Pero volvamos a nuestro Cavendish, Henry. Aunque nació en una familia acomodada de origen noble (su padre era hermano de George Cavendish, tercer duque de Devonshire), tuvo la suerte de heredar en 1773, con 40 años, gran parte de la fortuna de su tío (pero no el título) y convertirse en una de las personas más ricas del país. O, como decían algunos, «el más rico de todos los sabios y, muy posiblemente, el más sabio de todos los ricos». Así que pudo dedicar su tiempo a la ciencia y ahorrarse interaccionar con nadie para ganar dinero (ni para vivir ni para investigar, no como otros). Esta fortuna le permitió montar una importante biblioteca, de la que prestaba muchos volúmenes a otros científicos: lo anotaba todo minuciosamente... tanto, que anotaba hasta cuando él mismo cogía un libro. En las raras ocasiones que salía de casa, a pesar de su bienestar económico, vestía ropas heredadas que hacía más de cincuenta años que ya estaban pasadas de moda. En cambio, asistía con regularidad a las sesiones de la Royal Society, en las que no abría la boca. Los colegas, para hablar con él, simulaban pasar a su lado por casualidad y hablaban al vacío con la esperanza de obtener alguna respuesta: susurrada si Cavendish lo consideraba interesante, o como un grito destemplado si le parecía una sandez. Es una pena que tampoco le gustara compartir sus hallazgos, por lo que no se descubrió su verdadera dimensión científica hasta mucho después de su muerte, cuando otros investigadores ya habían llegado a las mismas conclusiones que él. Mientras vivió, solo publicó sus experiencias sobre los gases, y todo lo demás se lo guardó. James Maxwell, el padre del electromagnetismo y el primer titular de la cátedra Cavendish que veremos más adelante, se dedicó a recopilar los experimentos sobre la electricidad y reconoció que Henry Cavendish se había anticipado a los hallazgos de Coulomb, Ohm, Faraday y Franklin. Gracias a ello, tiene un cráter dedicado en la Luna.
En cambio, la variedad de plátanos Cavendish a la que pertenece el célebre plátano de Canarias no se la dedicaron a Henry, sino a un familiar suyo posterior, William George Spencer Cavendish, sexto duque de Devonshire, soltero y sin hijos (de casta le viene al galgo). Hacia 1834, su jardinero y amigo Joseph Paxton cuidaba unos plátanos que le llegaron al duque desde la República de Mauricio, con tal éxito que ganó premios de horticultura. También los bautizó taxonómicamente como Musa cavendishii por su amigo, el sexto duque. A la muerte de este Cavendish en 1858, el ducado y la fortuna pasaron a su primo homónimo William Cavendish, segundo conde de Burlington, que ahora también sería séptimo duque de Devonshire. Este Cavendish era, además de rico, un reconocido y premiado matemático. Cuando fue rector de la Universidad de Cambridge (un centro con una larga trayectoria científica de relevancia, que comienza con Isaac Newton en el siglo XVII), financió con la fortuna familiar en 1873 las 6300 libras esterlinas necesarias para que el titular de la Cátedra Cavendish dirigiera el Cavendish Laboratory dedicado a la física experimental, cuyo primer ocupante fue el antes mencionado James Maxwell. En todas partes aparece que cátedra y laboratorio recibieron el nombre en honor a Henry (salvo en la web de la propia Universidad de Cambridge). ¿Por qué no lo llamó entonces Henry Cavendish Laboratory? ¿Por qué en la placa conmemorativa del antiguo edificio (colocada cuando a comienzos de los años 70 del siglo pasado se construyó uno nuevo más moderno acorde a las necesidades actuales de investigación; v. arriba a la derecha) no se menciona a Henry por ningún lado, pero sí al duque fundador?
A mí se me ocurre que a lo mejor quería distraer la atención para que no se notara mucho que su intención real era dejar huella de sí mismo, o de su familia en general, al amplio público que seguramente no recordaba la grandeza científica de su excéntrico antepasado.
Pero a lo que vamos: el edificio original del Laboratorio Cavendish ha tenido una importante influencia en el desarrollo de la física y de la biología modernas. En ellos han investigado nada menos que veintiocho premios Nobel (empezando por James Maxwell) relacionados con el descubrimiento del electrón, el del neutrón y la estructura de DNA (de Watson y Crick). Esto último cierra el círculo de información del título de esta anécdota: si Henry Cavendish no hubiera sido un científico huidizo, quizá hubiera malgastado la fortuna que permitió que un heredero construyera el laboratorio donde se descubrieron tantas cosas relevantes para la ciencia, incluido el DNA.
Colofón: comed plátanos Cavendish, que los palmeros os lo agradecerán tras la reciente erupción en Cumbre Vieja.
M. Gonzalo Claros
Nota publicada originalmente en la revista Encuentros en la Biología (vol. XV, n.º 181); reproducida aquí con autorización del autor
Bibliografía
Biografía de Henry Cavendish. En Centro Estudios Cervantinos [consulta 27-I-2022].
Kirke (2019): «Henry Cavendish: la soledad del excéntrico». En Leer, el remedio del alma [consulta 27-I-2022].
Lara, R. (2020): «Rescatando a las pioneras: Margaret Cavendish, protoecofeminista en el siglo XVII». En Mujer, feminismo, ciencia ficción [consulta 27-I-2022].
Navarro, A. (2019): Eso no estaba en mi libro de Historia de la Química. Córdoba: Guadalmazán.
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004): «Biografía de Lord Henry Cavendish». En Biografías y vidas: la enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España) [consulta 27-I-2022].
Wikipedia: «Cavendish Laboratory» [consulta 27-I-2022].
De Henry Cavendish a William Cavendish: ¿qué relación guardan con los plátanos Cavendish y con el Laboratorio Cavendish donde han investigado veintiocho premios Nobel? Off M. Gonzalo Claros Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/10pdNbK
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