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jueves, 19 de agosto de 2021

"En Afganistán hay que jugarse la vida para ir a un hospital"

Profesión
carmentorrente
Jue, 19/08/2021 - 08:00
Control de los talibanes
Clínica temporal instalada por Médicos Sin Fronteras el 6 de julio para personas desplazadas por los intensos combates en los alrededores de Kunduz (Afganistán). (FOTO: Prue Coakley-MSF)
Clínica temporal instalada por Médicos Sin Fronteras el 6 de julio para personas desplazadas por los intensos combates en los alrededores de Kunduz (Afganistán). (FOTO: Prue Coakley-MSF)

Hace casi una semana, el domingo 15 de agosto, los talibanes entraron en Kabul, capital de Afganistán, forzando la retirada del presidente afgano, Ashraf Ghani. Han pasado 20 años desde la marcha de este grupo islamista del poder en octubre de 2001, tras la invasión militar de la OTAN, que puso fin a cinco años de régimen integrista. Se avecina un periodo de inestabilidad, tras 40 años de conflicto en el país, como describe Médicos Sin Fronteras (MSF) en un informe de junio, The Continued Struggle to Access Medical Care in Afghanistan. En dicho informe la organización admite que las negociaciones para alcanzar una paz duradera entre el Gobierno afgano y el Emirato Islámico de Afganistán (talibanes) apenas han progresado desde septiembre de 2020 y los combates entre ambos causan miles de muertes cada año. "Las instalaciones sanitarias en Afganistán son atacadas más frecuentemente que en casi ningún otro lugar en el mundo, teniendo muchas veces que cerrarse de forma temporal o permanente", reza el documento.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2020 más de 3 millones de pacientes se vieron privados de servicios sanitarios por el cierre de instalaciones a causa del conflicto en este país. Y en 2021 Naciones Unidas cifra en 15 los ataques a personal sanitario, 10 a vehículos sanitarios, 8 a instalaciones sanitarias y 2 a pacientes. Entre el 1 y el 9 de agosto, solo en Kunduz, MSF atendió a 127 pacientes por heridas de bala y explosión, entre ellos 27 niños menores de 16 años.

De momento, la llegada de los talibanes a las capitales de provincia y a Kabul no está suponiendo ataques a sanitarios, y la principal preocupación de MSF es que las mujeres sanitarias afganas que trabajan con ellos sigan haciéndolo con las máximas garantías de seguridad. Eso sí, aunque no hay constancia aún de qué grupo cometió la masacre, en las mentes de todos está el ataque a la Maternidad del Hospital Dasht-e-Barchi en Kabul el 12 de mayo de 2020, cuando varios hombres armados mataron con disparos a 24 personas (entre ellas, 16 madres, una matrona de MSF y dos niños de 7 y 8 años). Un mes después, MSF tuvo que cerrar este proyecto que atendía a un millón de personas. 

José Mas, responsable de la Unidad de Emergencias de MSF, estuvo en Kabul en junio, preparando la estrategia ante el avance talibán observado desde hace meses en el país, y está en contacto diario con sus equipos. Esta misma semana le comentaban: "Por el momento, no hemos observado ningún cambio. Operamos de la misma manera que antes. En la maternidad, casi toda la plantilla son mujeres". Eso sí, el último envío de medicamentos llegó a Kabul antes que los talibanes y Mas confía en que los siguientes suministros se puedan desarrollar con normalidad. Para ello, claro está, tienen también sus planes y previsiones.

PREGUNTA: Hace dos meses estuvo sobre el terreno. ¿Qué se encontró y cuál es su cometido actual?
RESPUESTA:
 En Afganistán estuve de enero a abril de 2021 y volví en junio. Mi cometido principal era trabajar en la preparación a la respuesta de emergencias que ya anticipábamos que iba a ocurrir. Estaba basado en Kabul, pero viajando mucho a Lashkar Gah y Kandahar, así como a Kunduz y Jost.

