En los últimos años, el término microbiota ha ido más allá de lo relativo a la flora bacteriana intestinal. Paulatinos análisis y avances científicos han revelado microbiotas, microfloras o microbiomas tan numerosas y diferentes como sistemas existen en el organismo de los seres humanos. Hablamos así de microbiota intestinal, pulmonar, vaginal, bucal… De su buen funcionamiento depende, en gran medida y según los últimos descubrimientos científicos, la salud global pues ese conjunto de bacterias que se van desarrollando con el tiempo en nuestro organismo tienen, entre otras funciones, la de crear una barrera protectora frente a bacterias patógenas que pueden causar enfermedades.
Una microbiota saludable podría actuar como aliada preventiva frente a procesos de tumorogénesis. También parece repercutir en el éxito o fracaso de las terapias neoplásicas, en función de la ausencia o presencia de ciertas cepas bacterianas intestinales. A este reciente descubrimiento le siguen otros que relacionan el estado de la microbiota con distintas respuestas inmunitarias, con el posible desarrollo de diabetes u obesidad, con enfermedades cutáneas, con resistencias a antibióticos e incluso con el pronóstico de enfermedades mentales, entre otros muchos e innovadores ejemplos.
Mantener un equilibrio intacto, alejado de alteraciones, en los grupos de microorganismos que la componen parece esencial para evitar la aparición de diversas afecciones. Conocemos ya la existencia de la microbiota intestinal, pulmonar, vaginal, bucal, entre otras. Acaba ahora de sumarse una menos conocida, pero no por ello menos importante: la microbiota ocular. Se localiza en la córnea y en la conjuntiva y su desequilibrio podría estar relacionado con el ojo seco, una patología que en la actualidad afecta a cinco millones de españoles y a cerca de 350 millones de personas en todo el mundo, teniendo una importante repercusión en su calidad de vida.
La existencia de microorganismos en el cuerpo humano se conoce desde el descubrimiento de los microbios por Antonie van Leeuwenhoek en el siglo XVII, pero el estudio específico de la microbiota ocular se ha desarrollado desde la década de los 70 y, más específicamente, a partir del año 2.000 con la posibilidad de secuenciar el ADN de estos microorganismos.
María Gessa, directora médica en la Clínica Oftalmológica Miranza Virgen de Luján, en Sevilla, explica a DM que la microbiota ocular se refiere al conjunto de microorganismos -bacterias, virus, hongos y parásitos- que habitan de forma natural en la superficie ocular, conjuntiva, borde libre de los párpados y piel palpebral.
"Ejercen un papel importante en la salud ocular mediante la protección contra patógenos (la microbiota ocular compite con microorganismos patógenos por espacio y nutrientes, lo que ayuda a prevenir infecciones); modulación del sistema inmunológico (ayuda a regular la respuesta inmune local asegurando que el sistema inmunológico actúe de manera equilibrada) y el mantenimiento de la homeostasis de la lágrima (ayuda a mantener un equilibrio saludable de la lágrima y superficie ocular). En resúmen, la microbiota ocular es una parte crucial del ecosistema del ojo y juega un papel importante en la protección y mantenimiento de la salud ocular".
El desequilibrio de la microbiota ocular o disbiosis puede ser causado por varios factores que alteran la composición y el equilibrio natural de los microorganismos en el ojo. Esta descompensación puede contribuir a la aparición de diversas afecciones oculares, como el síndrome del ojo seco.
Según la oftalmóloga, "hay factores que pueden causar disbiosis y contribuyen en la generación o empeoramiento del ojo seco, ya que afectan a la producción y calidad de composición de la lágrima": la edad, por ejemplo, ya que a medida que envejecemos la composición de la microbiota ocular puede cambiar y, por tanto, puede conllevar a un aumento de microorganismos patógenos o a una disminución de microorganismos beneficiosos.
Factores ambientales como el clima seco, la contaminación del aire y la exposición prolongada a pantallas (dentro del síndrome de disfunción visual asociada a pantallas) o el uso de lentes de contacto pueden también alterar la composición de la microbiota ocular al cambiar el entorno en la superficie del ojo. "Estos factores podrían crear un microambiente favorable para el crecimiento de bacterias que no suelen predominar en un ojo sano, lo que contribuye a la disbiosis".
