La imagen de una farmacéutica comunitaria realizando test de antígenos de SARS-CoV-2 a un paciente derivado por el sistema sanitario habla por sí sola. Nos dice que otra farmacia comunitaria es posible, más asistencial, mejor integrada con el resto del sistema sanitario, más orientada a proyectos de salud comunitaria, tales como atención farmacéutica domiciliaria, seguimiento farmacoterapéutico, cribados, adherencia…
Esta imagen no hubiera sido posible si esta farmacéutica no hubiera dedicado tiempo y esfuerzo a formarse, a adecuar la farmacia a las necesidades del servicio, al trabajo de su sociedad científica y de su colegio profesional, y al reconocimiento de las autoridades sanitarias de que esta labor es necesaria y viable. Son pasos positivos hacia la farmacia del siglo XXI.
La década de 2000 permitió un trabajo teórico y metodológico que sentó las bases de la atención farmacéutica nacida en los 90 (Strand y Hepler) adaptándola a España. La pasada década supuso la puesta en práctica de proyectos-piloto, de estudios de investigación, de protocolos de diferentes servicios profesionales y de consensos entre sociedades científicas.
La presente década debe ser la de la implantación generalizada y desarrollo de estos servicios, coordinados con la Administración y al servicio de los pacientes.
Cambios necesarios
Sin embargo, esta imagen, siendo necesaria, no es suficiente para lograr este cambio. La realidad es que ni la legislación ni la estructura de las farmacias están preparadas hoy para realizar un cambio decisivo hacia la farmacia asistencial. Existe una serie de cambios de orden interno y externo imprescindibles para acometer esta evolución y la incorporación normalizada de los servicios farmacéuticos en el quehacer diario de las farmacias.
En primer lugar, es imprescindible una evolución a un modelo retributivo mixto que integre el pago por servicio como el modo habitual de retribuir la labor asistencial del profesional sanitario. El modelo basado en el margen sobre producto orienta la labor del farmacéutico al producto, cuando lo que se necesita como valor añadido es la labor clínica. En la mayoría de los países desarrollados ya está implantado este modelo, pues permite diferenciar la labor de acceso al medicamento de la labor asistencial.
El ejemplo de Reino Unido
En segundo lugar, hay que posibilitar que los farmacéuticos más preparados presten más servicios asistenciales, como ocurre en el Reino Unido, donde los servicios farmacéuticos están divididos entre básicos (comunes a todas las farmacias) y avanzados (solo para aquellas farmacias certificadas). Esto posibilitaría una migración gradual de las farmacias de un modelo basado en el producto a un modelo de servicios asistenciales.
En tercer lugar, es necesario que el acceso a las farmacias de nueva apertura se haga por concurso-oposición y no solo por concurso. La oposición debe ir encaminada a seleccionar a aquellos farmacéuticos con mayor valía asistencial, permitiendo dotar de contenido a la carrera profesional, amén de terminar con posibles picarescas.
Equiparación con otros sanitarios
En cuarto lugar, hay que armar al farmacéutico del reconocimiento legal y curricular que lo equipare al resto de profesionales sanitarios y lo prepare para ejercer sus tareas asistenciales, fundamentalmente a través de la especialidad en farmacia comunitaria y de la recertificación.
La carrera de Farmacia, siendo la base indispensable de todo farmacéutico, no forma en concreto para la farmacia comunitaria, por lo que se necesita una especialidad, al igual que el médico necesita una especialidad en medicina de familia para ejercer en atención primaria.
Y, por último, es esencial que el farmacéutico comunitario forme parte del equipo multidisciplinar de atención primaria, con protocolos consensuados, canales de comunicación reconocidos y formación conjunta.
La comunicación directa médico-farmacéutico, establecida en el RD 1/2015 de uso racional del medicamento, rara vez se ha formalizado por la administración sanitaria y depende de gestos voluntarios y oficiosos de los implicados, lo cual, a la postre, repercute negativamente en el cuidado del paciente.
Al compás de Europa
La farmacia comunitaria está obligada a un “giro asistencial”. Esto es, centrada en servicios, domiciliaria, coordinada, colaborativa, digital y especializada. Es el camino que, en líneas generales, adoptan los demás modelos europeos.
España no puede ni debe quedar al margen y quienes ponen palos en las ruedas o miran para otro lado deberían preguntarse qué cuidados quieren recibir ellos y sus seres queridos de su farmacéutico cuando, antes o después, necesiten su atención.
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