En el segundo año de la pandemia dos tendencias opuestas protagonizan la evolución de la covid-19: por un lado, en muchos países el avance de la vacunación está aumentando el número de inmunizados, lo que nos acerca paulatinamente a la vuelta a normalidad; por otro, la propagación de la variante Delta y las reticencias a vacunarse de algunos sectores de la población complican la reducción de los contagios. Factores múltiples que coinciden y crean incertidumbre de cara al futuro. Para explorar los posibles desenlaces, un grupo de investigadores ha analizado, en un artículo para la revista JAMA, la probabilidad de cuatro escenarios: erradicación, eliminación, cohabitación o pérdida de control de los contagios.
De acuerdo con los autores -y con la mayoría de científicos- la erradicación del virus es improbable. La reducción global de la circulación del SARS-CoV-2 hasta cero necesitaría que “tanto la inmunidad derivada de la vacuna como la derivada de la infección sean muy eficaces, duraderas, capaces de prevenir la transmisión secundaria y la reinfección, y proteger contra todo tipo de variantes virales presentes y futuras”.
Además, los autores explican que el riesgo de que pueda saltar entre diferentes especies animales complica su eliminación, ya que puede sobrevivir en poblaciones de murciélagos, visones u otros. En enero, la revista Nature realizó un sondeo entre más de 100 inmunólogos, especialistas en enfermedades infecciosas y virólogos para conocer su opinión sobre el futuro del nuevo coronavirus.
Casi el 90% de los encuestados declaró que el virus se convertirá en endémico, es decir, que seguirá circulando en bolsas de la población mundial durante años. “Si la erradicación no es posible, la covid-19 se convertirá en una enfermedad endémica”, coincide Eli Adashi, investigador y decano emérito en la Universidad de Brown, en Estados Unidos. Dadas las circunstancias actuales, Adashi añade que “la cohabitación es el escenario más probable”, aunque es posible que el número de regiones libres de virus crezcan a medida que el acceso a las vacunas se amplíe en todo el mundo y que las dudas sobre éstas se vayan disipando.
Virus estacional
A medida que la inmunidad global debida a la exposición o a la vacunación se generaliza, los síntomas de la enfermedad experimentados pueden llegar a parecerse a los del resfriado común, provocado por los otros virus estacionales. “Un estado endémico puede llegar una vez que la mayoría de las personas dejan de ser inmunológicamente ingenuas, es decir, que ya han sido vacunadas o infectadas una vez”, explica Jennie Lavine, bióloga en la Universidad de Emory y autora de un artículo publicado en Science sobre la evolución de la pandemia. “De este modo, cuando estén expuestas y se infecten de nuevo en el futuro, probablemente estarán protegidos de las formas graves de la enfermedad”.
Una vez que la mayoría de la población ha tenido una primera exposición al virus, el ritmo de transmisión debe disminuir, pero puede que no se reduzca a cero. “A medida que la inmunidad disminuya y las tasas de transmisión estacional aumenten el próximo otoño (al menos en los climas del norte), es probable que veamos otra ola de infecciones”, advierte Lavine. “Aquellos que aún no están protegidos de la enfermedad por la vacunación (o infección primaria) seguirán estando en riesgo, pero si podemos vacunar a la mayoría de la gente, una nueva ola de infecciones no debe significar una gran ola de enfermedades graves”.
Peores escenarios
Más preocupantes son otros escenarios que barajan los especialistas, especialmente el que denominan conflagración, un estado estable caracterizado por una presencia continua del SARS-CoV-2, aunque sea moderada. Una opción más probable allí dónde grandes segmentos de la población permanezcan sin vacunar, ya sea por falta de acceso o por reticencias.
“El virus tendría oportunidades continuas de replicarse y adaptarse para evadir las respuestas inmunitarias naturales y derivadas de la vacuna”, advierten los autores. “Entre las poblaciones vacunadas las infecciones podrían seguir surgiendo periódicamente debido a una inmunidad incompleta derivada de la vacuna, a la disminución de la eficacia o a los mecanismos de evasión de nuevas variantes virales”.
El grado de conflagración podría depender de la eficacia y la adhesión a las vacunas según la geografía. Se han observado posibles lagunas de cobertura frente a variantes específicas de ciertas vacunas. Por ejemplo, hace unos días un estudio realizado en Estados Unidos con datos de 75.000 pacientes señalaba que la protección proporcionada por la vacuna Moderna puede ser más duradera que la proporcionada por Pfizer.
En cualquier caso, los autores subrayan que el futuro epidémico dependerá tanto de las decisiones colectivas de la comunidad internacional, como de las realidades locales. Países como Israel, Nueva Zelanda y Vietnam parecen encaminarse hacia la eliminación; sin embargo, Reino Unido, Estados Unidos y China se han adaptado a un estado de cohabitación, mientras India y otros países del sudeste asiático y gran parte de Sudamérica se encuentran inmersos en estado de conflagración. “Para revertir la suerte de las naciones en estado de conflagración será necesario aumentar la inmunidad de la población mediante vacunas capaces de neutralizar las nuevas variantes virales”, advierten los autores del artículo en JAMA.
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