Más de 66.000 personas han perdido la vida en España, y más de dos millones en todo el mundo, durante el último año a manos de la covid-19. Cerca de la mitad fallecieron durante la primera ola, llegando en nuestro país a 45.000 si se suman las en torno a 13.000 muertes sospechosas de covid no confirmadas, muchas de ellas acaecidas en residencias de mayores.
De este modo, entre enero y mayo de 2020, la covid-19 se convirtió en la principal causa de mortalidad en España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los más de 32.000 fallecimientos oficiales casi triplicaron al resto de causas de defunción, como las patologías cardiovasculares, las cerebrovasculares y los cánceres más prevalentes.
Entre enero y mayo de 2020, la covid-19 se convirtió en la principal causa de mortalidad en España
Así, los datos del INE confirman que, durante todo 2020, la mortalidad creció en España cerca del 20% con respecto a un año normal; en las primeras semanas de 2021, este incremento se ha reducido al 16% y, durante las semanas más aciagas de la pandemia, la mortalidad aumentó hasta rozar un 30% más que un año normal, aunque de forma variable: la semana de 2020 con mayor número de defunciones fue la 14, que va del 30 de marzo al 5 de abril, con 20.575 personas fallecidas, un 154,6% más que en la misma semana de 2019, mientras que el número de defunciones en la semana 21 (que abarca del 18 al 24 de mayo), se estima en 7.470 personas, cifra similar a las 7.429 de la misma semana de 2019.
Por comunidades, los mayores aumentos en ese periodo se dieron en Comunidad de Madrid (72,7%), Castilla-La Mancha (58,0%) y Cataluña (41,0%). Por el contrario, los menores incrementos se observan en Baleares (0,5%) y Región de Murcia (1,1%).
La edad como factor
De todas esas muertes, más de la mitad corresponden a mayores de 75 años, que se han convertido en las principales víctimas de esta pandemia. De hecho, entre los 70 y los 80, las probabilidades de fallecer casi se duplican.
Los datos resultan similares en todos los países afectados: según un metaanálisis realizado por cardiólogos españoles, publicado en el Journal of the American Medical Directors Association, y que analiza a un total de 611.1583 sujetos procedentes de 5 registros nacionales, la mortalidad fue menor del 1,1% en pacientes menores de 50 años y aumentó exponencialmente a partir de esa edad en los 5 registros.
La tasa de mortalidad más alta se observó en pacientes a partir de los 80 años, cuyo riesgo fue 6 veces superior al resto.
Cuidados Intensivos
Extrayendo de las estadísticas las muertes causadas por covid-19 no confirmadas, la mayor parte de las oficiales se han producido en las unidades de cuidados intensivos.
En estas unidades, la mortalidad ha superado el 30%, un dato similar al de países de nuestro entorno con buenos registros, como Italia, y “razonablemente bueno comparado con países como Estados Unidos, donde la mortalidad en UCI ha superado el 50%, lo que parece poner en valor la existencia de un Sistema Nacional de Salud, porque las tasas estadounidenses varían mucho entre un hospital universitario y uno comunitario, por ejemplo, cuando en España no se aprecian variabilidades por hospitales o comunidades autónomas”, explica a Diario Médico Alejandro Rodríguez, coordinador del Registro COVID-19 de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (Semicyuc).
Según un estudio de Semicyuc, la mortalidad en pacientes mayores de 65 años supera el 40%
Estos datos resultan aún más llamativos si hablamos de los pacientes más graves, aquellos que precisan ventilación mecánica: mientras que la mortalidad en las UCI españolas es del 37%, en países como Estados Unidos, China o México roza o supera el 80%.
Estos son los resultados de un estudio realizado por Semicyuc, coordinado por Rodríguez y publicado en Critical Care Journal. En él, además de las tasas de mortalidad globales, se agrupa a los enfermos en tres fenotipos.
Un total de 2.022 casos han permitido trazar un perfil del ingresado en 76 UCI de distintas comunidades autónomas entre marzo y mayo de 2020, es decir, durante la primera ola de la pandemia, y definir tres fenotipos.
