Mientras los políticos perrean (no me sale otro adjetivo para una polémica estéril en la que sobran insultos y faltan argumentos) de manera absolutamente irresponsable por las fases del desconfinamiento, un asunto que tendría que ser estrictamente técnico y centrado totalmente en la salud de los individuos y la población y reservado a quienes entienden de prevención y salud pública e infectología, el sistema sanitario se prepara para su nueva normalidad. El post Covid-19 es también complejo: el SARS-CoV-2 va a seguir circulando y los centros sanitarios, sus profesionales y sus usuarios, seguirán siendo los más expuestos.
En estos momentos, mientras la atención mediática se centra en el aforo de los bares y sus terrazas, en la cita previa en las tiendas, en si se puede ir a segundas residencias y demás, en los centros ya están poniendo en negro sobre blanco el circuito interno especial para Covid-19, el número de personas máximo en salas de espera, los protocolos de detección del coronavirus prequirúrgicos, en diálisis, en radioterapia oncológica…
Las enfermedades nosocomiales siempre han sido objeto clave de la seguridad y la calidad asistencial pero en estos momentos el reto es mayúsculo y coge a profesionales y gestores exhaustos por semanas de lucha sin cuartel y, por el descomunal volumen de infectados y muertos entre sus propias filas (cerca de 50.000), cuerpo a cuerpo.
En la nueva normalidad, ya que es evidente que no se hizo bien en la fase aguda de la pandemia especialmente en España, la regla general debería ser la máxima seguridad del personal sanitario y de apoyo, incluyendo la prevención y atención de su estrés, sobrecarga emocional y patologías psicosomáticas.
Dentro de la estrategia post Covid-19 resulta básico provisionar bien (de acuerdo con la mejor evidencia científica) y sobradamente a los centros sanitarios de Equipos de Protección Individual (EPI) para que los sanitarios no se contagien ni contagien dentro y fuera de su lugar de trabajo.
Hay mucho ruido al respecto pero también mucha bibliografía fácilmente disponible en internet entre la que, por la actual polémica por el reparto de mascarillas a la población en la región de Madrid, viene muy a colación un informe del European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC) que concluye que el uso de mascarillas médicas en el personal sanitario debe ser prioritario al uso en la comunidad.
Que la nueva normalidad nos coja bien organizados y equipados y, a poder ser, centrados en lo que realmente importa, porque sin ello no habrá recuperación económica y social que valga: la salud de todos.
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