La nueva obra de Eduardo López-Collazo, director del Instituto de Investigaciones Sanitarias del Hospital La Paz, de Madrid, Coronavirus, ¿la última pandemia?, -un ‘superventas’ que en una semana ha agotado existencias-, escrita mano a mano con José Alcamí, coordinador de la Unidad de Inmunopatología del Sida, del Instituto de Salud Carlos III, de Madrid, es el resultado de estar ‘en el ojo del huracán’ de un desastre, la pandemia de SARS-CoV-2, que comenzó cuando aún estaba acabando de redactar ‘¿Qué es el VIH?’ , y que estuvo precedida por ‘¿Qué es el cáncer?’, trilogía narrativa y terrenos que conoce a la perfección, fundamentalmente, por sus implicaciones infecciosas e inmunológicas. “En ese momento, pensé que los científicos íbamos a estar en casa, analizando datos de nuestros trabajos porque los laboratorios estaban cerrados, pero empiezan a llegar noticias de que los pacientes mueren, fundamentalmente, por una sepsis, ámbito que junto con metástasis, es el grueso de mis investigaciones. Comenzamos a plantear estudios sobre SARS-CoV-2 y, paralelamente, surgen las trabas burocráticas, no tanto financieras, y había que contarlo, de una forma respetuosa y esclarecedora. Pero, sólo no podía”
Pregunta. Aparece así la figura de José Alcamí
Respuesta. ‘Enamoré’ a Pepe Alcamí que, además de gran amigo es un gran infectólogo y conocedor del VIH y de los coronavirus, me dijo: ‘manos a la obra’. Ha sido una tarea compleja porque no nos vimos en ningún momento, tenemos estilos distintos –él es muy conciso y yo soy más poético-, revisábamos los capítulos que escribíamos cada uno y además, él enfermó de coronavirus, afortunadamente recuperado….Hubo un momento, que no sabíamos si íbamos a poder acabar el libro. Pero, la urgencia social nos pudo y creo que se trata de una obra accesible a todo el mundo; que desmonta, desde el respeto, los mitos; que intenta ofrecer la máxima información de una manera sencilla y con la presencia de historias reales de pacientes que ven truncados sus sueños y sus planes por la Covid-19, así como de sanitarios y científicos que luchan desde todos los frentes. La historia de la Humanidad también se puede contar a través de las enfermedades y de las epidemias.
P. ¿Cómo se puede escribir una obra de una enfermedad de la que aún se desconocen la mayoría de sus aspectos e implicaciones?
R. Ha sido difícil porque los científicos estamos muy acostumbrados a ‘sentar cátedra’; cuando transmitimos la información está ya ‘supercomprobada’ y aquí hemos ido al día a día, rectificándonos a nosotros mismos y con mucho cuidado porque una cosa puede ser verdad o no. Hemos partido de las cuestiones más generales, que no cambian tanto en cuanto a los coronavirus, hasta llegar a lo más complejo: hilvanar los datos para dar un sentido futuro al libro, yendo con mucha cautela, con márgenes de error: ‘sentamos la cátedra’ justa.
P. ¿Qué diferencias existen entre el SARS-CoV-2 y otros virus y coronavirus?
R. La propagación, sobre todo. En este caso, es más efectiva para este virus. El MERS es más mortal, pero se propaga menos. Otra de las grandes diferencias que vemos es la propagación asintomática, lo que complica mucho la transmisión.
La capacidad de propagación y su forma asintomática, en algunos casos, son características complejas de este virus
P. ¿Los coronavirus, y en éste en concreto, han formado siempre parte de los estudios virológicos?
R. Sí. Son muy interesantes y, entre comillas y desde el punto de vista científico, son estructuralmente muy bonitos y atrayentes, como la metástasis. Pero, desafortunadamente, tampoco se les ha dedicado muchos recursos porque no parecían una amenaza tan real como la que es y está siendo. Una vez más, se demuestra que no se pueden frenar las investigaciones porque nunca se sabe a qué amenaza nos enfrentamos, de cualquier índole.
