“Los médicos no lloran”. Jesús Linares, psicólogo de emergencias de la Comunidad de Madrid y profesor de la Universidad Europea, responde así a la pregunta de por qué los galenos no acuden a un especialista cuando su salud mental puede peligrar. “En teoría tienen que estar acostumbrados a lo que les venga, están educados para ello. Además, pedir ayuda en tu centro es complicado, hay miedo a mostrarse vulnerable y a que llegue a oídos de tu jefe y compañeros porque la enfermedad mental sigue estigmatizada”.
José Lorenzo Bravo Grande, jefe del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales en el Hospital Universitario de Salamanca, coincide en que los sanitarios sienten vergüenza de visibilizar un problema de esta índole: “No les gusta mostrar su emotividad frente a otros profesionales”. El resultado es que “aguantan hasta que claudican porque la ansiedad los paraliza”.
El programa Pasmicor, puesto en marcha en el Hospital de Salamanca a raíz de la pandemia para ayudar a los profesionales sanitarios, es una prueba de su reticencia. Sólo 76 trabajadores de los 5.000 que conforman la atención hospitalaria y 7 de los 1.000 de atención primaria, pidieron ayuda.
“Está claro que el diagnóstico está muy por debajo de la realidad”, apunta Bravo Grande.
“No somos médicos las 24 horas, no somos héroes. Somos personas como el resto”.
Por el contrario, más afluencia hubo en otros dispositivos telefónicos habilitados por el Ministerio o la Comunidad de Madrid, según Linares, porque son anónimos, “lo cual evidencia esa timidez a mostrar este tipo de afecciones”.
La consecuencia es que un problema que puede ser puntual se hace crónico: “Pueden aparecer trastornos adaptativos, de ansiedad e incluso depresión”. También adicciones porque el recurso más fácil para un médico es administrarse un ansiolítico.
El psicólogo explica la cascada que se produce hasta llegar a esa tesitura: “Como médico estoy preparado para ciertas situaciones, pero si el estrés aumenta, empleo todos mis recursos, y si continúa y no tengo apoyo, empiezo a tener conductas no adaptativas, no duermo, como mal, le hablo mal a mi mujer, a un residente, me siento cansado y cometo algún error”.
La conclusión es clara. Hay que pedir ayuda al especialista igual que con cualquier otra patología: “Si te rompes una rodilla, vas al traumatólogo aunque seas médico”. Las competencias profesionales no eximen a los médicos ni a los sanitarios de tener una afección de salud mental igual que otras dolencias. El consejo de Linares es que se “defusionen” de su figura de médicos: “No son médicos las 24 horas, no son héroes. Somos personas no sólo profesionales sanitarios”. Y añade otro que no es baladí: “Piensa también en tu responsabilidad con tus pacientes, si no estás bien, no vas a poder ser fino en tu trabajo”.
La reticencia del médico a pedir apoyo psicológico puede cronificar un problema puntual que se habría solucionado si se hubiera afrontado a tiempo. Off María R. Lagoa Autocuidado Autocuidado Autocuidado Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3r3rbvm
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