Un estudio de ISGlobal apuntó que el 11,2% del colectivo podría haber contraído la infección, y el último informe específico del Instituto de Salud Carlos III cuantifica en 52 los fallecidos y una letalidad en este personal (notificado a la RENAVEes) del 0,1%, añadiendo que “estos resultados deben interpretarse con precaución, puesto que se han considerado como no fallecidos los casos sin información en esta variable, y deben ser confirmados en posteriores análisis”.
Cuando parece estar finalizando la pandemia de Covid-19, no acabamos de ver la fiabilidad debida en los datos oficiales ni a las comunidades autónomas, todas, dando señales inequívocas de querer compensar por el sobresfuerzo y el sufrimiento a nuestros médicos, enfermeros y demás personal que ha estado en primera línea combatiendo la crisis sanitaria en lo que era más importante: salvar al mayor número de personas posible de la muerte.
Y, por si eso fuera poco, el Consejo de Ministros autoriza esta semana una subida del sueldo de los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional, y no dice nada de los sanitarios. Las fuerzas de seguridad también han sufrido pérdidas humanas a causa de su trabajo contra la Covid-19 pero es una torpeza no empezar por el personal sanitario, o al menos incluirlo en la medida.
La contratación y los salarios de estos profesionales es responsabilidad directa de los gobiernos autonómicos, pero el Ejecutivo central podría haber aprovechado el estado de alarma también para destinar una partida presupuestaria e impulsar una iniciativa conjunta, de todas las CCAA, para mejorar las condiciones laborales de los sanitarios del conjunto del Sistema Nacional de Salud de manera permanente; nada de propinas en forma de una paga extra o de ideas que se han vertidos estos días como pagarles una semana de vacaciones en algún destino turístico nacional.
Merecen nuestro respeto y reconocimiento, empezando por dimensionar bien las plantillas, de acuerdo con las necesidades reales; dar estabilidad en el empleo a la mayoría, y establecer salarios acordes con lo que son, lo que hacen y cómo lo hacen, algo que desde hace años se reclama con escaso éxito. Y el mismo respeto merecen todos los MIR que han actuado con el mismo nivel de intensidad y responsabilidad que sus colegas adjuntos.
Además, los sanitarios merecen un homenaje oficial y de perdón por las condiciones en las que se han visto obligados a trabajar: sin equipos de protección individual desde el primer momento o con ellos inadecuados o defectuosos, lo que sin duda ha contribuido de manera determinante a que el virus afectase a un volumen tan grande de profesionales, igual que sucedió con los trabajadores de las residencias de ancianos.
El Gobierno de Pedro Sánchez y todos los ejecutivos autonómicos tienen pendiente premiar como se merecen a unos profesionales que ahora, a pesar de estar exhaustos, no pueden bajar la intensidad de su dedicación puesto que tienen que devolver la asistencia a la normalidad, comenzando por afrontar unas listas de espera que, ya antes de la pandemia, estaban disparadas.
Sánchez, en su conferencia de hoy domingo día 31 de mayo para anunciar una nueva y última prórroga del estado de alarma, ha tenido palabras de agradecimiento para Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, y para el ministro de Sanidad, Salvador Illa. También ha hablado de las lecciones de la pandemia, defendiendo que no se debilite la sanidad porque es “nuestra trinchera más segura” y diciendo que la estructura de la ciencia es un “orgullo para conjunto del país”.
Ahí debería haber hablado también de los sanitarios, de lo que han hecho y de cómo lo han hecho, de su importancia para la salud de los individuos y para la sociedad …y de sus bajas, muchas evitables.
Lo sucedido con el personal sanitario en esta grave crisis sanitaria, en caso de que no se le ponga remedio con una iniciativa importante a nivel nacional antes de que las comunidades autónomas recuperen el 100% de sus competencias en la materia (a partir del 8 de junio), no será nada nuevo en la historia de la humanidad: “Casi todo el mundo paga gustoso los favores pequeños; muchos agradecen los medianos; pero es raro que no se corresponda a los grandes favores con la ingratitud”, según una frase célebre de François La Rochefoucauld (París, 1613 - 1680), un filósofo y moralista francés cuya obra más reconocida son las Máximas (1665-1678), en las que puso de relieve las contradicciones de la psicología humana.
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