La desnutrición relacionada con la enfermedad (DRE) aumenta la morbilidad y mortalidad de los pacientes, alarga las estancias hospitalarias y eleva los costes sociosanitarios. En el caso de enfermedad oncológica disponemos de estudios que evidencian que afecta en torno al 60% de los pacientes. Si bien es conocido que hay cánceres más emanciantes que otros, como los cánceres de páncreas, esófago, estómago o cabeza y cuello, debemos recordar que la propia enfermedad neoplásica o los efectos adversos de los tratamientos utilizados propician el desarrollo de la desnutrición.
Tampoco podemos olvidar su carácter transversal, pudiendo afectar a cualquier grupo etario y en cualquier momento de la evolución del cáncer. La desnutrición condiciona cambios en la composición corporal de la persona con cáncer (pérdida de peso, pérdida de masa grasa y de masa muscular), deterioro de órganos y sistemas, pérdida de funcionalidad e interferencia condicionando peor respuesta terapéutica a los tratamientos quirúrgicos (complicaciones postoperatorias) , así como a la radio y quimioterapia disminuyendo su tolerancia y eficacia, sin olvidar el impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes y en los costes para el sistema sanitario.
Con lo que sabemos en la actualidad podríamos anunciar dos noticas, una mala y una buena. La mala noticia es que los pacientes oncológicos son un colectivo muy vulnerable a la DRE y la buena noticia es que podemos prevenirla y tratarla eficazmente cuando trabajamos en equipo pacientes y profesionales de distintas disciplinas. Pero, para ello, debemos comenzar por ser sensibles al tema para estar alerta del problema. Esta sensibilidad la conseguimos mediante información y formación, tanto a los pacientes como a los profesionales. Los pacientes deben reconocer la interferencia de la desnutrición en la enfermedad oncológica y las posibilidades de prevención y tratamiento disponibles en cada momento de su evolución compartiendo las decisiones terapéuticas. Y los profesionales, aprendiendo a trabajar en equipo para optimizar el conocimiento de cada disciplina implicada en el cuidado y atención nutricional de cada persona con cáncer en cada momento evolutivo de su enfermedad. Entender este engranaje de forma precisa en gran medida condiciona el éxito terapéutico.
Normalización errónea
Una manifestación de la presencia de la DRE es la pérdida de peso que presentan algunos pacientes en la evolución de su cáncer. Debemos corregir la normalización asociada a este fenómeno. Ni los pacientes, ni algunos profesionales debemos asumir siempre que es irremediable perder peso durante la evolución del paciente con cáncer, este es un concepto equivocado en la actualidad. La pérdida de apetito, los fenómenos digestivos (nauseas, vómitos, diarrea, dolor) o la pérdida de peso son fenómenos que pueden aparecer en la evolución de una persona con cáncer en algún momento de su evolución. Estos síntomas deben ponernos sobre aviso de que algo está pasando y servir de alarma para abordar la nueva situación.
Disponemos de herramientas de cribado de la DRE, no son otra cosa que cuestionarios que permiten de una forma objetiva identificar pacientes en riesgo de desnutrición o desnutridos, algunos de ellos, específicos para la evaluación del paciente oncológico, son autoadministrables. Identificar a los pacientes en riesgo nutricional o desnutridos nos permite actuar con celeridad y contener el impacto negativo.
La formación en nutrición de los profesionales sanitarios en España es heterogénea y en general deficiente. Llevamos muchos años demandando aumentar la formación curricular de los médicos en general tanto en pregrado como en postgrado que facilite la concienciación ante el problema de la DRE y optimice las actuaciones en beneficio de la persona con cáncer tanto en su prevención como en el tratamiento a lo largo de la evolución de la enfermedad.
Abordaje multidisciplinar
Las unidades de Nutrición Clínica y Dietética son organizaciones multidisciplinares referentes en el abordaje de los pacientes con DRE en general y muy especialmente en los pacientes oncológicos cuando establecen sinergias de actuación con los equipos de oncología, cirugía, etc. Pero no podemos olvidar que todos los profesionales implicados en la atención del paciente con cáncer tenemos responsabilidades en su cuidado y tratamiento nutricional. Las enfermeras, dietistas-nutricionistas, endo-nutriólogos, oncólogos médicos, oncólogos radioterapeutas, cirujanos, rehabilitadores, fisioterapeutas entre otros profesionales sanitarios necesitamos sumar con nuestras actuaciones. Debemos estandarizar procedimientos de trabajo y protocolos que nos permitan organizarnos mejor y faciliten que podamos aprender a trabajar en equipo, porque somos conscientes que esta es una clara área de mejora.
Allí donde funcionan equipos coordinados como en los procesos de rehabilitación multimodal de intervenciones en pacientes con distintas cirugías oncológicas el éxito está asegurado. En estos protocolos, la atención nutricional, metabólica y funcional antes, durante y después de la intervención, está contemplada y es compartida por todos los profesionales al cuidado del paciente, y, lo que es más importante, el paciente, bien informado, se involucra plenamente en su tratamiento.
Disponemos de un excelente y valioso arsenal de medidas en el tratamiento médico nutricional que pasan por el consejo dietético, los suplementos nutricionales, la nutrición enteral y la nutrición parenteral, que han demostrado ser eficaces y seguras. En mi opinión, resulta imprescindible poner en valor que disponemos de evidencia científica que muestra que los suplementos nutricionales son tratamientos coste-efectivos. Insisto 'tratamientos'; por tanto, responden a una indicación y objetivos terapéuticos, evaluables en el tiempo, y claramente condicionados a su cumplimiento, es decir, una adecuada adherencia terapéutica. No es “café para todos” la selección adecuada de la fórmula, el volumen, la viscosidad, textura etc. resulta imprescindible para el éxito terapéutico.
Inequidad en el acceso
Lamentablemente, el acceso a estos tratamientos es muy heterogéneo en todo el territorio nacional. Las normas que regulan su financiación tienen más de 20 años y la evolución del conocimiento en esta materia ha avanzado considerablemente. Resulta imprescindible su actualización y adaptación a la realidad, reclamada por profesionales y pacientes, que permita corregir la inequidad existente en este momento, ya que dependiendo de qué tipo de tumos tenga o en qué comunidad autónoma viva el paciente puede o no disponer de la financiación del mismo.
En la lucha contra la DRE oncológica estamos implicados todos, profesionales sanitarios, gestores, decisores políticos y pacientes. Del saber hacer y compromiso de todos estos colectivos dependerá el éxito en las batallas que cada día se libran en los distintos niveles asistenciales en la atención de las personas con cáncer. Debemos tener claro que el impacto negativo de la desnutrición en el paciente con cáncer lo vencemos siempre trabajando en equipo.
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