Muchos médicos no están esperando a que tú les digas qué herramientas pueden usar para que se pongan con ello. La ciudadanía ya pregunta a modelos de inteligencia artificial sobre multitud de cuestiones relacionadas con su salud. Mientras tú redactas otro plan de transformación digital, médicos y pacientes han preguntado ya a ChatGPT cuál es la dosis pediátrica de amoxicilina para ese niño de cinco años con otitis media, y ha acertado.
Cuando una herramienta o tecnología aporta valor real, se abre camino. Aunque no esté validada. Aunque no esté recomendada. Aunque no tenga logo institucional.
Este logo institucional, por otro lado, sí lo tenía MeQA, el asistente virtual de la AEMPS lanzado en abril para facilitar el acceso a información sobre medicamentos. La intención era buena; el resultado, no tanto. Yo mismo lo probé nada más se abrió al público y bastaron unos minutos para comprobar lo poco útil que resultaba por la imprecisión de las respuestas. La herramienta fue retirada apenas unos días después. Acto seguido, continué preguntando a mi motor de IA de confianza, ese que no lleva sello institucional, pero sí responde mejor.
Porque el valor se impone. Con o sin permiso.
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