Inés tiene que romper con todo. La ciudad y su situación personal están sumiendo a esta farmacéutica en una espiral de angustia vital de la que decide salir poniendo tierra de por medio. Será en una farmacia de un pueblo de Galicia, donde se reencuentra de nuevo con la esencia de la vida y con la bondad del ser humano, que es capaz de sacar lo mejor de ella y de crisparla al mismo tiempo, todo detrás del mostrador.
Esta es la historia que ha plasmado en su primer libro Raquel Pardo, técnico en Farmacia, como más de diez años de experiencia trabajando en una farmacia de Lugo. Su ópera prima, Boticaria de pueblo, no es una autobiografía, ella siempre ha trabajado en la ciudad, pero sí es un homenaje al trabajo, a veces invisible, de unos profesionales sanitarios, que dan todo por sus pacientes y cuya cruz verde nunca se apaga.
¿Por qué decidió escribir este libro? ¿Es un ejercicio de desahogo profesional o un homenaje a la farmacia rural?
He decidido escribir este libro porque la farmacia es mi segunda casa y bien merecía un homenaje. Además, ha sido un buen desahogo. Gracias a las redes y a las publicaciones en mi página de Facebook, he visto que mucha gente que trabaja en farmacia se siente identificada con lo que yo cuento. Eso me ayuda mucho, ver que no soy yo sola la que se frustra con un mal día, con algunos comportamientos de los pacientes.
Aunque su libro no es autobiográfico y usted no es farmacéutica rural, ha plasmado muy bien el entorno de los boticarios de pueblo. ¿Qué tienen de bueno y de malo ambos mundos, el rural y el urbano?
Yo no he tenido la oportunidad de trabajar en el rural, he trabajado siempre en una farmacia de barrio, en una ciudad, que considero que tiene muchas cosas en común. Conozco a trabajadores de farmacias rurales y mis vacaciones son en el rural y esto ha sido, junto mis propias experiencias, lo que me ha ayudado a escribir la novela.
En la farmacia de la ciudad hay días que sales de trabajar satisfecho, pero saturado porque no has parado ni un segundo de despachar a clientes; sin embargo, en el rural (debido a la despoblación) lo habitual es que sea más fluido. Todo tiene sus pros y sus contras.
El libro comienza con el abrazo de un señor mayor asiduo a la botica que tanto le recordaba a su abuelo. Ahora con el coronavirus, tratar a los pacientes a través de un cristal, sin coger la mano a una persona que está preocupada será duro ¿no?
Muy duro. Reconozco que esa es la parte que más me gusta de la farmacia, mimar a mis segundos abuelos, que lloran o se desesperan con la situación provocada por la Covid-19. Tener que guardar los dos metros de distancia es muy duro. Mucho.
¿Cómo se va suplir esa falta de contacto en la farmacia sin que se enfríe la relación con el paciente?
Siempre intento buscarle la parte positiva a todo y que esta pandemia haya aparecido en plena era tecnológica ha sido una suerte. Muchos pacientes nos llamaban por teléfono e incluso hemos tenido alguna videollamada.
La botica de doña Petra la describe en su novela como las de toda la vida, con muebles oscuros y adornos florales… La antítesis de las farmacias modernas con diseños minimalistas y vanguardistas… ¿son cosas tan incompatibles?
¡Para nada! Lo importante de la botica es su esencia y eso va a estar ahí, independientemente de los muebles. A mí, personalmente, me gustan las boticas de toda la vida, pienso en todas las historias que tendrían para contar, las vivencias que podrían relatarnos.
En el libro también cuenta que ha llevado medicamentos a los que no podían acercarse a la farmacia a por ellos, entre ellos a Dosinda. La entrega de medicamentos a domicilio por la farmacia comunitaria ha tenido muchos detractores hasta que ha llegado el coronavirus y no sólo la población lo ha aceptado y apoyado sino que las críticas de los estamentos políticos parece que se han callado. ¿Qué opinión le merece esta situación?
Me parece que es algo necesario, siempre y cuando tenga una justificación, por supuesto. Hay mucha gente a la que le resulta un problema acudir a la farmacia, pero ya no solo ahora con la pandemia. Por ejemplo, alguien que padezca una ciática y viva solo, va a tener problemas de movilidad y le va a costar llegar a su farmacia. ¿Por qué no poder acercárselo a casa? Sí, creo que debería llegar para quedarse pero, insisto, siempre y cuando sea justificado.
