La industria juega un papel muy importante a la hora de identificar proyectos y propuestas innovadores y, en conjunción con el resto de actores implicados, es clave para conseguir sinergias y aunar proyectos que tengan objetivos similares, según se puso de manifiesto en el evento virtual Ni antes ni después: en el momento adecuado, dentro de los Diálogos PHC Innovación aplicada a la medicina organizados por Roche+.
Según Carmen Ruiz-Villar Fernández-Bravo, responsable del Departamento de Productos Sanitarios de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), el papel de la industria es “ese ojo que va identificando dónde está la innovación y cuáles pueden ser proyectos interesantes y con vías de futuro”. A ello se suma su papel dentro del necesario diálogo entre los diferentes actores implicados (Administración, gestores, especialistas, investigadores, pacientes y usuarios...) para optimizar esa innovación y aprovechar de la mejor manera posible las diversas iniciativas que pueden tener nexos comunes. Para Ruiz-Villar Fernández-Bravo, “dentro de la experiencia reciente” de la pandemia de la covid-19, “hemos sido partícipes de una capacidad innovadora impresionante en España y se han podido ver múltiples ideas que se le ocurrían a las personas para hacerle frente”. Sin embargo, también es cierto que muchas veces los diferentes proyectos eran muy similares: “Vimos desarrollando proyectos similares -entiendo que a nivel europeo era igual- y creo que deberíamos tener un foro donde las ideas innovadoras puedan hablar”, remarcando que “a lo mejor” hay cinco proyectos parecidos y no llega ninguno a ver la luz, “pero unidos probablemente llegue” a surgir algo.
Además del papel de la industria, la responsable de la Aemps transmitió dos mensajes muy claros: el primero, que la Administración debe apoyar esa innovación y “ayudar a canalizar los proyectos que puedan ver la luz”. Y el segundo, que es muy importante que la innovación y la tecnología tengan un “valor añadido” para mejorar la calidad de vida, el tratamiento de los pacientes, la eficacia de un medicamento o evitar efectos graves por el uso de un producto. Para la experta, “la innovación por la innovación o la tecnología por la tecnología”, no tiene ningún sentido ni validez.
Desafíos bioéticos
Todos los agentes que trabajan para ofrecer los mejores abordajes terapéuticos a los pacientes que los necesitan, saben que una de las claves de la calidad asistencial es asegurar el acceso, en condiciones de equidad, a los tratamientos más efectivos en cada caso. Ruiz-Villar Fernández-Bravo también hizo hincapié en la importancia de tener en cuenta los retos de seguridad y bioéticos que presenta el uso de las nuevas tecnologías y el manejo de información y datos de los pacientes. “Como todo lo vamos a gestionar con nuevas tecnologías y de forma telemática, lo cual incluye mucho trasvase de información, es muy importante que todas esas aplicaciones que manejamos” tengan un alto grado de ciberseguridad y de hecho, “es uno de los temas” que tiene más presente la Comisión Europea. A modo de ejemplo, señala, hay que procurar que “el marcapasos de un paciente tenga un software lo suficientemente fuerte para que no le puedan hacer un hackeo” desde cualquier lugar del mundo. Se trataría, en definitiva, de proteger tanto datos como productos, además de preservar el “manejo adecuado” que se debe hacer de esa información. En este sentido, incide en que “son diálogos” y retos que están sobre la mesa y que serán muy importantes tanto ahora como “en el futuro”.
Cuellos de botella
César Hernández García, responsable del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), señaló que la incorporación de la innovación en el arsenal terapéutico del Sistema Nacional de Salud goza de buena salud, pero es necesario aumentar los recursos para evitar los “cuellos de botella” que en ocasiones se producen y ralentizan la misma.
En su opinión, “pasamos por ciclos en los diferentes países, al igual en España, de mayor o menor cola a la hora de incorporar” la innovación, “pero cuando hemos visto estadísticas y datos de toda Europa, y ahora se trabaja en facilitar que la incorporación de los medicamentos que se autorizan por procedimientos centralizados sea más homogénea, España está entre los países donde se incorpora todo” dentro del arsenal terapéutico del Sistema Nacional de Salud. “Y si no estamos en primera línea -ahí siempre hablamos de Alemania porque su legislación lo permite-, sí estamos en el segundo escalón”, incide.
El experto reconoce que “sin duda” hay que trabajar más y es algo que compete a todo los implicados (Administración, industrias, profesionales y pacientes), pero también “habrá que dedicar recursos a que eso sea posible”. Desde su perspectiva, “a veces podemos encontrar cuellos de botella” que son causados por la falta de dedicación de recursos.
¿Un NICE español?
Hernández García reiteró que la situación en España no es peor que en otros países y, en este contexto, recuerda las apelaciones en el pasado más o menos reciente sobre la necesidad de que existiera una institución como el NICE (Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia, por sus siglas en inglés), en nuestro país. “Si es por acceso, cuando antes el Brexit me he sentado en foros comunes con los colegas del Reino Unido”, la realidad percibida, incluyendo la visión de la industria farmacéutica, “es que no creo que fuera un ejemplo de enorme rapidez a la hora de incorporar innovaciones”. Por todo ello, consideró que “cada uno tiene que buscar su camino” y ser capaces de trasladar la innovación “en el momento oportuno o a tiempo”, ya que no “no siempre necesariamente rápido” es lo más práctico o efectivo.
Estrategia nacional de medicina personalizada
El experto también recordó la importancia de desarrollar y poner en marcha una estrategia para la medicina personalizada a nivel nacional, un proyecto que “está sobre la mesa” y que, como otros proyectos, se ha visto afectada por la pandemia de la covid-19. Según apuntó, el proyecto incluye las cuestiones que, por ejemplo, contempla el plan francés, entre otras cómo vamos a resolver el tema de la secuenciación de las personas en los bancos y, a partir de ahí, la distribución para ensayos clínicos o la propia selección de tratamientos; o también decisiones sobre precio-financiación “a la hora de calcular qué impacto puede tener determinado tipo de terapia...”. Para Hernández García, el objetivo final es “de qué manera podemos ayudar mejor a los ciudadanos con aquellos tratamientos que sean más precisos”.
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