La aceptación de la apariencia física y la satisfacción con la vida son algunos de los valores que mejoraron en los jóvenes trans y no binarios después de estar dos años sometidos a tratamientos hormonales de reafirmación de género. Mientras, los síntomas de depresión y ansiedad disminuyeron.
Estas son las primeras conclusiones del estudio "Funcionamiento psicosocial en personas jóvenes transgénero después de estar dos años bajo un tratamiento hormonal", firmado por investigadores de distintos centros de Estados Unidos, y publicado en The New England Journal of Medicine (NEJM).
Hasta este momento, los estudios prospectivos, de seguimiento en el tiempo, de los efectos de las terapias hormonales de reafirmación de género en jóvenes transgénero y no binarios eran limitados. De modo que este trabajo viene a arrojar luz en un campo, hasta ahora, poco iluminado desde la investigación y, como el mismo trabajo indica, aparece en un momento "de creciente politización de la atención médica en la afirmación de género".
Desde SMC España, Adrián Carrasco Munera, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Salud LGTBIQ+ de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria, valora que "el estudio muestra de manera sólida el beneficio psicosocial del uso de hormonas de afirmación de género en población trans y no binaria joven".
Tratamientos hormonales
La investigación parte de estudiar a un grupo de 315 jóvenes transexuales o no binarios de entre 12 y 20 años, reclutados en cuatro clínicas pediátricas que tratan transgéneros de Chicago, Boston y Los Ángeles. Los voluntarios son evaluados hasta cinco veces a lo largo de dos años. La primera, al comienzo de su tratamiento con hormonas de reafirmación de género y las siguientes a los seis, 12, 18 meses y a los dos años.
De los participantes el 60% eran transmasculinos, es decir, jóvenes designados como mujeres al nacer que se identificaban con lo masculino.
Los jóvenes puntuaron, al principio de la investigación, sus niveles de depresión, ansiedad, estado de ánimo, satisfacción con la vida y la congruencia de su apariencia física y, a los dos años de estar sometidos al tratamiento hormonal, volvieron a someterse a las mismas preguntas. En este tiempo "hubo cambios significativos en todos las variables psicosociales analizadas".
Las puntuaciones para cada uno de las variables analizadas se obtuvieron mediante la respuesta a cuestionarios y escalas internacionalmente aceptadas para medir estos valores.
Así, las puntuaciones que tenían que ver con la apariencia física, el estado de ánimo y la satisfacción con la vida "aumentaron significativamente", mientras las de depresión y ansiedad "disminuyeron de manera importante".
Por ejemplo, 27 participantes con puntuaciones de depresión en el rango severo al inicio del estudio, a los dos años de estar sometidos al tratamiento hormonal pasaron a rangos mínimos o moderados. De manera similar, participantes con valores de depresión en el rango moderado al inicio, informaron de puntuaciones de depresión en el mínimo o rangos moderados a los 24 meses.
Con respecto a la ansiedad, 47 participantes que comenzaron con unas puntuaciones de rangos clínicos el comenzar, estaban en el rango no clínico al concluir el estudio.
'Transmasculinos' y 'transfemenino'
El análisis más detallado de la investigación, teniendo en cuenta el sexo, raza y edad de los participantes, puso de manifiesto que mientras las puntuaciones de depresión y ansiedad disminuyeron entre los transmasculinos, es decir, los jóvenes que fueron designados mujeres al nacer, no fue así entre los designados varones al nacer. Del mismo modo, las puntuaciones para la satisfacción con la vida aumentaron entre los jóvenes designados mujeres al nacer, pero no entre los designados como varones al nacer.
La explicación del estudio para este hallazgo parte de aclarar que "algunos cambios fenotípicos mediados por estrógenos pueden tardar entre 2 y 5 años para alcanzar sus máximo efecto (por ejemplo, el crecimiento de los senos), por lo tanto, sería necesario un estudio más prolongado en el tiempo para ver cómo la aparición de estos cambios físicos en las personas nacidas varones, pero que se sienten chicas, tienen un efecto sobre la depresión, la ansiedad y la satisfacción con la vida".
Pero, además, "los cambios asociados con una pubertad mediada por testosterona endógena (por ejemplo, una voz más profunda) pueden ser más pronunciados y observables que los asociados con una pubertad endógena mediada por estrógenos". Por lo tanto, los investigadores "plantean la hipótesis de que las diferencias observadas en la depresión, la ansiedad y la satisfacción con la vida entre los jóvenes designados mujeres al nacer en comparación con aquellos designados como varones al nacer pueden estar relacionados con las experiencias diferenciales de las minorías de género: el estrés, que podría surgir de las diferencias en aceptación social del transfemenino (es decir, personas designadas como hombres al nacer que se identifican a lo largo el espectro femenino) en comparación con las personas transmasculinas".
De hecho, el estrés de pertenecer a una minoría de género "se asocia con resultados de salud mental más negativos, y la investigación sugiere que las jóvenes transfemeninas pueden experimentar más el estrés de esa minoría que la juventud transmasculina".
En este punto, Antonio Guillamón Fernández, catedrático emérito de Psicobiología de la UNED, admite que le llama la atención que "las diferencias entre transmasculinos y transfemeninos respecto a la ansiedad y la depresión se achaquen solo a factores ambientales, cuando también deberían tener en cuenta que pueden intervenir variables ligadas a las diferencias entre los sexos, archiconocidas respecto a la ansiedad y la depresión".
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