Los astronautas se enfrenten al “silencio eterno de los espacios infinitos” que aterraba a Blaise Pascal, y por si fuera poco lo hacen en un entorno hostil, marcado por la ingravidez, la radiación ionizante y el confinamiento. El efecto de ese “exposoma espacial” en el organismo humano es objeto de investigación, sobre todo desde que se planean misiones de larga duración, como visitas a la Luna y a Marte, y con la irrupción de los vuelos espaciales comerciales.
Las investigaciones recientes han mostrado que los viajes especiales cambian múltiples parámetros biológicos, la mayoría de forma reversible. La medicina aeroespacial es un campo recién abierto, que sigue indagando en la comprensión de los riesgos para la salud asociados a la exploración espacial.
La información que se obtenga podría ser útil en otros contextos. Así lo ha expuesto Joseph Borg, del Departamento de Ciencias Biomédicas Aplicadas de la Universidad de Malta y del grupo de trabajo de la NASA GeneLab, en una sesión dedicada a la “Hematología espacial”, en el congreso de la Asociación Europea de Hematología (EHA), en Milán (Italia).
Hemoglobina fetal
Es sabido que los cosmonautas desarrollan anemia durante sus estancias en el espacio. Al analizar las causas, el grupo de Borg ha encontrado que la hemoglobina fetal se activa en el espacio. Cambia la expresión de los genes reguladores, de forma que decae la del gen de la hemoglobina adulta mientras que aumenta, hasta se duplica, la expresión del gen de la hemoblogina fetal. Así, en el espacio “la eritropoyesis cambia a un tipo primitivo, sobrexpresando la globina embrionaria y la fetal”.
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