Un grupo de expertos, sociedades científicas y representantes de las administraciones sanitarias, con el apoyo de Farmaindustria, ha elaborado una guía de recomendaciones de buenas prácticas para el fomento de la investigación clínica en atención primaria. Una iniciativa que surge a la vista de una realidad demoledora que deja esta investigación en cifras testimoniales, a pesar de que atención primaria tiene fortalezas innegables, como el acceso a un volumen enorme de población, a las patologías más prevalentes y al seguimiento de los pacientes.
En los últimos cinco años, su participación en ensayos clínicos ha sido del 7,5%. Es el dato que proporciona la presidenta de SEMG, Pilar Rodríguez Ledo, y que en este 2023, el vicepresidente primero de la Semergen, Rafael Micó, rebaja al 6,3%. En la misma línea, la guía afirma: "Los ensayos clínicos se realizan en pocos centros y por profesionales concretos".
Primaria dispone de una estructura sólida y distribuida en más de 13.000 centros de salud. Es el nivel donde se ven todo tipo de patologías, las más prevalentes, realizando el seguimiento y el control de aquellas cuyos episodios agudos se tratan en el hospital. Sus profesionales muestran alta motivación y rigor, y tiene sistemas de información comunes, lo que permite contar con la historia clínica personal y familiar.
Datos sin aprovechar
"Tenemos datos poblacionales. Los enfermos crónicos de diabetes, HTA, colesterol, obesidad, viven en primaria. Los estudios sobre estos tratamientos tenían que estar aquí, como pasa en Gran Bretaña, Suecia o Dinamarca", reivindica Rafael Micó. Rodríguez Ledo ofrece una fotografía similar: "El 90% de la población pasa por atención primaria a lo largo del año; los casos graves son los que van al hospital. Primaria tiene más posibilidades de generalizar resultados".
Por su parte, la presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), Carina Escobar, destaca que la investigación en primaria supone un avance en términos de equidad y un conocimiento más cercano de la evolución de la ciencia y sus beneficios.
Rafael Micó reprocha a la Administración que no haya realizado una apuesta decidida. Pese a que la guía señala como fortalezas que algunas comunidades disponen de entidades de gestión propia para fomentar esta investigación y otras de institutos de investigación, que prestan servicio a primaria, Micó duda de la eficacia de estos últimos organismos: “Los institutos engordan mientras primaria baja su porcentaje”.
Ni cultura, ni tiempo
Hoy falta una cultura investigadora, no hay tiempo en las agendas, lo que se une a una alta rotación, especialmente de personal técnico y de enfermería, y tampoco existe infraestructura, ni siquiera tecnología básica. Salvo casos aislados, no hay mecanismos de reconocimiento e incentivación a los profesionales. Una formación específica escasa, la dispersión de los centros de salud y la ausencia de redes de colaboración, son otras barreras.
La complejidad administrativa tampoco ayuda con la obligación de que los estudios pasen por varios comités científicos, como denuncia Micó: "Hay un afán fiscalizador, no facilitador". De ahí, una de las recomendaciones de la guía: armonizar, simplificar y agilizar la gestión de la investigación clínica.
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