"No podemos seguir usando el medio ambiente como una papelera en la que tiramos todo (...), millones de toneladas de plástico que van al océano y terminan en nuestro estómago e intestino”. Esta es una declaración de 2021 de María Neira, directora de Salud Pública y Determinantes Ambientales y Sociales de la Salud en la Organización Mundial de la Salud (OMS), que hoy sigue plenamente vigente y, a este paso, lo seguirá estando dentro de cincuenta o más años.
Andamos actualmente preocupados los pélets o granzas de plástico que un buque portacontenedores, que perdió parte de su carga (seis contenedores, al menos uno de ellos cargado de pélets), lanzó frente a la costa de Portugal y han llegado a playas de Galicia y la cornisa cantábrica y se siguen extendiendo.
Se trata de bolitas de plástico de unos 4-5 mm de diámetro que se utilizan para fabricar diversos productos plásticos, como bolsas o envases, y que contaminan. La Fiscalía de Medio Ambiente, que ya investiga esta crisis ambiental, ha confirmado que los pélets "podrían tener una toxicidad elevada y duradera para el medio marino y podrían afectar a la salud humana".
Este accidente se suma a un problema medioambiental y de salud de proporciones descomunales: el estudio Human Consumption of Microplastics, de 2019, ya alertó de la gran cantidad de microplásticos o nanoplásticos que ingerimos. Son tan extremadamente pequeños que se pueden encontrar en todos los tejidos humanos, el torrente sanguíneo, el cerebro y hasta la placenta de las embarazadas.
Esta misma semana científicos de la Universidad de Columbia ha publicado en la revista PNAS un estudio, realizado con una técnica de microscopía de dispersión estimulada Raman, que indica que, de media, en cada litro de agua embotellada se puede encontrar alrededor de un cuarto de millón nanoplásticos; entre ellos el PET (tereftalato de polietileno), la poliamida y otros materiales que se suelen utilizar en diversos procesos industriales relacionados con el embotellamiento.
Según estimaciones recientes del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cada persona podría ingerir entre 0,1 y 5 gramos de microplásticos a la semana a través de alimentos y bebidas.
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