La Medicina de Desastres (de catástrofes o de masas) naturales, sanitarios y provocados por el ser humano tiene poco que ver con el ejercicio habitual; en ella el objetivo es la supervivencia del mayor volumen posible de damnificados, víctimas o afectados con los recursos que se tengan al alcance. Algo en lo que parece que en España, más allá de los profesionales implicados en labores humanitarias internacionales, no parece que tengamos demasiados especialistas.
He leído por ahí que en Cuba, en el plan de estudios del grado de Medicina, está incluida la formación teórico-práctica para afrontar ese tipo de situaciones que, con el cambio climático, son cada vez más frecuentes. “Las enfermedades no nos llegan de la nada. Se desarrollan a partir de pequeños pecados diarios contra la naturaleza. Cuando se hayan acumulado suficientes pecados, las enfermedades aparecerán de repente”, según Hipócrates de Cos (460- 370 a.C.), padre de la Medicina.
Abordar estratégicamente la pandemia de covid-19 desde el prisma del desastre, en vez de calzarla a la brava en un sistema ya a las claras exhausto por la inadecuación crónica de su organización y sus recursos humanos a las necesidades reales, quizá hubiese facilitado las cosas.
Como mínimo, una estrategia nacional de Medicina de Desastres frente a la covid-19 y sus múltiples aristas, incluida la territorial, podría haber rebajado el nivel de estrés, la ansiedad y el cansancio que asola a un personal sanitario que va ya por la quinta ola de la pandemia mientras hace el pino-puente para no dejar de lado a agudos y crónicos con otras patologías.
Con una estrategia de Medicina de Desastres, por ejemplo, no saldrían autoridades sanitarias a la palestra en el mes de julio para amenazar con cancelar vacaciones a sanitarios, tal y como ha sucedido en Cataluña. ¿Es que no han tenido tiempo de planificar este verano de forma excepcional, para que en todo momento haya el mayor número posible de sanitarios pero sin privar a ninguno de ellos de su periodo de descanso?
Todos estamos cansados de esta terrible y larguísima pandemia y sus efectos directos e indirectos sobre nuestra salud y nuestras vidas, pero los sanitarios, lógicamente, lo están muchísimo más. Las redes sociales van cargadas de testimonios.
Por cierto, ¿alguna administración está evaluando al detalle los riesgos laborales derivados de la pandemia de covid-19 en las plantillas del sector salud? ¿Se está dando todo el apoyo necesario a los profesionales que están en riesgo o, incluso, ya de baja?
Parece tarde para una estrategia nacional de Medicina de Desastres, pero no para dar una buena cobertura a la salud mental y física de los sanitarios, de los que depende la asistencia a toda la ciudadanía. Para empezar: menos amenazas y más empatía.
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