P.: ¿Cómo está la situación ahora, tras el devenir de los acontecimientos?
R.:
 Estoy leyendo en los medios que los talibanes han conquistado el país en dos semanas, y no es así. La violencia no ha cesado, aunque se ha recrudecido mucho en los últimos dos meses, sobre todo en el ámbito rural, donde comenzaron conquistando muchos distritos rurales, alrededor de las capitales de provincia, sin atacar las ciudades en esos momentos. Eso sí, en las últimas tres semanas hemos visto que la línea de frente ha alcanzado el centro de las ciudades. El número de personas que están directamente expuestas a la violencia ha aumentado exponencialmente.

"Justo unos días antes de que cayera Kabul llegó el último suministro por avión, y eso nos ha aliviado un poco las necesidades"

Ataque al hospital Dashte Barchi de Maternidad en Kabul, el 12 de mayo de 2020. /Frederic Bonnot-MSF.
Ataque al hospital Dashte Barchi de Maternidad en Kabul, el 12 de mayo de 2020. /Frederic Bonnot-MSF.

P.: ¿En qué se ha traducido esta violencia?
R.:
 Esto se ha traducido primero en un mayor volumen de muertos, y luego de heridos, pero también de afectados indirectamente por la violencia. Es decir, lo que hemos visto es que los pacientes tienen el acceso impedido a las estructuras sanitarias. Primero, porque hay que tener mucho valor para salir a la calle y jugarte la vida para ir al hospital. Y esperaban siempre al último momento, sobre todo mujeres y niños.

P.: ¿Este avance de los talibanes ha supuesto un mayor ataque a sanitarios? ¿Se sienten ahora más amenazados?
R.:
 En los últimos dos meses y, sobre todo, en las tres últimas semanas, hemos podido continuar con nuestras actividades en todas las localizaciones. En principio, están respetando el trabajo de MSF. Es verdad que suele haber un mayor respeto a hospitales, ambulancias y estructuras sanitarias en relación con otras actividades humanitarias con un impacto menos evidente en la vida o la muerte. Lo que sí hemos visto, y por eso hemos hecho llamamientos constantes de respeto, es que conforme la línea de frente se acerca a las ciudades y adonde están los hospitales, el riesgo de convertirte en daño colateral está muy presente. De hecho, el 9 de agosto en Lashkar Gah recibimos un impacto de un misil cerca de la sala de urgencias del hospital de Boost. Gracias a Dios, no tuvimos que lamentar víctimas, porque hemos reubicado a muchos de los pacientes graves. Hemos hecho un circuito diferente para poder reducir nuestra vulnerabilidad y riesgos.

P.: Cuando en mayo España retiró sus últimas tropas de Afganistán, y luego EEUU y las fuerzas internacionales, ¿tuvieron más sensación de estar desprotegidos?
R.:
 En realidad, como organización no, porque somos nosotros quienes nos encargamos de nuestra propia seguridad, de nuestras propias evacuaciones... Por eso tenemos contactos con todos los actores armados, para ver si tenemos garantías de protección para desarrollar nuestro trabajo. Lo que sí anticipábamos es que los riesgos para la integridad física de la población afgana se iban a multiplicar exponencialmente, que el número de víctimas iba a aumentar y el número de desplazados internos iba a acrecentarse. Kabul nos tenía y nos tiene muy preocupados, porque hay unos cinco millones de personas y afluían decenas de miles antes de que los talibanes llegaran. Aunque parece que el traspaso de poder se está desarrollando de un modo más o menos pacífico, todavía no podemos estar seguros de que la situación no se desequilibre. Estamos en alerta, con capacidades más reducidas para poder operar. El hecho de que no haya un aeropuerto funcional nos impide tener acceso a recursos humanos, refuerzos, suministro, aprovisionamiento...

Sanitarios de MSF atendiendo a Mahmood, disparado cuando dejó su casa con su familia a las afueras de Lashkar Gah./MSF-Tom Casey.
Sanitarios de MSF atendiendo a Mahmood, disparado cuando dejó su casa con su familia a las afueras de Lashkar Gah./MSF-Tom Casey.

P.: ¿Está habiendo problemas para recibir el suministro de medicamentos?
R.:
 El problema ahora es que no hay una autoridad que regule y haga funcionar todas las estructuras administrativas que antes funcionaban bajo el Gobierno afgano. Hasta que eso no se restablezca, hay cosas muy básicas con las que no puedes contar.

