Magallanes, que protagonizó una de las gestas más importantes de la Historia como fue la primera circunnavegación del mundo, fue acompañado, además de por su tripulación compuesta por más de 250 personas, por un arsenal terapéutico formado por hasta 60 drogas, "entre simples de origen vegetal y mineral y medicamentos simples y compuestos en diferentes cantidades". Así lo explica a este medio Antonio Ramos Carrillo, doctor en Farmacia de la Universidad de Sevilla y autor, junto a Cecilio J. Venegas Fito, también doctor en Farmacia, de la obra La botica de la expedición de Magallanes y Elcano. Se trata de una edición de lujo publicada conjuntamente entre la Academia de Farmacia de Castilla y León y la editorial Taberna Libraria, con el apoyo de la Academia Iberoamericana de Farmacia y el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos.
La obra incluye una fiel reproducción del inventario original de las medicinas embarcadas, con transcripción y estudio de los 60 remedios que dieron la vuelta al mundo.
Esta labor no ha sido fácil y sólo está al alcance de expertos en paleografía (estudio de la escritura y signos de los libros y documentos antiguos) como es, precisamente, Venegas, que también es presidente del COF de Badajoz. "La letra que se utilizaba en el siglo XVI se llama cortesana humanística, esto significa que las letras no se ligaban por abajo, como hacemos actualmente, sino por arriba, lo que hace que ahora no se distingan las letras", comenta a CF.
De entre esos sesenta remedios que viajaron en la nao Trinidad, bajo el mando directo de Magallanes, Ramos Carrillo destaca la Triaca que, "ideada por Andrómaco en el período Helenístico-Alejandrino, tenía multitud de supuestas indicaciones, entre ellas como antídoto". El experto afirma que era "como una panacea", pues era "un remedio para casi todos los males".
Venegas resalta que se trataba de un compuesto con más de 50 simples; "Levaba carne de víbora, carne de momias, perlas y esmeraldas machacadas…, por lo que era un compuesto carísimo. También contenía opio. Son productos que no tenían una diana terapéutica porque no se sabía cómo actuaban. Eran polifármacos que a más cosa que se le echaba más valía el compuesto y tenía un efecto psicológico, de placebo", reconoce. Esto lo confirma el otro coautor, quien recuerda que en ese momento, "la terapéutica se basaba en el galenismo y la búsqueda del equilibrio de los cuatro humores. Por ello, aunque, en teoría, tenían todos estos remedios muchas indicaciones, la utilidad era limitada".
En ese inventario se encontraban otros productos destacados por Venegas, como la almáciga, el llamado polvo para miembro -"se intuye fácilmente a qué miembro se refería", sonríe, la atutía, el aceite de manzanilla, azúcar rosado, aceite rosado, eneldo y varios ungüentos, como el basilicón, el resolutivo, el rosado y el apostolorum. Ramos Carrillo dice de este último que debe su nombre a que "contenía doce medicamentos, como los doce apóstoles, y se usaba para las fístulas de difícil cicatrización y para las escrófulas rebeldes".
Mención especial merecen los mercuriales, es decir, los productos de mercurio, "que se usaban para combatir la sífilis y las infecciones. "Con un anzuelo de pescar -relata Venegas- se abría el labio de una herida de lanza, por ejemplo, y se introducía un compuesto mercurial, esperando que eso fuera un antibiótico. Es la búsqueda preantibiótica".
Es curioso como también surcaron los mares los productos para las lavativas. "Entonces había tres técnicas curativas: purgar; sangrar, para que la sustancia pecante abandonara el organismo a través de la sangre, y clisterizar, es decir, hacer lavativas, usando cañutos o clísteres a modo de jeringas grandes para introducirlas por el ano". Según el presidente del COF de Badajoz, "entonces se usaban laxantes de alto techo y diuréticos y se intentaba que el organismo eliminara bien por el vómito, la sangre o las heces lo que estaba causando la enfermedad. En ese tiempo se creía que la enfermedad era cosa divina y un castigo de Dios por el mal comportamiento o malos deseos".
Un arsenal por 13.000 maravedíes
Como se detalla en el libro y remarca Venegas, el valor de la botica que viajó en la nao de Magallanes alcanzaba los 13.000 maravedíes, lo que vendría a ser en la actualidad 4.000 euros aproximadamente. "Esto era el 0,15% de lo que vale todo el embarque, que costó los 13 millones de maravedíes, que son más o menos 3 millones y medio de euros.
"Esto nos enseña -reflexiona el experto- cómo ha cambiado la atención a la salud en 500 años y cómo lo ha hecho de manera radical. A día de hoy, la asignación por persona en cualquier régimen de seguridad social de España es de, aproximadamente, entre 2.000 y 3.000 euros por persona dentro del gasto sanitario. Lo que se embarca aquí significa el 0,15% del embarque total y hace referencia a tres maravedíes (10 céntimos de euro) por persona y mes. Esa era la concesión que se le daba a la botica en ese tiempo, al arte de curar". A modo de curiosidad, lo que se embarcó en pan fue el equivalente al 6% del valor completo de la expedición y el vino fue el 15%, "porque el vino era alimento en la época".
