Ante un neologismo acuñado en otra lengua —pongamos el inglés—, caben básicamente tres actitudes para su incorporación al español. Si consideramos que el extranjerismo es prescindible, pasamos a decirlo directamente en nuestra lengua; es lo que sucede, pongamos por caso, con lead (derivación), pues nadie llamaría, hablando en español, precordial leads a las derivaciones precordiales. Si consideramos que el extranjerismo es necesario o imprescindible, porque viene a designar un concepto novedoso que no tenemos forma de llamar en nuestra lengua, unas veces optamos por tomar el extranjerismo crudo; otras, por adaptarlo a nuestra ortografía. Son ejemplos de lo primero términos como bracket, catgut, kwashiorkor, pool y whisky; de lo segundo, términos como ‘blíster’ (castellanización de blister), ‘escáner’ (castellanización de scanner), ‘estrés’ (castellanización de stress) y ‘nailon’ (castellanización de nylon).
Flutter se cuenta, a buen seguro, entre los anglicismos crudos más arraigados en el lenguaje cardiológico actual; pero ¿es un anglicismo necesario o innecesario? Yo diría que más bien esto último, puesto que el concepto de flutter puede expresarse también en español; de hecho, se han propuesto diversas traducciones posibles, como ‘vibración’, ‘pulsación rápida’ o ‘taquisistolia’, de las cuales, la que ha alcanzado mayor aceptación es, con mucho, aleteo. Donde en inglés dicen atrial flutter, por ejemplo, decimos nosotros ‘aleteo auricular’ (o taquisistolia auricular) y nos entendemos igual de bien que en inglés. Si, pese a todo, alguien considerara absolutamente necesario o ineludible el anglicismo, lo recomendable sería castellanizarlo cuando menos a flúter, con tilde y una sola t.
La cosa se complica más cuando flutter sirve como punto de partida para acuñar un neologismo jergal en inglés por contracción: es lo que ha sucedido con flitter, usado en inglés para referirse al cuadro caracterizado por una mezcla electrocardiográfica de ondas auriculares de fibrillation (fibrilación) y flutter (aleteo); esto es, lo que en español llamamos fibriloaleteo (auricular), mejor que el híbrido *fibriloflúter* y no digamos ya *flitter* o *flíter*.
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Columna publicada originalmente en el «Viaje al corazón de las palabras» de Revista Española de Cardiología.
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