La cuestión no es nueva, pero ha vuelto con fuerza cuando la Semana Santa ya es insalvable y una incierta temporada de verano asoma a la vuelta de la esquina. Hablar de un carnet de vacunación es decir muy poco, pues cualquier vacuna queda registrada en la historia clínica del paciente y, por lo tanto, con esta documentación se puede acreditar haber sido vacunado. Otra cosa, y ahí está el debate, es autorizar un pasaporte de vacunación que abra la puerta a una serie de ventajas que no tendría el que no estuviera vacunado.
La Unión Europea, que en su conjunto había manifestado en varias ocasiones su rechazo a este mecanismo, este jueves anunció un cambio de postura con la puesta en marcha de "un certificado digital de vacunación" antes de verano. Según cuenta Pablo R. Suanzes, corresponsal de El Mundo en Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras una Cumbre por videoconferencia de los jefes de Estado y de Gobierno de los 27, celebrada este jueves, apuntó que necesitarán tres meses "para poder conseguir el desarrollo técnico y la interoperatibilidad dentro de la UE" del citado certificado. En relación a lo que se pueda hacer con este pasaporte de vacunación, parece "que aún está por decidir".
España, junto con Grecia e Italia, son algunos de los países de la Unión Europea que han celebrado esta decisión, por el impulso que este pasaporte puede tener en el sector turístico, duramente golpeado por la covid-19. En la rueda de prensa que dio Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, un día después de la reunión de los 27 calificó de "debate impostergable" el acuerdo en torno a los certificados de vacunación. "Por fin se ha alcanzado un acuerdo a nivel técnico y europeo sobre los datos mínimos comunes que debe contener el certificado para uso médico", añadió. Ahora cree necesario analizar los posibles usos futuros de esos certificados o pasaportes de movilidad.
"Por fin se ha alcanzado un acuerdo a nivel técnico y europeo sobre los datos mínimos comunes que debe contener el certificado para uso médico", señaló Pedro Sánchez
Sin embargo, los tres meses que necesita Europa para activar este mecanismo se antojan una eternidad, cuando en el ámbito regional de estos países están ya dando pasos en esta dirección. La Junta de Andalucía ha establecido un protocolo para que los andaluces que haya recibido la pauta completa para la inmunización -215.000 personas, un 2,5% de la población de Andalucía, según los últimos datos- puedan pedir su certificado de vacunación contra la covid-19. Lo que queda por resolver es qué permitirá este certificado. Por ahora, lo único que hay son unas palabras del vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, asegurando que, dentro de una vacunación voluntaria, debe darse a conocer que el que esté vacunado gozará de una serie de ventajas. Queda concretar cuáles.
Íñigo de Miguel Beriain, investigador distinguido de la Universidad del País Vasco/EHU, fue uno de los primeros en hablar de pasaporte de inmunidad y apostar por sus beneficios en la gestión de la pandemia. Era al principio del primer Estado de Alarma y, entonces, defendía su utilidad para racionalidad los confinamientos y otras restricciones de derechos fundamentales atendiendo a si se había enfermado y, por tanto, creado inmunidad ante el virus.
De Miguel Beriain ha defendido y defiende su utilidad y el tiempo le está dando la razón
Hace un mes en Diario Médico, De Miguel Beriain ponía el ejemplo de lo que estaba ocurriendo el Israel donde se empezaba a activar un pasaporte de vacunación que allí se llama "pasaporte verde". Pues bien, ya está funcionando, de modo que solo los que tienen las dos dosis de las vacunas contra el coronavirus pueden disfrutar del ocio en este país. De Miguel Beriain ha defendido y defiende su utilidad y el tiempo le está dando la razón.
Sin embargo, el mar de fondo que ha acompañado desde el comienzo a este instrumento no ha cesado, y está lleno de dudas bioéticas y científicas. Es más, los cuestionamientos a esta medida se mantienen prácticamente intactos.
Montserrat Esquerda, directora del Instituto Borja de Bioética-Universidad Ramón Llul, empieza analizando esta cuestión con una primera puntualización: "Es importante distinguir el pasaporte de inmunidad del pasaporte vacunal. El primero, es un pasaporte altamente discutido, pues es para personas que han pasado la covid-19 y podría garantizar que tienen inmunidad, cuando en estos momentos no sabemos si todo el mundo desarrolla esa inmunidad de la misma manera, cuánto dura, etcétera".
"No hay acceso universal a la vacuna y, por tanto, no puede exigirse una medida a la que no todo el mundo tiene acceso"
Por otro lado, está el pasaporte vacunal, "que sería algo muy diferente", apunta Esquerda. "Existen ya pasaportes vacunales, por ejemplo, el de la fiebre amarilla o para la encefalitis japonesa. Es decir, que ya existe normativa en algunos países que exigen tener la vacuna para poder entrar en su territorio. Con lo que habría antecedentes de normativa que enmarque la necesidad de un pasaporte vacunal".
Sin embargo, la pediatra y bioeticista advierte que en estos momentos "no hay acceso universal a la vacuna y, por tanto, no puede exigirse una medida a la que no todo el mundo tiene acceso". Pero, aclara que "en el momento que sí haya acceso, ésta podría ser una fórmula para obtener coberturas vacunales adecuadas. Sería cercano al concepto de nudge. Es decir, potenciar aquellas estrategias que intentan promover cambios en salud pública o favorecer conductas saludables".
"Sería una medida mucho más proporcional, en comparación con la obligatoriedad general de vacunación"
La experta considera que "sería una medida mucho más proporcional, en comparación con la obligatoriedad general de vacunación". Aunque, adelanta algunas cuestiones que habría que resolver: "Qué tipo de actividades podrían ser susceptibles de requerir pasaporte. Hemos ya comentado el tema de viajes, pero cabría plantear si existen límites. ¿Podría exigirse en el trabajo? ¿Según qué trabajo? ¿Para asistir a un evento deportivo o musical?"
