“A día de hoy sé cuándo va a comenzar la Liga de fútbol, pero no tengo nada claro cuándo voy a poder volver a trabajar en el laboratorio”. “¿Por qué pueden trabajar sectores como el la de construcción y la mayoría de científicos siguen en casa?” Estas son algunas de las reflexiones que hace casi ya dos meses, desde que se decretara el estado de alarma sanitaria, se hacen los investigadores españoles. ¿Por qué no han contado con ellos? ¿Por qué no se les ha considerado esenciales para luchar contra una pandemia de esta magnitud? ¿Qué se ha perdido durante este tiempo en barbecho? ¿Cuándo y en qué condiciones empezará la desescalada para los institutos de investigación sanitaria y los centros de biomedicina de la red pública? Son muchas las preguntas, muchas de ellas aún sin respuesta, que realiza un colectivo, que como poco, se siente desaprovechado y, últimamente , indignado.
Son conscientes que en el pico agudo de la pandemia, era lógico que la sociedad en su conjunto se mantuviera encerrada en casa, pero pasado ese periodo, los científicos no acaban de comprender por qué la mayoría de ellos sigue fuera de sus laboratorios cuando representan a un colectivo cualificado para trabajar en condiciones óptimas de seguridad y de calidad, con la simple implantación de equipamientos y objetivos mínimos y protocolos adecuados de trabajo.
Algunos de los centros empiezan a salir de una especie de hibernación forzada, pero los hombres y mujeres de ciencia sostienen que se han perdido más de 40 días, un tiempo muy preciado para todos los proyectos en desarrollo dentro de los laboratorios, sin contar con el sentimiento de indiferencia y desaprovechamiento al que se han visto sometidos: “no se ha contado con nosotros en Covid-19”, dice tajante y apesadumbrado Xosé Bustelo, presidente de la Asociación Española para la Investigación del Cáncer (ASEICA) y vicedirector del Centro de Investigación del Cáncer, en Salamanca, institución que al igual que el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovascular (CNIC) y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han permanecidos cerrados desde el comienzo del estado de alarma, “quedando sólo una actividad residual dirigida a experimentos concretos que no podían ser paralizados sin pérdidas irreparables”, señala Bustelo.
Desconocimiento absoluto
Eduardo López Collazo, director del Instituto de Investigación del Hospital La Paz (Idipaz), en Madrid, uno de los buques insignia de la investigación hospitalaria española, achaca el parón de la actividad, a un “total desconocimiento de lo que es la investigación. Ahora mismo, el Gobierno, las instituciones políticas y hasta incluso la sociedad, identifican la investigación Covid con un ensayo clínico terapéutico o con el desarrollo de una vacuna. Perfecto, pero el ensayo clínico debe estar avalado por una investigación previa que ni se entiende qué es”. Recalca que no considera que ningún estamento, político o social, quiera que las cosas no se solucionen. “Es puro desconocimiento de cómo se hace ciencia. Los científicos protestamos, pero nos leemos y escuchamos entre nosotros mismos; la sociedad no nos lee, no somos “influencers”, no “vendemos porque no se entiende la importancia y la dinámica de la ciencia, sin contar con las grandes trabas burocráticas a las que nos enfrentamos”.
Durante la pandemia, en Idipaz, la mayoría de los investigadores clínicos han sido médicos Covid y están llevando a cabo ensayos clínicos y atendiendo a los pacientes. El 85% por ciento de los de corte básico, más de 500 profesionales, están en casa, y sólo un 15% mantiene algún proyecto muy relacionado con Covid. Una situación que se ha reproducido en la mayoría de los más de 30 institutos de investigación sanitaria, adscritos a los hospitales. “De pronto, la gran mayoría de los centros que hacen investigación traslacional están cerrados, con una investigación residual fundamentalmente basada en ensayos clínicos con moléculas que han salido de la ciencia básica. La aspirina no salió de las consultas, sino de los laboratorios”, sostiene López-Collazo.
El ensayo clínico debe estar avalado por el básico. La aspirina no salió de las consultas
La ciencia ha vuelto a perder comba, indica Bustelo. Casi todas las áreas relacionadas con la experimentación –que han tardado en conseguirse meses o años-, se han visto perjudicadas –algunos proyectos incluso sean parado- porque la clínica, fundamentalmente dirigida a Covid-19, se ha priorizado. El resto es extremadamente residual, lo que puede originar consecuencias muy graves porque el “cáncer, las enfermedades raras, las neurológicas; todas siguen ahí, no se han detenido”.