P.: ¿Hay alguna carencia de tratamientos o material sanitario?
R.:
 Justo unos días antes de que cayera Kabul llegó el último suministro por avión, y eso nos ha aliviado un poco las necesidades. El problema va a ser poder suministrar a los proyectos con esos medicamentos tan necesarios, porque ahora que la contienda se ha mitigado un poco los pacientes sí están volviendo en masa. Estamos viendo cómo hacer llegar esos suministros a las localizaciones fuera de Kabul.

P.: ¿El suministro llega a Kabul, donde se distribuye al resto de localizaciones?
R.:
 Este último cargamento sí, pero hay veces que pueden entrar por otros puntos fronterizos, por carretera. A día de hoy estamos esperando a que la situación se calme para ver cómo van a restablecer las actividades rutinarias administrativas.

"Tratamos a todo el mundo, sea cual sea su afiliación política y religión, pero con la condición de que no vengan con armas al hospital y no lo conviertan en un objetivo"

P.: ¿Cómo es la periodicidad de suministro de MSF en Afganistán?
R.:
 Cambiamos de misión a misión, pero aquí solemos hacer pedidos que cubran de tres a seis meses, más un buffer de seguridad que te permita un stock extra en caso de que tu próximo suministro se demore por razones ajenas a tu voluntad. En resumen, tenemos una farmacia para tres meses de actividades regulares más dos meses de imprevistos y una farmacia para ser utilizada solo en respuesta de emergencias, que no está planificada en la farmacia regular.

P.: ¿Cuándo salió MSF de Kabul?
R.: No tenemos proyectos desde el año pasado, cuando hubo un ataque a una maternidad, que era sobre todo de la etnia hazara. Lo que estamos viendo es lanzar una posible respuesta de emergencias. Por ahora seguimos evaluándolo, con un equipo de coordinación en Kabul que hemos reducido al máximo, porque no se sabe a día de hoy cuál va a ser el desenlace en la capital.

P.: ¿Hay algún español en ese equipo?
R.:
 A día de hoy, no.

P.: ¿Qué profesionales sanitarios lo integran?
R.:
 Hay médicos, enfermeros, farmacéuticos, logistas, coordinador... Es un equipo de implementación directa, dispuesto a intervenir en cualquier hospital para realizar cirugías o atender a desplazados. Ahora mismo es una estructura de soporte administrativo, financiero y estratégico. El jefe de misión es el que está en contacto con todas las autoridades para garantizar el espacio humanitario y que podamos seguir trabajando, informándoles de dónde estamos e informándose de cuál es la situación en los hospitales.

"Nos preocupa la situación de nuestras colegas afganas. Más allá de cuestiones éticas, en un país musulmán como Afganistán las mujeres solo pueden ser tratadas por mujeres"

P.: Me imagino que hay mujeres en estos equipos.
R.:
 Sí. Hay que ver el futuro, porque una de nuestras preocupaciones es la situación de nuestras colegas afganas. Nosotros necesitamos que sigan trabajando, no solo por cuestiones morales, éticas y de derechos humanos. Las mujeres, en un país musulmán como Afganistán, solo pueden ser tratadas por mujeres: obstetras, matronas, enfermeras... Es muy importante que puedan seguir trabajando en las mismas condiciones que antes, respetando la cultura y creencias de las comunidades donde vivimos, pero desempeñando su trabajo. Para ello negociaremos e intentaremos convencer a quien haga falta. Por el momento no hemos cambiado el modelo con el que trabajamos y seguimos contando con personal femenino afgano entre nosotros.