Una respuesta a la crisis económica
Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España, también ha estudiado en profundidad este tema. "La vacunación va bien, en cuanto a que no hay rechazos, por tanto, los incentivos no son necesario, ni los positivos, ni los negativos", adelanta.
En relación al pasaporte de vacunación, recuerda las objeciones que existen "y que ya las había en mayo, porque esto viene del debate del certificado de inmunidad por enfermedad que se planteó por el mes de mayo y junio como una de las alternativas para salir del problema económico. Entonces había una objeción científica a esta cuestión que en estos momentos se mantiene. No se sabe si la vacuna previene la infección y evita así el contagio". Sin embargo, el experto matiza que, en estos momentos, "los indicios apuntan a que la vacuna, además de evitar la enfermedad, también reduce el riesgo de transmisión".
"Seguimos castigando doblemente al que no se vacuna, pues no le damos prioridad en la vacunación y, además, no tiene el certificado"
Por otro lado, considera que "si llega un momento en que tenemos vacunada a la mayor parte de la población más vulnerables, con riesgo de mortalidad, el problema de la transmisión, unidos estos dos aspectos, es menor. Por tanto, aunque la objeción científica sigue siendo válida, hay que matizarla por esas circunstancias nuevas".
El doble castigo
Sin embargo, hay problemas en este instrumento que persisten. "La objeción del doble castigo, que ya estaba en mayo, y que ahora, se manifiesta de otra manera. Si con el carnet de inmunidad en mayo estábamos premiando a aquel que había sido menos responsable, se había contagiado y había enfermado. Ahora, el principio de justicia opera porque no hay acceso universal. Así que seguimos castigando doblemente al que no se vacuna, pues no le damos prioridad en la vacunación y, además, no tiene el certificado. Es muy dudoso que, en el contexto actual, sin ese acceso universal a las vacunas, sea apropiado poner en marcha este certificado. En estos momentos que alquien no esté vacunado, no depende de su voluntad, depende de la priorización", apunta De Montalvo, en sintonía con la reflexión de Esquerda.
Amós García Rojas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología, también ha respondido a este diario. En su razonamiento, el experto reitera que "cada vacuna administrada debe de ser registrada y dejar constancia en la historia clínica. Por lo tanto, eso forma parte de lo habitual: uno tiene una cartilla vacunal en la que se especifica que se ha vacunado de la covid. Otra cosa es la idea del pasaporte inmunitario, con la que no estoy muy de acuerdo".
La primera objeción de García Rojas es la científica ya apuntada por sus colegas. "Sabemos que las vacunas previenen de la enfermedad, pero no sabemos si previenen de la infección. Así que yo puedo estar vacunado, no enfermar, pero sí infectar y traspasar el problema a otro. Así de qué serviría el pasaporte inmunitario como instrumento de traslado de un país a otro", se pregunta.
"Además, la vacunación no es obligatoria. ¿Cómo podemos crear circuitos paralelos que, de alguna manera, obliguen a determinadas prestaciones a la vacunación cuando esta no es obligatoria? Esto es un contrasentido que creo que dificulta el pasaporte inmunitario". Y, como última cuestión: "¿Quién tendrá acceso a ese pasaporte inmunitario? Pues los países ricos que tengan acceso a la vacuna. Los ciudadanos de países pobres que tiene más dificultades para recibir la inmunización, no tendrá ese pasaporte. Con lo cual estamos aumentando la brecha de separación que hay entre países ricos y países pobres".
Una ventaja para encontrar trabajo
En este punto del debate, parece claro que lo importante del pasaporte de vacunación no es tanto su puesta en marcha, pues de alguna manera es algo que ya existe y todos tenemos registrado en nuestra historia clínica, si no qué va a permitir ese pasaporte que puertas va a abrir y, por tanto, cerrar al que no lo tenga.
Lo que nos ha llegado hasta aquí del pasaporte verde de Israel es que da pases para piscinas, gimnasios, salas de cine... para el ocio en general. Pero, ¿se utiliza también como un beneficio para ser contratado?
"En el ámbito privado, el empresario no tiene que cumplir los requisitos de mérito y capacidad que debe observar la contratación en el ámbito público"
De Miguel Beriain defendió en una tribuna su utilidad para dar prioridad en la contratación de, por ejemplo, personas que trabajen con enfermos o población especialmente vulnerable. El razonamiento suena sólido, sin embargo, qué puede evitar que este plus en la contratación no se haga extensible a todos los trabajos.
Libertad de contratación
De Montalvo ve "aceptable" que este certificado pueda dar prioridad en actividades de ocio, pero "no para ninguna atención sanitaria básica, ni para el trabajo". A pesar de eso, el presidente del Comité de Bioética de España explica que "el comité alemán de ética nos ha planteado esta cuestión y en su reflexión en relación a la priorización en la contratación privada por tener un carnet de vacunación, recordaban que en la empresa existe libertad de contratación. De modo que, si tengo un documento de vacunación y el empresario para contratarme pide que lo enseñe, me está discriminando, pues sí, pero quién puede controlar eso. En el ámbito privado, el empresario no tiene que cumplir los requisitos de mérito y capacidad que sí deben cumplirse en el ámbito público".
Así la cuestión, De Miguel Beriain resuelve estos dilemas con "las cuatro sillas del autobús". "Si en un autobús hay seis personas sin sentarse y hay cuatro sillas libres. ¿Nos quedamos todos de pie o que se sienten cuatro?". En las playas de las Islas Canarias hay cientos de tumbonas esperando una respuesta.
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