La industria farmacéutica es un sector estratégico en las sociedades modernas. Desde la perspectiva sanitaria, pero también desde la económica y la social. La pandemia ha demostrado esta triple perspectiva: una crisis sanitaria global devino en profunda crisis económica y social, y solo la llegada de las vacunas permitió empezar a derrotar a la covid-19.
Esta condición estratégica de la industria farmacéutica también se extiende a nuestro país. Como hemos visto, España ha desempeñado un papel relevante en la movilización global contra la crisis. Hemos sido el primer país de Europa y el cuarto del mundo en ensayos clínicos de potenciales tratamientos contra el coronavirus, gracias a años de trabajo de colaboración estrecha entre la Administración, el sistema sanitario, los pacientes y las compañías farmacéuticas, que han hecho de España una referencia internacional en investigación clínica.
Al protagonismo en ensayos clínicos se sumó la disponibilidad de un tejido productivo con más de un centenar de plantas de fabricación de medicamentos de uso humano, y una estructura organizativa muy sólida, que contribuyeron a que ni siquiera en los momentos más duros de la crisis se produjeran problemas serios de desabastecimiento.
Son dos ejemplos de la importancia de contar con una industria farmacéutica bien asentada en España y de la realidad de que partimos de una base consolidada, resistente, comprometida con el país y con capacidad de respuesta ante la emergencia.
Así ha sido reconocido recientemente por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien, en nuestra reciente reunión con máximos representantes de compañías farmacéuticas a nivel nacional e internacional, afirmó que "la industria farmacéutica es un sector clave que contribuye a la economía del conocimiento y ayuda a desarrollar el tejido industrial, atraer inversiones y crear empleo".
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