¿Con qué paciente de los que menciona en el libro se queda: con la meiga, con Maléfica, con el Foguete, la abuela de Jacobo…?
Dosinda, la meiga, es mi personaje preferido. Es una persona a la que los años no la achican, al contrario, evoluciona a la vez que los tiempos. Su vida, la que me gustaría contar en una segunda parte de mi libro, ha sido muy dura y, en cambio, ella nunca ha dejado de tirar de su familia, de ser un pilar para mucha gente, de ser una persona positiva, de traer color y luz allá donde entre.
En sus más de diez años como técnico en Farmacia, ¿ha reido o ha llorado más detrás del mostrador?
He reído (mucho) y he llorado (mucho, también). Mi abuelo siempre me decía que soy una "mexericas" (es una palabra gallega que significa lloricas) y tenía razón, pero tengo que decir que la mayoría de veces que he llorado en la farmacia ha sido por perder a alguno de mis segundos abuelos o pacientes que ya eran parte de la familia de la botica y que ya no están entre nosotros. También, para compensar, la botica nos deja muchos momentos en los que acabamos llorando, pero de la risa
¿Cómo se consigue dejar de ser transparente para un señor mayor como Francisco (que aparece en las páginas)? ¿Cómo se conquista el corazón de los más mayores siendo una chica joven?
Tenemos que saber llevar a la gente y eso implica en algunas ocasiones callarse cuando le dirías un millón de cosas que se te están pasando por la cabeza. Hay gente como Francisco a la que tenemos que ir conquistando poco a poco, que vean que, a pesar de ser jóvenes, sabemos lo que hacemos y que, aunque la diferencia de edad sea importante, podemos charlar con ellos sin problema, que los entendemos igual. A mí nunca me ha costado salir de la trinchera del mostrador y darles un abrazo, aunque reconozco que posiblemente lo disfrute yo más que ellos. Los abrazos de abuelo/a son los mejores.
¿Qué es lo que más le desespera, le enfada y le crispa a Inés, la protagonista de la novela, de trabajar en una farmacia de pueblo?
No tener intimidad cuando la necesita, que todo el mundo sepa hasta dónde vives. Todos hemos tenido algún día en el que necesitamos estar solos, que no te reconozcan por la calle. En cambio, yo, en la ciudad, y estando enfrente de una parada de urbanos, me desespera tener que atender a gente corriendo porque pierden el autobús.
Lo del “deme este antibiótico” aunque no tengan la receta aparece también en su libro. Parece que eso no se termina de erradicar… ¿Qué falla para que la gente siga sin entender que ciertos medicamentos necesitan receta médica?
¡Ojalá lo supiera! Está claro que las campañas que se hacen no acaban de llegar a la población. En una década tras el mostrador no hay día que no le explique a alguien la importancia de tomar los antibióticos solo cuando es necesario. Creo que la gente no acaba de asimilar la importancia de la prescripción médica en según qué medicamentos.
Para finalizar ¿qué reivindica para la farmacia rural? ¿Y para la farmacia comunitaria en general con independencia de dónde esté?
Que se las tenga en cuenta como lo que son: el primer punto de referencia sanitaria para muchas personas del rural que no tienen atención médica todos los días de la semana. Especialmente, desde que ha comenzado esta situación que estamos viviendo por la Covid-19, se ha visto la importancia de las farmacias rurales y el problema que supone que cierren, ya que no hay otra en kilómetros.
Me temo que no voy a ser nada original, porque he visto ya muchas reivindicaciones acerca de esto, pero yo también tengo que decirlo: somos sanitarios y en muchas ocasiones no se nos reconoce como tal. En esta situación de alerta sanitaria, hemos sido uno de los grandes olvidados. Hemos estado al pie del cañón desde el principio de la pandemia y no se nos ha tenido en cuenta como a otros sanitarios, ni para la protección que no se daba conseguido al principio, ni para los test, ahora. Sin embargo, la cruz verde nunca se ha apagado y hemos estado dispuestos para todo lo que se necesitase, como dispensar las mascarillas gratuitas en algunas comunidades.
Esta técnico en Farmacia acaba de publicar su primera novela titulada 'Boticaria de pueblo', donde narra las historias cotidianas de una farmacéutica que deja la ciudad para trabajar en un pueblo de Galicia. coronavirus Off Gema Suárez Mellado Farmacia Comunitaria Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3ep4zPb
Acaba de llegarme! Mil gracias por hacer eco de mi entrevista 🙂
ResponderEliminarUn saludo!