La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) es una patología compleja en la que interactúan diversos factores. Condiciones ambientales, como la ingesta de alcohol o el consumo de tabaco, el estrés, la dieta, la polución atmosférica, el equilibrio de la microbiota y la predisposición genética se combinan para crear un cuadro complejo en el que existen múltiples mecanismos que pueden acabar generando una crisis.
En España se calcula que la prevalencia de la enfermedad inflamatoria intestinal es de entre 1,5 y 2,5 pacientes por cada 1.000 habitantes. "Además, los estudios epidemiológicos más recientes demuestran un incremento de la incidencia con valores de 16 casos de enfermedad inflamatoria intestinal por 100.000 personas por año", comenta Maria Esteve, jefa de la Unidad de Enfermedades Inflamatorias Intestinales del Hospital Mútua Terrassa, de Barcelona.
Joaquín Hinojosa, presidente de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y experto en enfermedad inflamatoria intestinal, señala las mejoras en el diagnóstico. "En los años 80 parecía que había una incidencia muy baja en los países mediterráneos en comparación con los anglosajones, pero ha ido cambiando. Hubo una época en que buscábamos activamente esta enfermedad y se produjo un pico con estudios de incidencia muy alta. Tras ese pico hubo un ascenso progresivo".
A pesar de todo esto, el diagnóstico de esta enfermedad no es complejo, como explica Esteve. "La prueba diagnóstica principal es la colonoscopia con ileoscopia, la cual permite la visualización de las lesiones del final del intestino delgado y del colon, y la toma de biopsia. El problema radica cuando los síntomas que presentan los pacientes son leves o se pueden atribuir a otras enfermedades y se hace un diagnóstico de forma tardía".
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