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De acuerdo con el físico y filósofo Erwin Schrödinger, los sistemas, conforme aumentan, más susceptibilidad al caos presentan y más tienden a la entropía. Algo parecido es lo que ocurre con el universo del lenguaje científico-médico, en expansión constante. A pesar de que la tradición lo define como un lenguaje objetivo, claro, preciso y unívoco, basta con echar un vistazo al trabajo de los que nos dedicamos a él para poder demostrar lo contrario. Lacónica prueba de ello: las estructuras anatómicas «bartolinas».
Gaspar Bartolino el Viejo (1585-1629); su hijo, Tomás Bartolino (1616-1680), y el nieto del primero, Gaspar Bartolino el Joven (1655-1738), conforman una estirpe de médicos daneses que, durante los siglos XVI y XVll, realizaron contribuciones importantes a los tratados de anatomía. Entre las aportaciones anatómicas que se le atribuyen al último, se encuentran dos conductos de muy distinta ubicación, pero misma denominación.
El primero es el conducto sublingual de Bartolino1. Este conducto, en determinados contextos, puede verse privado del adjetivo especificativo y llamarse simplemente conducto de Bartolino (en inglés, Bartholin´s duct). Asimismo, también recibe el nombre de conducto sublingual mayor (en inglés, major sublingual duct). El conducto sublingual de Bartolino drena la secreción de la glándula salival sublingual.
El segundo es también un conducto excretor, situado, empero, en la región más inferior del tronco femenino. Se trata del conducto de la glándula de Bartolino (en inglés, Bartholin´s gland duct) o —haciendo gala el lenguaje médico, una vez más, de su riqueza— conducto de la glándula vestibular mayor (en inglés, major vestibular gland duct), que secreta el moco lubricante elaborado en las dos glándulas de Bartolino, localizadas una a cada lado del introito de la vagina. Estas glándulas son de una importancia extrema, pues, sin ellas, probablemente, la raza humana no habría llegado aquí con tanta facilidad. En ocasiones, este conducto de Bartolino se obstruye por la acumulación de moco, lo que puede dar lugar al llamado ‘quiste de Bartolino’ (Bartholin´s cyst) o a una bartolinitis (bartholinitis). Con menor frecuencia, la bartolinitis puede deberse a una infección.
Vemos aquí, por tanto, ejemplos irrefutables de la entropía del lenguaje médico, que ni claro ni unívoco, pero asaz rico y apasionante.
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Isabel Martos Maldonado es traductora, máster e intérprete en el sector sanitario. Columna publicada originalmente en el blog IMM Talks. Reproducida con autorización de la autora.
1 Por si el rizo no estuviese lo suficientemente rizado, en todos los ejemplos, en lugar de Bartolino, puede encontrarse también la grafía Bartholin.
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