El ser humano es el único animal que tiene conciencia de la muerte y es vulnerable ante la enfermedad. El cáncer es uno de los males que ha acompañado a este mono desde que se puso de pie sobre las dos patas posteriores. La palabra cáncer producía pavor hasta hace cien años. Era una sentencia de muerte, un veredicto que informaba de que los genes se habían sublevado y se comportaban como pequeños dragones. Pero los científicos aprendieron a leer esos alborotados genes como si fueran periódicos. La enfermedad que más mataba después de las patologías cardiacas ha sido si no derrotada, aliviada. Cada día hay más personas que hacen vida normal después de pasar por la quimio y los quirófanos.
Se denomina cáncer al grupo de enfermedades que desarrollaban células anormales y malignas que crecen, se extienden por todo el cuerpo, se dividen vertiginosamente y destruyen los tejidos normales. Camilo José Cela, que fabuló la tisis en Pabellón de reposo, trata mucho de enfermedades en su obra y habla del cáncer en algunas de sus novelas. En uno de sus libros cuenta como al bachiller Gutiérrez lo operaron de un cáncer de cocochas. En otro pasaje dice que Clara Ercebecedo murió de cáncer de útero. "Le picó la víbora de la espigarnela". También cuenta: "Al comandante, pedorrero en cascada, impenitente asiduo parroquiano de los burdeles de La Coruña lo intervinieron de próstata en el Hospital de Marina de Ferrol del Caudillo". Camilo, como siempre suele hacer, suaviza el terror con jocosidad para sobrellevar la tragedia.
Según el oncólogo norteamericano Siddmartha Mukherjee, autor de El emperador de todos los males, la vida del cáncer es una recapitulación de la vida cuerpo y su existencia un espejo patológico de la nuestra. Aún en este tiempo más de 250.000 personas son diagnosticadas de esa enfermedad en España, pero ya se pueden contar hasta dos millones de supervivientes.
Todo progresaba. Se había duplicado la supervivencia: se situaba en el 55,3 % la de los hombres y el 61,7 % la de las mujeres. Y en el momento de más optimismo, llegó la peste. Los pacientes de cáncer están sufriendo dos pandemias: el coronavirus y el abandono. Se suspenden las terapias, los enfermos no reciben la atención que necesitan. Se han diagnosticado la cuarta parte menos de los casos que en los años anteriores. Según la Fundación Sandra Ibarra, la saturación en sanidad, las medidas adoptadas en la atención primaria y en los hospitales, el retraso en tratamientos y la reducción de las intervenciones y pruebas de detección precoz están provocando la desatención de otras enfermedades, entre ellas las de los pacientes de cáncer. Las noticias desoladoras de la falta de atención debieran despertar a las autoridades para que la vacuna fuera la primera línea no sólo contra el coronavirus, sino contra todas las enfermedades. Hay que vacunar a todo el mundo en cuarteles, camiones, escuelas y estadios. Si no se hace así, estamos perdidos.
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