P.: Cuando llega un guerrillero talibán a alguno de sus hospitales, me imagino que se le reconoce. ¿Ha habido situaciones de conflicto en las instalaciones sanitarias?
R.:
 No tengo ningún ejemplo claro de combatientes talibanes que hayan buscado tratamiento en nuestros centros en esta última ofensiva. Normalmente tienen sus propios medios para hacerse tratar. Evidentemente, en una comunidad local cualquiera puede desprenderse de las armas y venir a los hospitales, que es lo único que nosotros pedimos. Tratamos a todo el mundo, sea cual sea su afiliación política, religión, etnia, sexo..., pero con la condición de que no vengan con armas al hospital y no lo conviertan en un objetivo. Los militares del gobierno afgano también podrían venir, pero no lo hacen; suelen tener sus propios medios, precisamente por el miedo a ser capturado, tanto los unos como los otros.

P.: ¿En qué cinco localizaciones de Afganistán trabaja MSF?
R.:
 Lashkar Gah, donde llevamos a cabo un hospital entero, con todos los servicios; Kandahar, donde tenemos un proyecto de tuberculosis multirresistente, y nos hemos readaptado para dar respuesta humanitaria a unos desplazados internos cuando las luchas acaecían en el ámbito rural; Kunduz, donde estábamos construyendo un centro de traumatología para heridos de guerra y, cuando aún no estaba terminado, nos sorprendió la batalla en la ciudad y convertimos nuestras oficinas en una unidad de traumatología y ya está funcionando, y también hemos tenido que abrir una pequeña clínica para los desplazados; Jost, donde tenemos un proyecto de maternidad puro y duro, donde hemos podido continuar con nuestras actividades; y Herat, al oeste del país, donde hemos continuado con las actividades de malnutrición y de covid.

P.: ¿El conflicto con los talibanes ha relegado la pandemia de la covid a un segundo plano? ¿Hay problemas de mascarillas, oxígeno...?
R.:
 El problema en Afganistán es que no se sabe cuál es la dimensión y magnitud real del coronavirus en el país. Existen muy pocos datos y están muy sesgados por la falta de test. Desde luego, el oxígeno es un problema en un sistema de salud donde el acceso está muy impedido por los costes financieros que imponen a la población, por falta de medicamentos o roturas de stock demasiado frecuentes y por la falta de infraestructuras sanitarias.

P.: ¿Hay farmacias?
R.:
 Sí, hay un sistema privado que a veces compite, y no para bien, con las actividades humanitarias destinadas a salvar vidas. Esto influye en el comportamiento de la población para buscar atención médica. Hay veces en que van primero a la farmacia a intentar curarse por ellos mismos y luego tardan más tiempo del necesario en venir a los hospitales. Hay mucho negocio, y en muchos hospitales, al no tener los medicamentos, les hacen ir para darles la receta.

"En Afganistán no conocemos la dimensión y magnitud real del coronavirus. Existen muy pocos datos, y muy sesgados por la falta de test"

P.: ¿El Gobierno no financia tratamientos?
R.:
 Sí, porque tiene muchos donantes. Intenta financiar muchos programas pero, aun así, no es suficiente.

P.: ¿Qué patologías suelen atender en Afganistán?
R.:
 En circunstancias normales en niños vemos muchas infecciones respiratorias, porque los inviernos son muy malos, o diarreas, malnutrición, porque hay sequía en el país. En las mujeres, todo lo relacionado con la salud sexual y reproductiva ha sido siempre una problemática de base. Tanto en Lashkar Gah como en Jost solemos hacer del orden de 60 partos al día, pero en lo peor de la contienda había días en los que solo teníamos una mujer en la sala de partos. Sin embargo, cuando amainaba un poco la contienda, de repente llegaban 10 para ser atendidas.

"Hay una crisis muy visible, que son los muertos, heridos y desplazados, pero hay otra por los efectos psicológicos de todos estos años en guerra en la población afgana"

P.: Eso significa que muchas daban a luz en sus casas...
R.:
 Claro. Esta ha sido una de nuestras grandes preocupaciones. El hecho de dar a luz en sus casas sin personal sanitario especializado ante una eventual complicación ha estado ocurriendo y hemos estando intentando limitarlo al máximo posible. También vemos cuántos abortos espontáneos se han producido por la tensión a la que las madres se ven sometidas, en ciudades donde el ruido de bombardeos, misiles y morteros era constante 24 horas al día. Hay una crisis muy visible, que son los muertos, heridos y desplazados, pero hay otra, causada por los efectos psicológicos de todos estos años en guerra en toda la población afgana, de cuya magnitud no tenemos ni idea. También sufren muchos pacientes crónicos. El sistema de salud ya era precario, pero los partos no se detienen y los enfermos de tuberculosis que tratamos en Kandahar siguen necesitando sus medicamentos. Nos hemos tenido que readaptar para dar una respuesta a toda esta gente sin que tuvieran necesidad de desplazarse.

