Una de las causas más frecuentes de ictus isquémico o infarto cerebral es la oclusión de una arteria del cerebro por un coágulo que a su vez se genera en el corazón debido a una fibrilación auricular (FA).
La FA es una arritmia cardiaca que aparece con la edad, por el envejecimiento del corazón, o de forma precoz, si está sometido a situaciones de sobrecarga y estrés, como, por ejemplo, ante la hipertensión arterial mantenida.
Esta arritmia cardiaca tiene una característica especial, aparece y desaparece en sus fases iniciales: es la FA paroxística. Por este motivo, la realización de un electrocardiograma (ECG) convencional en un chequeo rutinario no la detecta; se necesitan registros de larga duración para poder hacerlo.
Un equipo multidisciplinar, coordinado por el Servicio de Neurología del Hospital Universitario de La Princesa, ha demostrado en un estudio que mediante un dispositivo no invasivo e inocuo puede aumentarse la detección de la FA paroxística. De esta forma, es posible también reducir la aparición de ictus en la población.
El trabajo, que publica The Journal of Stroke and Cerebrovascular Diseases, se ha llevado a cabo en estrecha colaboración con Atención Primaria, y con la participación de Enfermería, que, además de en la realización de la investigación, ha contribuido a su diseño, análisis y redacción de los resultados.
Así lo destaca a DM el primer firmante del estudio, Álvaro Ximénez-Carrillo, coordinador de la Unidad de Ictus en el Servicio de Neurología de La Princesa, donde se trata a más de 600 pacientes con accidente cerebrovascular al año.
Registro único de solo dos semanas
El neurólogo extrae como principal resultado del estudio que “en una población seleccionada de alto riesgo vascular, por su edad y antecedentes personales, se ha logrado detectar mediante una técnica no invasiva e inocua para el paciente una FA paroxística en un 3% de los casos estudiados; esto supone un incremento de más de 3 veces respecto a la capacidad de detección de esta arritmia en un chequeo convencional (0.5-1% en ECG convencional). Es el primer estudio que logra esto con un registro único de solo dos semanas”.
El estudio se ha realizado con pacientes de atención primaria, reclutados por su riesgo de FA. En concreto, debían tener al menos 70 años, sin arritmia conocida y como mínimo un criterio mayor (obesidad, hipertiroidismo, insuficiencia cardíaca) o dos menores (hipertensión arterial, diabetes, sexo femenino, ictus isquémico, enfermedad isquémica transitoria, ataque o embolismo sistémico, EPOC, dislipidemia, cardiopatía isquémica, arteriopatía periférica).
Los 600 pacientes incluidos fueron monitoreados durante solo 2 semanas con un dispositivo no invasivo y cómodo de llevar puesto, que desarrolla la empresa española Nuubo.
En estas personas detectaron 17 casos de FA oculta. “Todos los pacientes cumplían los criterios para indicar el inicio de anticoagulación, en base a las recomendaciones de las guías internacionales al respecto para prevenir el riesgo de posibles ictus cardioembólicos por este motivo. Así que se inició el tratamiento preventivo en todos los casos detectados”.
La anticoagulación como medida preventiva puede conllevar el riesgo de sobremedicar, cuestión que no soslayan estos investigadores. “Hay algunas publicaciones al respecto que cuestionan la anticoagulación en todos los casos y valorar el riesgo/beneficio individual del tratamiento anticoagulante en cada uno. Este aspecto ha estado clásicamente a debate en los pacientes menores de 60 años en los que se detecta esta arritmia y se pueden plantear otras estrategias terapéuticas diferentes a la anticoagulación, pero en nuestro estudio, la población incluida son todos mayores de 70 años y con unos antecedentes especialmente seleccionados de alto riesgo vascular”, expone Álvaro Ximénez-Carrillo.
Las guías internacionales recomiendan el uso de escalas de riesgo, como, por ejemplo, la escala CHA2DS2-VASc, indicando anticoagulación si la puntuación es mayor de 1 ó 2. “En nuestro estudio, debido a esa selección de alto riesgo, los pacientes tenían una mediana de 4 puntos en esta escala, por lo que su riesgo de ictus es muy alto y la indicación de anticoagulación está claramente justificada. Además, hoy en día contamos con anticoagulantes de acción directa que han reducido la tasa de complicaciones a la mitad respecto a fármacos previos como el acenocumarol (Sintrom), por lo que el beneficio es todavía más significativo”.
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