P. ¿Los virus serán, a partir de ahora, los próximos enemigos o nos enfrentaremos a otro tipo de problemas de salud pública?
R. En ‘La Guerra de los Mundos’, de George Wells, la humanidad no fue vencida por una bomba atómica, sino por virus, que son estructuras con una gran capacidad de introducirse en los entes vivos. Hay miles y miles de virus que pueden saltar de una especie a otra y complicarnos la vida, tal y como se está comprobando. Hay, por tanto, que prevenir y también estudiar. Con la desforestación saltan organismos que eran endémicos en una zona, igual que cuando ingieres animales salvajes; esta es la prevención. Y la investigación puede adelantarse a desarrollar vacunas y tratamientos contra esos organismos. No se puede descartar nada. Algo que me preocupa: las excelentes terapias desarrolladas para el VIH pueden propiciar que proliferen otras patologías como la sífilis, la gonorrea, la clamidia, entre otras, y que de pronto, se vuelvan resistentes a los antibióticos, con lo cual tendremos otra pandemia.
P. Biológicamente, qué nos amenaza?
R. Puede haber tres amenazas: los virus, las bacterias –que se pueden convertir en superbacterias resistentes a antibióticos- y el cambio climático, del que no nos podemos olvidar y que está muy relacionado con estos aspectos porque la deforestación puede provocar zoonosis. Los cambios en los ecosistemas no sólo provocan cambios ambientales sino que pueden alterar equilibrios y balances naturales que hacen saltar virus. Lo que está claro es que somos una especie más en este planeta y la vida sigue su curso; no somos imprescindibles. Lo hemos comprobado en este confinamiento.
Virus, bacterias -que pueden convertirse en superbacterias resistentes a antibióticos- y el cambio climático son las tres amenazas biológicas con mayores posibilidades
P. La investigación sobre virus, ¿dejará de ser una asignatura pendiente?
R. A partir de ahora lo será menos porque, en líneas generales, el estudio de los virus no ha sido prioritario en muchas ocasiones. Parecía que existía sólo el VIH cuando detrás de muchas cosas, estaban ya algunos coronavirus que nos han creado un buen problema. Poco a poco vamos aprendiendo que hay que hacer caso a todo: virus, superbacterias, resistencias a antibióticos; estar atentos a todos los frentes porque nunca sabemos qué puede saltar o atacar y dónde va a estar la solución. De nuevo, investigación, investigación, investigación y mejor a ‘fuego lento’ porque así no nos equivocamos
P. ¿Este coronavirus, será la última pandemia, tal y como se titula su libro? ¿Se erradicará o formará parte de nuestras vidas?
R. Aunque siempre hay que huir de las especulaciones, y a la espera de una posible vacuna, creo que la situación ha llegado para quedarse, sobre todo en lo que se refiere a costumbres que se adoptan en tiempos de epidemia, como el uso de mascarillas que se han implementado en Asia. Eso ha llegado para quedarse. Tampoco sabemos si la vacuna será totalmente efectiva, aunque todo son buenas noticias por el momento. Hay que estar preparados para convivir con este virus durante un tiempo, tomando las medidas adecuadas. Y, sobre todo, no olvidar que hay que investigar, y mucho, en tratamientos porque, incluso aunque la vacuna llegue, nunca va a ser cien por cien efectiva; siempre va a haber un 40% de desprotección que tenemos que salvar a toda costa. Esto ocurre con otras vacunas, no es nada nuevo.
P. ¿Hay un mensaje esperanzador a tanta tragedia?
R. Desde luego. Hay muchas vacunas en desarrollo en el mundo y muchas de ellas muy adelantadas, innumerables laboratorios de investigación, entre los que se encuentra el mío, buscan soluciones clínicas con marcadores de clasificación del pronóstico y evolución los pacientes que puedan orientar a los médicos y, paralelamente, investigan en posibilidades terapéuticas que refuercen el sistema inmunológico para los pacientes con peor pronóstico. Entre todos, obtendremos resultados transferibles rápidamente a la clínica. Y aunque todavía es investigación, llegaremos más antes que después.
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