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En demasiadas ocasiones, la hospitalización de un paciente desemboca en una infección relacionada precisamente con esa hospitalización. Esas infecciones asociadas a la atención sanitaria suponen un problema creciente en todo el mundo, pues, entre otras cosas, significan aproximadamente el 6% de los presupuestos hospitalarios globales.
Solo en la Unión Europea, suman más de 3,5 millones de casos al año, lo que se traduce en 2,5 millones de años de vida ajustados por discapacidad, un coste de hasta 24.000 millones de euros y 90.000 muertes. En Estados Unidos son la sexta causa principal de muerte.
Aquellos pacientes con las defensas inmunitarias reducidas y, en algunos hospitales, la escasa adherencia a los protocolos de higiene, permiten que las infecciones asociadas a la atención sanitaria se propaguen. Ni siquiera los estándares de limpieza más exigentes logran reducirlas.
Un grupo de investigadores españoles se ha centrado en analizar durante un año los desagües de los lavabos de un moderno hospital mallorquín y ha hallado hasta 67 especies de bacterias diferentes a pesar de que el centro sigue protocolos de limpieza de última generación: los lavabos y sus desagües se limpian rutinariamente con lejía, además de desinfectarse con productos químicos y vapor a presión cada 15 días, o cada mes en las zonas donde no hay pacientes y una vez al año, los desagües se hipercloran a baja temperatura.
"Demostramos que los desagües de los lavabos de los hospitales albergan poblaciones bacterianas que cambian con el tiempo, a pesar de los impecables protocolos de limpieza en el hospital en particular que analizamos", señala Margarita Gomila, profesora de la Universidad de las Islas Baleares en España y autora principal del estudio que se ha publicado en Frontiers in Microbiology.
Cinco unidades diferentes
Entre febrero de 2022 y febrero de 2023, los investigadores utilizaron hisopos de algodón para tomar muestras en cuidados intensivos (una de las unidades recién inaugurada), hematología, una sala de estancias breves, otra de medicina general y un laboratorio de microbiología.
Cultivaron las bacterias muestreadas en cinco medios diferentes y a dos temperaturas diferentes, e identificaron los 1.058 aislamientos resultantes con códigos de barras de ADN y espectrometría de masas. A continuación, utilizaron una plataforma automatizada para comprobar si cada uno de los aislamientos era resistente a una variedad de antibióticos.
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