La pandemia eclipsó el 200 aniversario de 'la puchera de Riaza'. Lo creó en 1820 el farmacéutico Frutos Sanz y Agudo para tratar la malaria y tuvo su apogeo entre 1860 y 1865. Uno de sus descendientes, Carlos Leopoldo García Álvarez, odontólogo, ha escrito uno de los capítulos del libro La puchera de Riaza. 200 años del primer específico español, presentado el pasado 4 de diciembre en el Ateneo de Madrid.
Los otros autores son Antonio González Bueno, catedrático de Historia de la Farmacia y Legislación farmacéutica en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF), y Julio González Iglesias, presidente de la Academia Española de Estudios de Odontoestomatología.
Según González, el farmacéutico Sanz y Agudo no descubrió la pólvora, "pero la comercializó", como explica en este vídeo que se proyectó en 2022 durante una exposición en el Ayuntamiento de Riaza, realizado también por un familiar de Sanz y Agudo.
Dado que entonces no existían las patentes, la fórmula era secreta, y solo la conocían el farmacéutico y un ayudante. Después, los familiares y sucesores de la farmacia de Sanz y Agudo mantuvieron la fórmula en secreto durante varias generaciones. Eso sí, este libro la publica abiertamente:
-
Sulfato ferroso: 7 gramos.
-
Carbonato armónico: 7 gramos.
-
Carbonato potásico: 14 gramos.
-
Quina calisaya: 90 gramos.
-
Miel blanca: 200 gramos.
-
Agua: 160 gramos.
Se denominaba "electuario febrífugo" y la base era la quina calisaya, aparte de cierta cantidad de jarabe y miel (para alargar la caducidad del fármaco). Sus propiedades eran ya conocidas por las tribus indígenas (el árbol es originario de países andinos, como Perú), y después los jesuitas fueron los primeros en conocer su utilidad terapéutica. Sanz y Agudo, basándose en la literatura de la época, eligió la quina calisaya por tener mayor contenido en alcaloide.
El objetivo era tratar las "fiebres tercianas y cuartanas", llamadas así por tratarse de fiebres intermitentes cuyos síntomas desaparecían a los tres o cuatro días, y después reaparecían; en la mayoría de los casos eran fiebres palúdicas o malaria, enfermedad denominada entonces "mal del aire" (de ahí, malaria), llegadas a Europa desde África, con los ejércitos de Aníbal. El preparado también se empleaba para tratar pulmonías y otras afecciones de tipo febril.
El prospecto, escrito por Sanz y Agudo, se adjuntaba en cada una de las pucheras, recipientes que consistían en pequeños pucheros de barro con un solo asa, con la dosis necesaria para un solo enfermo. García Álvarez señala que "fue la primera vez que se imprimió un prospecto en nuestro país con tan alta difusión". Lo que entonces fue un hito, hoy lo es tener el prospecto electrónico, no en papel.
"Hoy en día la quinina, derivado de la quina, se sigue utilizando como base para nuevos medicamentos mucho más elaborados químicamente" (Carlos L. García)
El prospecto, escrito por Sanz y Agudo, explica la manera en que debía tomarse el remedio: "Por la mañana, en ayunas, una cucharada regular disuelta en un cortadillo de agua; a las dos horas, unas yemas claras con azúcar, o bien sea chocolate, o caldo; a las diez, otra en los mismos términos; al mediodía se come moderadamente no habiendo calentura y, si la hubiere, se toma un caldo, y otro a las dos [...]".
¿Cómo se hacía la distribución del medicamento? "A cargo de arrieros y comerciantes ambulantes. [...] Ofrecían la puchera de Riaza como uno de sus productos estrella, pues la demanda era alta".
García Álvarez señala en el libro que "hasta finales del siglo XIX la puchera siguió siendo muy apreciada y procuró buenos dividendos a la familia, aunque en una última etapa algunos arrieros la adulteraron, al diluirla con miel y agua en pucheras vacías y conseguir así dos o tres medidas por cada puchera original. Este engaño desprestigió mucho el medicamento". También influyó la evolución de la industria farmacéutica, "con nuevos medicamentos más eficaces y baratos".
¿Por qué se considera el primer medicamento específico? "Porque era para una enfermedad concreta y con unas pautas que hasta entonces no se utilizaban: la dosificación, el envasado y las indicaciones de administración. Anteriormente había muchos productos farmacéuticos, con principios activos y mezclas de productos vegetales, pero se utilizaban sin una indicación específica y sin un envasado como tal, con la dosis justa para una persona y una enfermedad. Es decir, este estaba pautado", explica García Álvarez a este periódico.
García Álvarez comenta que "hoy en día la quinina, derivado de la quina, se sigue utilizando como base para nuevos medicamentos mucho más elaborados químicamente. Aparte, también está la vacuna".
via Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/OZH3jLN
No hay comentarios:
Publicar un comentario