P.: ¿Cómo se puede hacer telemedicina en Afganistán?
R.:
 No hay un problema de telecomunicaciones. Si hubiera habido un bloqueo de conexiones, hubiera sido imposible hacer lo que hacemos en Kandahar. Sin embargo, no. En la mayoría de los sitios hay internet y hemos podido realizar teleconsultas. Lo que hacemos es dar a los pacientes una reserva mayor de medicamentos para que ellos mismos aplicaran el tratamiento bajo nuestras consignas, sin tener que desplazarse y recorrer las carreteras, que también suponen un riesgo. Hacemos videollamadas cuando es posible y, si no, llamadas. Al menos en las cinco localizaciones en las que trabajamos no hemos tenido problemas. Quizás había desconexiones durante lapsos cortos y hay pacientes que viven muy lejos, y en las montañas no llega la telefonía móvil.

Shapiry: "Estamos en shock. No nos podemos fiar de los talibanes"

Shapiry es afgana y llegó a España en 1992, por miedo: "Mi padre era general y, tras licenciarme en Filosofía en la Universidad de Teherán, me dijo que no volviera, porque la situación estaba cambiando para la mujer". Incluso en España ha estado recibiendo amenazas. Aquí preside una asociación sobre los derechos de las mujeres afganas en España y actualmente cursa un doctorado en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) sobre derechos de la mujer en el Islam y el caso de Afganistán: "Sigo estudiando, aunque ya casi soy abuela", afirma con humor, pese a que la situación actual le está haciendo derramar lágrimas por su país, donde tiene a familiares cercanos. "Los talibanes llegan a las ciudades, bajan nuestra bandera afgana y ponen la suya. Esto está afectando mucho a la gente. Son terroristas, son salvajes. Da igual que sean hombres o mujeres. No respetan los derechos humanos ni a quienes no piensan como ellos", lamenta.

"Ayer mataron a una mujer por viajar sola en un taxi"

Mujeres con burka viajando en taxi en Kabul. /Antonio Pardo.
Mujeres con burka viajando en taxi en Kabul. /Antonio Pardo.

Shapiry recuerda que el pueblo afgano ha estado luchando durante 20 años para que se cambiara la situación "y no sé cómo han llegado los talibanes otra vez, ahora que tenemos una Constitución muy buena, que reconoce los derechos de la mujer a trabajar", sostiene. Y afirma que no debe darse credibilidad a las buenas palabras de los talibanes: "No nos podemos fiar de ellos. Aún no lo tienen todo organizado, y ahora tienen como un gobierno militar, de toque de queda, para que la gente no se mueva. Dicen que las mujeres sí pueden estudiar en la universidad y trabajar, pero ayer mismo mataron en Jalalabad a una mujer por subirse sola a un taxi y también han pegado en Kabul a una mujer por salir sola para ir al trabajo. Ahora los talibanes entran casa por casa a ver si la gente tiene armas o coches oficiales".

"Ahora los talibanes entran casa por casa a ver si la gente tiene armas o coches oficiales"

Considera que la retirada de las tropas internacionales del país ha sido un error: "Tenían que haber esperado para haber formado a nuestros militares, que no son expertos, y poder defender nuestro país".

En cuanto a la sanidad, Shapiry recuerda que cuando era niña había hombres que atendían los partos: "Ahora no, porque a estos señores de la guerra no les gusta", y aclara que los talibanes realizan una mala interpretación del Corán.

José Mas, responsable de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, explica cómo preparó la estrategia ante el avance talibán observado desde hace meses. Off Carmen Torrente Villacampa Política y Normativa Profesión Política y Normativa Profesión Política y Normativa Off

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