Hace unos días, una treintena de expertos -en la que se encuentran médicos, virólogos, epidemiólogos, microbiólogos y economistas españoles- firmaron el documento de consenso #Unaestrategiaintegral en el que plantean una estrategia de prevención y predicción frente a la Covid-19, con medidas que van más allá de la simple “convivencia” con el patógeno y que se han visto que han fracasado en países como Suecia.
En este documento de consenso, sin embargo, falta la aportación enfermera, “lo que, sin duda, cuestiona de inicio, lo que el mismo texto traslada al no contar con la voz autorizada, científica y necesaria de las enfermeras en un tema como el que se aborda”, explica a este periódico José Ramón Martínez Riera, presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC).
Reitera que hablar de lo que tienen o pueden hacer las enfermeras, sin contar con ellas, no es admisible. “Forman parte importantísima de los equipos de atención primaria a los que permanentemente se hace referencia en el documento y, además, están desarrollando una actividad epidemiológica que lamentablemente se obvia o enmascara”, lamenta.
Rastreadores no enfermeros
Entre las recomendaciones clave de este grupo de expertos está la detección precoz de casos, donde los rastreadores no sanitarios son la opción para este grupo de expertos.
“Se aconseja que se trate de voluntarios formados y no “sustraídos” del servicio sanitario activo donde, a día de hoy, se sigue necesitando una primera línea de acción inmediata y efectiva”, reza el documento de consenso.
Añade -además- que los rastreadores tienen que pasar por una formación obligatoria reglada “que será supervisada por el Ministerio de Sanidad y ser, a su vez, independientes del personal dedicado a tareas puramente sanitarias-asistenciales, pero en comunicación con atención primaria”.
Para el presidente de la AEC, sin embargo, dejar fuera a las enfermeras en el rastreo de casos es una opción totalmente errónea.
“El denominado rastreo va más allá de una llamada telefónica o de un seguimiento protocolario. Los rastreos deben realizarse desde una competencia profesional que garantice su eficaz y eficiente desarrollo y evaluación. Y esta competencia la tienen las enfermeras, que son quienes deben llevarla a cabo. Es repetitiva la intención de que competencias enfermeras puedan/deban ser asumidas por otros profesionales o no profesionales y sin embargo nunca se hable de delegar competencias de otros profesionales. La existencia o no de enfermeras para su contratación, en todo caso, obedece a una mala planificación y una inadecuada oferta que en ningún caso debe ser la excusa para contratar a personal ni tan siquiera sanitario”, asegura.
En la medida de lo posible los rastreadores deben ser enfermeras, ya que los rastreos no se delimitan a una llamada telefónica o cumplimentación de una encuesta
Recuerda que en la comunicación que se establece con las personas, deben abordarse determinados aspectos que requieren de una formación específica como la que tienen las enfermeras “y que difícilmente van a poder ser resueltas por personal no profesional a los que, además, se les sitúa en un plano de incertidumbre y ansiedad al no poder dar respuesta en muchas ocasiones a las preguntas o dudas trasladadas por las personas entrevistadas, lo que complica o sesga los resultados. Además deben abordarse aspectos que van más allá del ámbito individual de la persona entrevistada y que afectan a la familia e incluso al contexto en el que vive”.
Enfermeras al margen de los equipos de AP
La AEC siempre ha defendido que las labores de vigilancia epidemiológica (rastreo) deberían ser realizadas por enfermeras que no formasen parte de los equipos de los centro de salud; es decir, que fuesen contratadas exclusivamente para ello.
“No se puede seguir admitiendo la falta de respuesta a problemas de salud derivados de la cronicidad, la dependencia, la soledad, la violencia de género... por el hecho de que los profesionales estén ocupados en exclusiva a atender la Covid-19. Resulta imprescindible e inaplazable el que los equipos de APS se dediquen a atender las necesidades y demandas de las poblaciones asignadas que no se limitan a los efectos directos de la pandemia. No hacerlo supone un gravísimo error que traerá graves consecuencias”.
Martínez Riera también quiere resaltar que en el documento de la treintena de expertos se sigue sin identificar la importancia que tiene la participación comunitaria en el abordaje, “no tan solo de los rastreos, sino de otros muchos más aspectos derivados de la pandemia”, dice.
Para ello –añade- se debería contar con la participación activa de agentes de salud y recursos comunitarios que, debidamente liderados y coordinados, contribuyan al desarrollo de intervenciones específicas que minimizarían riesgos, incertidumbres, ansiedad... y que facilitarían el desarrollo de las mismas como el caso de los rastreos.
“Pero una cosa es que dichos agentes participen activamente y otra bien diferentes es que sean los encargados de llevar a cabo acciones como el rastreo. No hay que confundir churras con merinas”.
Formación de una mañana
Según el documento de consenso, estos rastreadores tendrían que asistir a un curso de formación que no debería sobrepasar una mañana.
Para Martínez Riera, sin embargo, esto ya es el colmo de los despropósitos. “Es como si se plantease una formación similar para dar tratamiento a determinados procesos patológicos o al diagnóstico de los mismos. Si no se admite como factible esto por qué debe hacerse con los rastreadores. Es una solución efectista, demagógica y que no responde a la necesidad real planteada”, aclara.
En su opinión, "una enfermera que realiza rastreo, que no rastreadora, lleva a cabo competencias de vigilancia epidemiológica, comunicación interpersonal (en la que la empatía, la escucha activa y la asertividad son fundamentales);así como de intervención familiar y comunitaria que requieren de conocimientos y competencias que permitan saber cómo, cuándo, dónde y de qué manera realizarlas”.
Todo ello -continúa- se adquiere durante los estudios de grado y se refuerza en la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria.
“Se trata de especialistas que no están siendo contratadas, en la mayoría de las ocasiones, como tales, lo que representa una clara irresponsabilidad y una oportunidad perdida de incorporarlas como coordinadoras de los procesos con el resto de miembros del equipo de primaria”.
Nodos de información en centros de salud
El documento también explica “que se tomará cada centro de salud de forma central, para el seguimiento de casos asignados, de forma que habrá uno o varios responsables de seguimiento en cada centro de salud”.
En este caso, Martínez Riera reconoce que se trata de una propuesta acertada, “ya que permitiría la generación de nodos de información claramente identificados e identificables en los centros de salud que lideren, coordinen y controlen todo el proceso en sus respectivas zonas básicas de salud; y que se conectase con el resto de nodos para configurar un mapa de contagios y seguimientos que debería vertebrarse de manera eficaz con los centros de salud pública para el tratamiento de los datos recogidos en forma de observatorios epidemiológicos de referencia”.
Un modelo medicalizado y fragmentado
El presidente de la AEC recuerda que el modelo medicalizado, asistencialista y fragmentado se vuelve a utilizar como base de las propuestas planteadas en este documento de consenso que, aun contando con importantes actores profesionales y científicos, “lo son tan solo desde la perspectiva mencionada y excluye miradas, aportaciones y conocimientos fundamentales para dar respuestas eficaces y no tan solo técnicas y efectistas”.
Reconoce, no obstante, que en el texto se hace un análisis riguroso de la situación, “pero la respuesta al mismo es fallida y adolece de elementos fundamentales como los expuestos en el caso concreto de los rastreos”, concluye.
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