La microbiota ocular es parte crucial del escosistema del ojo y juega un papel importante en su protección y mantenimiento, por lo que hay que evitar su disbiosis
Otras causas de desequilibrio se asocian con el uso prolongado de antibióticos -especialmente cuando se usan de forma prolongada o inadecuada, alteran la microbiota ocular al eliminar tanto bacterias patógenas como beneficiosas, lo que puede llevar a un sobrecrecimiento de microorganismos resistentes o a la invasión de patógenos-; enfermedades sistémicas como la diabetes, el síndrome de Sjögren y otras autoinmunes afectan a la función de las glándulas que producen lágrimas y cambian la microbiota ocular.
De la misma forma, la inflamación crónica de la superficie ocular, que altera el entorno microbiano pudiendo modificar la cantidad y la calidad de las lágrimas, afectando negativamente la microbiota, así como una higiene ocular inadecuada, deficiente o excesiva, puede alterar el equilibrio microbiano en los párpados y la superficie ocular, llevando a la disbiosis.
El ojo seco, en el punto de mira
La causa más frecuente de ojo seco es la disfunción de glándulas de Meibomio, responsables de lubricar la superficie ocular mediante el aporte de grasa a la lágrima para evitar su evaporación y garantizar la hidratación del ojo. Cuando las lágrimas no pueden lubricar adecuadamente el ojo, aparecen molestias y problemas visuales y, en algunos casos, lesiones en la superficie ocular que podrían dañar la córnea y a la conjuntiva o membrana que recubre tanto la superficie interna del párpado como el globo ocular.
Esta alteración está relacionada, muy a menudo, con la infección por demodex, un parásito que forma parte de la microbiota ocular. Gessa explica que se trata de un tipo de ácaro que comúnmente se encuentra en la piel y los folículos pilosos de los humanos. En condiciones normales, su presencia no se considera una infección. Sin embargo, en algunos casos, una proliferación excesiva de demodex puede causar condiciones como la blefaritis o la dermatitis. "Por lo tanto, aunque la presencia de demodex en los ojos no siempre se considera una infección, un desequilibrio en su cantidad podría dar lugar a problemas oculares".
Este parásito forma parte de la microbiota ocular, pero para prevenir su sobrecrecimiento hay una serie de medidas, indica la especialista, como mantener una buena higiene facial con especial atención a la zona de los párpados para eliminar el exceso de grasa y suciedad que podrían favorecer la proliferación de ácaros, evitar el uso excesivo de maquillaje y utilizar productos específicos recomendados por un oftalmólogo, así como cambiar con frecuencia las toallas, fundas de almohadas y gafas de sol.
Algunos de los factores de riesgo más comunes para padecer de ojo seco son el envejecimiento, los cambios hormonales en la mujer embarazada, el uso de tratamientos anticonceptivos y la menopausia. La cirugía refractiva es otro de los aspectos a tener en cuenta, además de algunos elementos relacionados con el estilo de vida como pueden ser el tabaco, los ambientes secos, la exposición a las pantallas y el uso de lentes de contacto.
Así, personas mayores, mujeres -especialmente si usan anticonceptivos o entran en la menopausia-, personas que trabajan frente a pantallas o las que tienen ciertas condiciones médicas, como artritis reumatoide, lupus u otras enfermedades autoinmunes, constituirían los grupos más vulnerables para padecer ojo seco.
Existen factores que elevan el riesgo de padecer ojo seco, así como grupos de población más vulnerables. Pero, también hay recomendaciones para reducirlos
En este momento, las terapias para esta patología ocular están encaminadas en restablecer el equilibrio de la superficie ocular, reducir la inflamación de la misma y mejorar la calidad de la composición de la lágrima. La microbiota parece que empieza a hacerse hueco como posible apoyo terapéutico, ya que, según la oftalmóloga, "algunos estudios sugieren que el uso de probióticos o prebióticos puede influir en la microbiota ocular y potencialmente tener efectos beneficiosos en el tratamiento del ojo seco. Estas terapias podrían ayudar a restaurar un equilibrio saludable de la microbiota en los ojos y así mejorar los síntomas de sequedad ocular".
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