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Ya en 1999 el Instituto de Medicina de Estados Unidos dejó claro que, como decía el título de la célebre publicación, errar es humano. Pero en un ámbito como el sanitario esos errores pueden tener consecuencias fatales: en el libro quedaba claro que entre 44.000 y 98.000 personas morían al año en Estados Unidos por errores médicos, cifras muy superiores a las muertes causadas por el alzhéimer, las drogas o los accidentes de tráfico. Pero lo escandaloso no eran las cifras, sino el hecho de que una gran mayoría de esos errores -y otros también graves aunque no terminaran en exitus- eran evitables. Y para hacerlo, además, no era necesario complicarse demasiado la vida.
Así lo demostró, diez años después, el que dio origen a una serie de proyectos impulsados por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) y su homóloga de enfermería (Seeiuc), que buscaban reducir todo lo posible las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria en las UCI españolas o, lo que es lo mismo, hacer que tendieran a cero.
El primero de estos proyectos, que ha cumplido 15 años, fue Bacteriemia Zero. Según explica su coordinador, Xavier Nuvials, jefe de sección de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Vall d’Hebron, de Barcelona, “a pesar de tener consolidada la vigilancia de las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria en UCI y de disponer de protocolos y recomendaciones destinadas a reducir las infecciones, las tasas de bacteriemia primaria no habían descendido a lo largo del tiempo”.
Así, durante el periodo 2000-2006, teniendo en cuenta los datos del registro Envin -en el que la Semicyuc recogía desde mediados de los 90 la presencia de infecciones en las UCI, entre otros parámetros-, “la densidad de incidencia de bacteriemia primaria oscilaba entre 5,04 y 7,94 episodios por cada 1.000 días de dispositivo”.
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