En cáncer, por ejemplo, el presidente de ASEICA alerta sobre la paralización, e incluso retroceso en algunos casos, de muchos proyectos, cuando también siguen siendo una emergencia sanitaria. “Grupos punteros en ciencia básica han perdido reactivos esenciales, así como cepas, colonias experimentales y modelos animales que son esenciales para el estudio de una enfermedad que es también una pandemia, por lo que no hay que perder las perspectivas a largo plazo”. Similar impacto han sufrido ciertos ensayos básicos para patologías tan prevalentes como las cardiovasculares y que, irremediablemente, tendrán que volver a la casilla de salida.
Situación mundial
En Alemania o Reino Unido, por ejemplo, las autoridades sanitarias han mostrado un mayor interés por las aportaciones que la ciencia básica podría realizar en la lucha contra el SARS-CoV-2, centrándose colaborar en procedimientos de detección de Covid, con utilidad práctica y clínica, aunque el cierre de los centros investigadores también ha sido un hecho real, al menos en las primeras fases de la oleada de transmisión, en la mayor parte de los países europeos afectados por la infección.
En Estados Unidos, y según Álvaro Curiel, del Centro del Cáncer Herbert Irving de la Universidad de Columbia, en Nueva York, Estados Unidos, la investigación de laboratorio, que ya ha comenzado a recuperarse en algunos centros, estuvo parada casi por completo, al menos en Nueva York - ciudades como Washington y Boston siguen patrones muy similares- y no sólo en la Universidad de Columbia sino en todos los centros de investigación de Manhattan, aunque las autoridades académicas se ha han abierto a todo tipo de colaboración. “Mantenemos servicios mínimos como las colonias de animales y algún tratamiento que estuviera lanzado antes del inicio y para el que tuvimos que pedir permiso especial. El resto: líneas celulares y experimentos rutinarios, entre otros, está parado”.
En algunos centros de Estados Unidos y en contexto Covid se han montado proyectos con gran interés para la investigación futura
Sin embargo, la sensación entre la comunidad científica estadounidense es que sí se están sintiendo representados en el contexto Covid. La universidad de Columbia, por ejemplo, montó una una red de voluntariado que trabaja desde variados frente y en investigación se están desarrollando proyectos con un gran potencial clínico. Por ejemplo, un biobanco de muestras a través del que ya se han procesado más de 15.000 de pacientes. El valor de esto para futuras investigaciones va a ser inmenso”.
En este momento, este investigador formado en el CNIO español, colabora, desde la parte investigadora, con su hospital universitario –que cuenta con varios grupos punteros en virus, como el de David Ho-, estudia las muestras de infectados por SARS-CoV-2 para encontrar “cualquier relación entre los pacientes con una peor evolución que pueda ayudar directamente en la clínica”. Las trabas burocráticas, a las que aludía López-Collazo en España, se están agilizando en Estados Unidos: “se están realizando muchos fast grants, aprobación de proyectos de investigación de manera muy rápida, y con elevada financiación. Además, Columbia ha permitido gastar cierto montante de otros proyectos para comprar los primeros reactivos y evitar estar parados”.
Empieza la cuenta atrás
Actualmente, y al margen de los 54 laboratorios que practican diagnóstico de Covid-19, el Instituto de Salud Carlos III, en Madrid, ha acreditado hasta 40 unidades de centros de investigación y universidades como cumplidoras de los requisitos para realizar PCR para la detección del virus SARS-CoV-2. La desescalada empieza a ser una realidad, y a pesar de que el tiempo perdido parece irrecuperable, no es menos cierto que los científicos siguen poniendo sobre la mesa soluciones, tanto para la apertura progresiva de sus laboratorios, como para la unión de recursos contra la Covid-19.
López-Collazo y Bustelo insisten, por ejemplo, en la posibilidad de cooperar con la realización de PCRs y no para invadir el terreno de los servicios de Microbiología hospitalarios, sino para “echar una mano” caracterizando pacientes negativos y positivos. Si tenemos recursos e infraestructura, ¿por qué sustraer tiempo a los hospitales?”, se pregunta Bustelo y a lo que López-Collado matiza: “se han basado en la homologación cuando desde los laboratorios se puede hacer perfectamente la detección y ser muy útiles afinando diagnósticos y acortando los tiempos de las pruebas”.
Hay que trabajar con planes de urgencia y otros a corto plazo no Covid bien financiados
En Estados Unidos, la reapertura progresiva de los laboratorios empezó a plantearse el pasado lunes 18 de mayo, y ya han empezado algunos centros a movilizarse progresivamente, según Curiel, quien adelanta que en otros, como el Sloan Kettering Cancer Center, también en Nueva York, se habla de fases de 15 días de duración cada una hasta volver a la normalidad, indicaciones que podrían adoptarse en el resto de centros, pero “primando la seguridad de los profesionales”.
