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En su influyente libro The Selfish Gene (El gen egoísta, 1976), el biólogo evolutivo y divulgador británico Richard Dawkins acuñó el neologismo meme para designar la unidad de transmisión de información cultural, por analogía con el gen como unidad de transmisión de información genética. El propio Dawkins cuenta que inicialmente pensó en llamarla mimeme (del griego μίμημα, mímema, cosa que se imita), pero desechó la idea con el siguiente argumento: «mimeme comes from a suitable Greek root, but I want a monosyllable that sounds a bit like gene». En español, si a partir del inglés gene (pronunciado /yin/) formamos el monosílabo ‘gen’, lo esperable a partir del inglés meme (pronunciado /mim/) habría sido formar mem, también monosílabo. O quizá mema, habida cuenta de que el sufijo inglés -eme (en español, -ema), suele usarse para indicar una unidad distintiva de estructura lingüística, como vemos en grapheme (grafema), lexeme (lexema) y phoneme (fonema).
Sea como fuere, el caso es que el calco bisílabo meme entró con esa forma en las primeras traducciones al español y, como buen meme, cuajó rápidamente en el uso. La RAE lo admitió en 2018 y hoy no parece concebible ya con otra grafía. Todo internauta, por cierto, sabe, además, que nuestros memes actuales distan bastante del sentido original que quiso dar Richard Dawkins al término. Hoy llamamos ‘meme’, básicamente, a una fotografía, un dibujo, un texto o un vídeo de carácter chistoso o caricaturesco que busca viralizarse a través de las redes sociales. ‡‡
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