A la vertebroplastia y la cifoplastia, dos procedimientos mínimamente invasivos (con acceso mediante una o varias punciones), les ha salido una seria competidora, la técnica Spinejack, para la misma indicación: fracturas por compresión vertebral en la columna, que son consecuencia de la osteoporosis, neoplasias (mieloma, metástasis osteolíticas), enfermedades metabólicas óseas e, incluso, algunos traumatismos por accidente; son todas ellas lesiones muy dolorosas que provocan incapacidad funcional a los afectados, limitando su calidad de vida y también su supervivencia.
A diferencia de sus predecesoras, que ya supusieron un gran avance, la Spinejack va un poco más allá en los resultados al utilizar un implante de titanio (minúsculo, para caber dentro del cuerpo vertebral) similar a un gato expansible (como el que se usa para levantar los coches para cambiar ruedas) que se coloca a cada lado de la vértebra dañada para que, tras regular poco a poco la apertura conveniente, recupere la altura perdida. El segundo paso es darle consistencia a la estructura ósea del cuerpo vertebral infiltrando cemento en el espacio hueco creado por el implante para que quede soldado. Con esta técnica también se aplica el cemento de manera más controlada, evitando que sobresalga por los lados de la vértebra o que invada algún nervio.
Con todo ello, y a diferencia de los otros abordajes, se repara la fractura y se recupera la altura de la vértebra fracturada y, lo que es más importante, la anatomía vertebral original, de tal forma que se evitan daños en las vértebras contiguas y el resultado final es permanente (el implante queda fijado en la vértebra). La vertebroplastia y la cifoplastia también permiten reparar la fractura pero, por el contrario, no garantizan que se restaure la altura vertebral perdida, por lo que la presión sobre las vértebras restantes se modifica, lo que incrementa el riesgo de posteriores fracturas.
Es lo que han comprobado en el Hospital del Mar de Barcelona, donde están estudiando con detenimiento el uso de esta técnica en pacientes bien seleccionados, los que más se puedan beneficiar de ella pero sin límite de edad, según han informado a este diario Josep Maria Maiques, jefe del Servicio de Radiología, y Jesús Lafuente, coordinador de la Unidad del Columna del Servicio de Neurocirugía; sus dos equipos trabajan en esto con el apoyo de los del Servicio de Reumatología, la Unidad Funcional de Columna Vertebral y el Servicio de Anestesiología. Por ahora han tratado de esta forma solo a cinco paciente (los que les han autorizado) y los resultados no dejan lugar a dudas: "Han ido extremadamente bien"; pocas horas después de la intervención, el dolor puede desaparecer y la biomecánica de la columna mejora, han asegurado.
Una sola noche de ingreso
La intervención, con infiltración local y anestesia general en ventilación espontánea, es casi ambulatoria (una sola noche de ingreso), y no se lleva a cabo en un quirófano sino directamente en la mesa (con el paciente boca abajo) del aparato de Tomografía Computada (TC), cuyas imágenes guían toda la intervención, junto con el convencional arco de radioscopía. Bastan dos incisiones muy finas, de aproximadamente de un centímetro de longitud, en la espalda del paciente para crear una estrecha vía de acceso a la vértebra fracturada, para poder insertar el citado implante. Y la recuperación es prácticamente inmediata; no hace falta rehabilitación. En los pacientes con neoplasias se puede incluso realizar esta técnica al mismo tiempo que la termoablación en el tumor, han destacado Maiques y Lafuente.
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