Fenotipos
Según este estudio, el retrato robot del paciente con covid crítico en esta primera ola es un varón (70%) de 64 años de media (55-71) con factores de riesgo (hipertensión arterial, 46%; obesidad, 35%; diabetes, 20%), que requiere ventilación mecánica (76%) y permanece en la UCI una media de dos semanas (8-27 días).
La mortalidad registrada en esos pacientes es del 32% (sube al 37% en los pacientes que necesitaron ventilación mecánica, por un 17% de los que no necesitaron esta asistencia).
Rodríguez explica que, “a diferencia de las clasificaciones de fenotipos clínicos, este estudio se basa en un complejo análisis de aprendizaje automático no supervisado de agrupaciones (mediante inteligencia artificial), donde hemos podido observar cómo se agrupan los pacientes críticos no solo por sus diferencias clínicas sino también por su estado de inflamación y por la evolución final. Llegamos así a tres fenotipos con diferente gravedad”.
El fenotipo A se corresponde con pacientes menores de 65 años, con escasa inflamación y poco desarrollo de complicaciones con una mortalidad del 20%. El cuadro más leve apareció en el 27% de los pacientes.
El fenotipo B representa a pacientes con un nivel medio de gravedad e incluye a pacientes menores de 65 años, pero con mayor estado de inflamación y desarrollo de shock, lo cual condiciona una mortalidad del 25%.
El más frecuente
El fenotipo C es el más frecuente, ya que afectó a más del 40% de los pacientes. Representa a los enfermos más graves, con una mortalidad de un 40%.
Este grupo lo conforman personas mayores a 65 años, con antecedentes de enfermedad hematológica y con un mayor riesgo de desarrollar complicaciones graves como el shock o la insuficiencia renal aguda por su mayor estado inflamatorio.
Morir por covid es infrecuente por debajo de 50, del 10% a los 60 y luego se dobla por cada década
El investigador principal matiza que los fenotipos pueden entrecruzarse en determinados pacientes: “Esto no es una división exacta”, indica. No obstante, el análisis sí dibuja tres perfiles de diferente gravedad a los que atenerse.
Sin ser el objetivo del estudio determinar qué tratamiento es preferible en uno u otro tipo de paciente, Rodríguez admite que estos hallazgos pueden dar pie a analizar, por ejemplo, el impacto concreto que tienen los corticoides según los grupos.
El trabajo se ha llevado a cabo con datos de pacientes en UCI de la primera ola. “Es aventurado afirmar si este perfil coincide o no con la ola actual -que para algunos no es la tercera, sino la segunda extendida-; mi impresión personal es que los pacientes son algo más jóvenes”, concede el especialista, si bien hace hincapié en que estas impresiones (de limitada validez) deben confirmarse de forma científica.
En este sentido, Rodríguez matiza que, “mientras en la primera ola la media de edad de los pacientes estaba en 64 años, ahora parece situarse sobre los 60, con un porcentaje mayor de pacientes jóvenes que tienen como principal factor de riesgo para su ingreso, no sabemos aún si para la mortalidad, la obesidad, así como otros factores ya conocidos durante la primera ola como la diabetes y la hipertensión arterial”.
No obstante, “el principal factor de riesgo sigue siendo la edad, ya que la mortalidad en mayores de 80 años se sitúa en el 80%”. Así, la muerte es infrecuente por debajo de los 50 años; del 10% a los 60 y, a partir de esta edad, se dobla por cada década.
Al contrario, el intensivista destaca que “hemos tenido significativamente pocos pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, como el asma, lo que hace suponer que se han cuidado más”.
“La importancia de este estudio radica en que, para obtener los diferentes fenotipos, se han utilizado un grupo de variables que se controlan de forma habitual al ingreso en la UCI, sin necesidad de tecnologías complejas, lo que nos permite una aplicación generalizada. Además, diferenciar el tipo particular de paciente puede permitir un tratamiento más personalizado y, posiblemente, una mejor evolución”, concluye Rodríguez.
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