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domingo, 7 de febrero de 2021

Pseudociencia, el Lado Oscuro: Fuera de control

Emilio Molina
saradomingo
Dom, 07/02/2021 - 12:19
Para evitar los bulos recomiendan acudir siempre a páginas web fiables, ir a fuentes oficiales y ser crítico con los contenidos.
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"Existen momentos en la vida en los que la única alternativa es perder el control". Esta tontería de coaching barato la dijo Pablo Coelho. Si hay algo que anhela nuestra especie desde que existe es entender (y, por tanto, predecir y, en mayor o menor medida, controlar) el medio que le rodea. No hemos sido, por genética, los más rápidos, ni los más fuertes, o los que mejor nos camuflamos o defendemos. Pero la evolución sí nos ha dotado con una herramienta que se ha mostrado altamente poderosa: un neocórtex capaz de generar hipótesis relacionales entre causas y efectos, de entrever patrones en su entorno.

Gracias a esa habilidad, aprendimos a cazar animales mucho mejor preparados que nosotros por todo lo demás: no solo por comprender sus costumbres, sino por entender cómo se podían usar elementos del entorno como armamento. Incluso aprendimos cómo domesticar a los animales, desarrollando la ganadería. No solo aprendimos a entender la periodicidad de las estaciones, sino a preverlas al punto de domesticar el crecimiento de las plantas, desarrollando la agricultura.

Con estos elementos, nuestra especie fue medrando, aprendiendo cada vez más de su entorno: entendiendo cómo desarrollar nuevos materiales y las máquinas que los podían generar, entendiendo nuevos fenómenos naturales y máquinas que podían ayudarnos a investigarlos mejor allá donde nuestros sentidos quedaban muy limitados. Mediante los avances de nuestro conocimiento, conseguimos escapar (hasta un grado muy elevado) de las veleidades de la Naturaleza, convirtiendo nuestro mundo en uno altamente artificial y tecnológico, donde hemos logrado, aparentemente, un control extremo sobre nuestro devenir en muchos de los campos de nuestras vidas. Pero.

Un problema evidente es que ver patrones o relaciones causales no significa que estos sean reales. ¿Domesticamos la meteorología? En pleno siglo XXI aún encontramos lugares donde pasean santos cuando hay sequía o rezan a Santa Bárbara cuando truena. Somos capaces de detectar perturbaciones mínimas que ocurren a galaxias de distancia, a la vez que otros confían sus decisiones del día a día en lo que en la sección del horóscopo se les dice, basándose en una inexistente influencia de planetas y estrellas en su devenir.

Cuando todo nos va bien, ya somos adictos a la sensación de control. Pero es cuando nos va mal es cuando nos convertimos en desesperados esclavos de esa sensación de control. Necesitamos, nuestros cerebros de primate necesitan, a toda ultranza, sentir o bien que controlamos personalmente lo que nos ocurre (locus de control interno) o bien que una tercera persona (una figura de autoridad, quizá un profesional de la salud, una madre, un padre, un profesor de audiovisuales con presuntos estudios de biólogo y delirios de lobo…).

En esos momentos es cuando nuestros cerebros necesitan tener una explicación inteligible ante aquello que no entienden. Un remedio para un mal que son incapaces de prever o tratar. Un hilo conductor que conecte todos los puntos dispersos y en apariencia incoherentes entre sí. Nuestros cerebros repelen el caos con todas sus fuerzas. Y abrazan con todas sus fuerzas los discursos que le suenen bien y vengan de quien le parezca de confianza.

Ante una pandemia emergente por un virus desconocido que causa que, de forma bastante azarosa, algunos pasen la enfermedad sin enterarse y otros mueran ahogados, o que, aunque afecte mayoritariamente a personas de cierta edad, nadie esté a salvo por joven o en buena forma física que esté, es demasiado para lo que la psicología de mucha gente es capaz de soportar. Sumado a consecuencias económicas que llueven sobre mojado, y dentro de un caos geopolítico con mensajes contradictorio y actitudes radicalmente opuestas entre ellas por los distintos países, además con resultados dispares dentro de las mismas políticas, forman un mejunje insoportable que lleva a muchos a no entender nada, a percibir una total falta de control, tanto de primera mano como de quien uno esperaría que tuviera más recursos y velara por la población.

Aquí es donde se elevan las voces (que ya existían, pero que son oxigenadas por la situación) que convierten lo complejo en fácil de entender (por incongruentes que sean sus premisas): Conspiraciones. Soros. Bill Gates. Nuevo Orden Mundial. Plandemia. El virus no existe. El virus es artificial. Lo han lanzado para diezmar a la población. Lo han lanzado para que la farmafia venda una vacuna que ya tenían preparada y enriquecerse. La vacuna, en realidad, es también para diezmar a la gente, esterilizándola o matándola directamente. Es solo la gripe disfrazada. Entrad en los hospitales y grabadlos para demostrar que el problema no existe. Nos mienten. Nos quieren matar. Es todo un plan para hundir la economía, para controlarnos...

En este tipo de fabulaciones a veces hay un pequeñísimo porcentaje de realidad que ha sido altamente manipulado, y la mayoría de veces son completas invenciones de gente trastornada, que en estos tiempos cuenta con un altavoz que antaño no tendría. Y son recibidas por parte de mucha gente que necesita creer en que esto es así: en que, aunque sea todo un plan sombrío, es algo manejable, algo concreto, algo que se puede entender (y, por tanto, predecir y, en mayor o menor medida, luchar contra ello o negociar o convencer de alguna forma a esos seres malvados).

Recapacitad un minuto sobre el tipo de vida que lleva alguien que cree de verdad que todo el mundo es un borrego dormido que no está viendo que los gobernantes y la farmafia y otros actores oscuros están llevando a cabo un plan maestro para controlarlos y matarles a todos. Imaginad la impotencia, frustración, miedo y, finalmente, odio, que esto genera. Y en cómo puede llegar a estallar: ya hemos visto boicots a lotes de vacunas y desnortados interfiriendo en la ya de por sí complicada labor sanitaria en estos días (y confundiendo los protocolos de circuitos limpios con que no existe problema alguno, como si dedujeran que en sus pisos no vive nadie porque cuando entraran no se encontraran con nadie en las escaleras). Gente que olvida que se tuviera que habilitar una enorme pista de hielo como morgue improvisada para dar cabida a gente fallecida hace menos de un año. O que prefiere creer que eso nunca pasó. Y aún les queda una buena temporada para empeorar...

Hace un tiempo leí que la gente que padece depresión muestra una apreciación mucho más objetiva del control (de la falta del mismo) que tenemos sobre las situaciones. Que la gente que no la padece pecamos de cierto optimismo ilusorio. La realidad es que no podemos perder un control que, en realidad, nunca hemos tenido. Y que debemos aprender a sobrellevar las incertidumbres sin caer en pensamientos mágicos, supersticiones o bulos que nos hagan creer que estamos protegidos y a las riendas de nuestro destino.

* Emilio Molina. Vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (Apetp) y colaborador del Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias de la Organización Médica Colegial (OMC)

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