La desescalada en España no parece fácil en la totalidad de centros a corto plazo, confirma Bustelo, pero “con las medidas de seguridad oportunas, hay que ponerse a trabajar ya en Covid, siendo más activos en la detección de positivos , y en el resto de áreas, con planes especiales de urgencia y planes a corto plazo en áreas no Covid bien financiados, que asienten de una vez por todas las investigaciones clínica y básica, pero también la tecnológica”. El camino se hace andando, pero “si no aprendemos de nuestros errores y si nos ponemos en el peor de los casos, un nuevo repunte de la infección, estaremos en el mismo escenario. Y no nos lo podemos permitir”, sentencia López-Collazo.
El ejemplo de una 'rara avis' que planificó su peculiar escalada
En la otra cara de la moneda se encuentra el ejemplo del CIC BioGUNE, centro de investigación en Bilbao, cuyos profesionales acordaron, el día anterior a la declaración del estado de alarma, reducir la carga de personal de la plantilla para realizar teletrabajo; reuniones por videoconferencia que se llevaron a cabo hasta el 8 de abril y que mantuvieron viva la idea de una cierta normalidad y que, posteriormente, se ha ido implantando a través de fases de adaptación.
Desde que se implanta el trabajo en remoto, una rama del CIC BioGUNE, que se mantiene activa, se dedicó a la investigación y detección relacionada con Covid para apoyar la detección. Paralelamente, y desde la tercera semana del mes de marzo, se empieza planificar la reactivación del centro, sin perder de vista las condiciones de máxima seguridad –con EPIs, distancias de seguridad, espacios adaptados- , estrategia que en la que se trabaja hasta el 20 de abril, fecha en la que el CIC BioGUNE volvió a abrir con una actividad investigadora propia mínima presencial del 25% y en la que el trabajo eficiente de científicos, dirección del centro, bioseguridad, equipos de mantenimiento y comité de empresa, ha permitido aumentar progresivamente tanto el número de personas como los tiempos.
“Dentro de esta situación excepcional, hemos trabajado de forma muy eficiente porque ha dado tiempo a prepararlo de forma conjunta”, explica Arkaitz Carracedo, del Laboratorio de Señalización y Metabolismo del Cáncer del CIC BioGUNE.
La máxima de los protocolos de esta “desescalada experimental” ha sido “la sostenibilidad, incluso para los próximos meses, ya que es difícil saber cuándo se recuperará el pleno funcionamiento. Actualmente, los laboratorios tienen una actividad bastante aceptable, con coordinación y buena dinámica de trabajo, lo que sugiere que los proyectos avanzan”.
Protocolos exportados
La reactivación del CIC BioGUNE es un ‘rara avis’ en un contexto en el que centros de investigación nacionales, e incluso internacionales, con un mayor peso siguen aún cerrados. Sobre el pilar protocolario del CIC BioGUNE, centros de Reino Unido, por ejemplo, estudian cómo aplicar la desescalada científica. En Barcelona, el IDIBELL, pretende iniciar su actividad con un modelo muy similar al del centro vasco.
Carracedo comparte con la mayoría de los científicos españoles una preocupación que, a su juicio, debe ser un punto de reflexión y de inflexión futura: ¿Por qué centros investigadores altamente capacitados tecnológicamente han ofrecido su apoyo y no han sido integrados en la estrategia?
“Las razones son misteriosas. Ha habido una necesidad imperiosa de hacer detecciones. Los centros de investigación no podemos hacer diagnósticos, pero sí ofrecer resultados de detección que pueden ser interpretados por facultativos. Nosotros formamos parte de una iniciativa de laboratorios diagnósticos, la Alianza Covid, desde la que apoyamos la detección. La intención es participar con el servicio público de salud, hecho que en otras autonomías se ha hecho de forma aislada. La investigación española se ha ofrecido en bloque y no se han aprovechado sus recursos”, señala el profesor quien subraya que “en la fase actual de la pandemia, la detección masiva debería multiplicarse en la población para identificar focos, pero se sigue en la misma situación”.
Los científicos españoles han visto cómo se les cerraban las puertas en la lucha contra la Covid-19, hecho que consideran frustrante e inaceptable, pues existen recursos, infraestructura y disponibilidad. A la espera de la ‘vuelta a la realidad’, apuntan medidas para salir del bloqueo. coronavirus Off Raquel Serrano. Madrid Off
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