En plena pandemia de la Covid-19 en la que el sistema inmune constituye uno de los puntos más estudiados y tenidos en cuenta, un trabajo que acaba de publicar Science, analiza qué ocurriría si nuestro sistema inmune envejeciera de forma prematura y descubre que las células inmunes envejecidas o estresadas son capaces de dañar tejidos y acelerar el desarrollo de enfermedades asociadas a la edad.
“Ahora más que nunca sabemos la importancia de mantener nuestro sistema inmune sano, y no sólo para protegernos de infecciones o del cáncer, sino también para frenar la las diferentes morbilidades que aparece con la edad”, indica María Mittelbrunn, investigadora del Grupo de Inmunometabolismo e Inflamación del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital 12 de Octubre, de Madrid (i+12) y coordinadora del trabajo.
Linfocitos T envejecidos o estresados
El hallazgo pone de manifiesto que cuando los linfocitos T envejecen o se estresan desencadenan una gran ‘tormenta de citocinas’ que puede alcanzar diferentes tejidos y órganos, induciendo en ellos la activación de la senescencia o programa de envejecimiento celular cuyas células senescentes conducen a una predisposición a padecer diversas patologías, como enfermedades cardiovasculares, neuroinflamatorias, metabólicas o musculares.
Es urgente encontrar nuevas estrategias frente a estos mecanismo para retrasar problemas de salud asociados a la edad
Conociendo estos datos, Mittelbrunn, profesora también de la Universidad Autonóma de Madrid, considera que “es urgente encontrar nuevas estrategias dirigidas a bloquear estos mecanismos comunes que podrían retrasar de forma simultánea un gran número de problemas de salud asociados a la edad”.
Envejecimiento prematuro
El diseño de un modelo animal de ratón ha permitido observar cómo estos linfocitos envejecían de forma prematura y no sincronizada con el resto de células o tejidos. Paralelamente, y en colaboración con el grupo de Antonio Alcamí, del Centro de Biología Molecular -CBM- Severo Ochoa (CBM), del CSIC, realizaron pruebas con un virus de alta virulencia, el Ectromelia, que causa la viruela en este roedor. Los ratones jóvenes de este modelo que tenían su sistema inmune envejecido murieron durante los primeros días tras la infección, al igual que ratones normales muy viejos. Sin embargo, todos los ratones normales jóvenes fueron capaces de sobrevivir.
El hallazgo más llamativo ha sido que, con el paso del tiempo, los ratones con un sistema inmune estresado tenían aspecto de envejecer prematuramente y desarrollaban distintos tipos de patologías. Al principio, se evidenciaron alteraciones cardiovasculares y pérdida de peso y, posteriormente, pérdida de fuerza muscular y, por último, alteraciones en la memoria y en el comportamiento.
“Todas estas patologías aparecieron de forma mucho más temprana, en comparación con ratones normales, lo que demuestra que las células del sistema inmune pueden desencadenar el envejecimiento del resto del organismo y favorecer la aparición de enfermedades asociadas a la edad”, aclara Gabriela Desdin, del i+12 y primera firmante del artículo en cuya elaboración también han colaborado científicos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), el Instituto Madrileño de Alimentación y la Universidad San Pablo-CEU.
Una vez verificada la relación entre senescencia y deterioro del sistema inmune, el grupo de investigación se puso como objetivo identificar algún tratamiento capaz de retrasar la aparición de varias de estas patologías, diseñando dos estrategias diferentes; por un lado, bloqueando las citocinas de ‘la tormenta’ que lanza el sistema inmune y, otra, previniendo la senescencia en los distintos tejidos, vías que, de alguna forma, retrasaron la aparición de alguna de estas enfermedades.
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