El glioblastoma es el más común de los tumores cerebrales y los tratamientos convencionales están basados en la quimioterapia. Sin embargo, este tipo de terapia no logra la curación y la supervivencia media no supera hoy en día los 14 meses desde el diagnóstico. Es por ello que avanzar en esta línea de investigación, que dirigen María José Alonso y Pablo Aguiar, puede significar un paso de gigante de cara a aumentar la esperanza y calidad de vida de los pacientes.
La investigación se desarrolla en el Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (Cimus), perteneciente a la Universidad de Santiago de Compostela (USC). El proyecto está enmarcado en el programa Diagbi del Ministerio de Ciencia e Innovación, financiado con 1,4 millones de euros, y forma parte de la plataforma de micro-mecenazgo de la USC Sumo Valor, que busca la participación de empresas, instituciones y la sociedad civil a través de donaciones. El objetivo es generar más evidencia para poder plantear un ensayo clínico en el plazo de tres años.
Diagbi busca desarrollar una nueva tecnología que permita diagnosticar de forma precoz y hacer un seguimiento no invasivo de los tumores cerebrales más agresivos mediante técnicas inmuno-PET.
En estos últimos tres años, el grupo del Cimus ha diseñado un prototipo con resultados preliminares muy prometedores. Es la misma línea de otro proyecto que desarrolla en paralelo para artritis reumatoide. Ambos están basados en la técnica teragnóstica, que combina en la misma prueba diagnóstico y tratamiento.
'Radioterapia interna'
En este caso, el radiofármaco es un anticuerpo monoclonal marcado con un isotopo radiactivo que se une al receptor específico de glioblastoma EGFRvIII para hacer el diagnóstico por imagen PET y emitir desde el interior radioterapia para eliminar las células tumorales y controlar el crecimiento del tumor.
“Pero el radiofármaco por sí solo no llega a su destino, por lo que otra parte importante de la investigación es conseguir que lo haga”, comenta Pablo Aguiar.
La gran dificultad es atravesar las diferentes barreras biológicas con las que se encuentra. “El mayor desafío lo encuentra en el cerebro, donde primero tiene que superar la barrera hemato-encefálica y, posteriormente, alcanzar las células tumorales”, señala María José Alonso. Para solucionarlo, los investigadores han desarrollado unas nanopartículas lipídicas capaces de encapsular al radiofármaco.
Se han realizado hasta medio centenar de estudios con ratones y la técnica ha funcionado con algunos, remitiendo el tumor por completo. En otros no ha sido así porque el fármaco se ha ido al hígado en lugar de al tumor. “Esto es uno de los problemas que tenemos que superar, mejorar la tecnología para que funcione en todos los animales”, señala Pablo Aguiar. No obstante, matiza que los resultados ya constituyen un éxito: “La supervivencia es de 14 meses. La situación es dramática, está todo por hacer. Tener buenos resultados en algunos modelos es un gran avance”.
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