Más curiosidades: por emprender tan osada empresa, Magallanes cobraba 8.000 maravedíes al mes; los pilotos reales, 3.000; los maestres y contramaestres, otros 3.000; un peón, 500 al mes. "En este tipo de viajes a los marineros se les daba dos meses por adelantado, que se depositaban en tierra y se les dejaba a las que luego iban a ser sus viudas", explica el experto. Y es que, de los 250 tripulantes que se sumaron a esta aventura, solo volvieron 18.
Ese viaje entraba muchos peligros, no solo por los temporales y los ataques de flotas enemigas, sino también por las enfermedades. "La principal enfermedad a bordo era la pelagra y el escorbuto -afirma Venegas-. El escorbuto es un padecimiento en el que se inflaman las encías, que crecen por encima de los dientes y los llegan a cubrir, por lo que ya no se puede comer, porque no se puede morder del dolor tan intenso". El remedio iba con ellos, pues, de regreso, "dos de los productos que volvieron en la nao eran la pimienta y el clavo de olor, muy ricos en vitamina C", sostiene Venegas.
El boticario Juan Bernal
Los autores afirman que junto a Magallanes y Elcano no fue un boticario para responsabilizarse de tan variopinto arsenal terapéutico y con el que afrontar las dolencias del viaje. ¿Quién fue entonces el encargado de seleccionar los 60 preparados medicinales? Fue Juan Bernal, que tenía botica en Sevilla, y hasta ahora un personaje desconocido por estos historiadores. Su figura, dice Venegas, resulta especialmente interesante, ya que estaba "entroncado con la realidad científica y con la realidad económica al más alto nivel". Así, estaba relacionado, según han podido saber tras investigar diversos documentos de la época, con un importante banquero de entonces y con Nicolás Monardes, "el primer médico que empieza a comerciar y a traer plantas medicinales descubiertas en las Indias para uso en la Península y en el resto de Europa".
Plantas y especias, el oro del momento
¿Y que se trajeron de aquella primera circunnavegación al mundo? Las especias, el motivo principal de haber zarpado y que lo hicieron gracias a la financiación de Carlos I de España y V de Alemania. "La expedición se pagó sola -afirma el presidente del COF de Badajoz- por las especias que vinieron. Los 13 millones de maravedíes se cubrieron por demás con el remate de la Feria de Medina del Campo, pues todo acabó en Valladolid, y se hizo almoneda y subasta pública de todo lo que llegó".
El experto prosigue diciendo que las especias "eran el bien más preciado en la época, el equivalente al oro; de hecho, cuando alguien era muy rico se decía que era una bolsa de especias, tanto es así que los granos de pimienta cotizaban como moneda y se compraba y se pagaba con granos de pimienta".
Lo mismo pasaba con las plantas medicinales: "El comercio de las plantas con las Indias era de tal magnitud que estaba a la par que el oro y planta. Los banqueros estaban presentes en España para comerciar con las plantas. Tanto es así que se podrían comparar con las vacunas hoy, pues son geoimportantes; quien tiene las vacunas tiene el poder y están muy ligadas al progreso y al bienestar social y a la economía. Así también estaban las plantas".
Además, en la publicación se recogen dibujos a toda página de las especias que surcaron el viaje de vuelta, por cuya posesión perdieron su vida cientos de marineros en esta incomparable proeza náutica.
Habrá segunda parte
Venegas adelanta a CF, que ya tienen pensado adentrarse en otra aventura literaria, en la que harán un recorrido por todos los boticarios que salieron de Sevilla para Indias. De hecho, ya tienen localizado a unos cuantos, como el boticario que acompañó a Colon y que se llamaba Maese Diego. Este personaje descubrió en América la almáciga, una resina que en España se traía desde Turquía y cuando llegan a las Indias en el segundo viaje de Colón ven que está también allí y las posibilidades que eso ofrecía porque tenía un gran valor en el mercado. "El mismo Colón le promete al boticario Maese Diego una recompensa por haberlo descubierto", afirma Venegas.
Como reflexión final, el presidente del COF de Badajoz apunta que el boticario "está incluido desde el primer momento en la conquista de América, en el encuentro de los dos mundos, en la identificación de las plantas americanas y en el comercio de géneros".
"La botica está presente en los grandes acontecimientos sociales -prosigue-, igual que está la farmacia militar en todas las guerras de España, lo mismo que está el Protomedicato y en Las siete partidas de Alfonso X El Sabio ya se hablaba del boticario, igual que en los gremios y cofradías de la Corona de Castilla y Aragón, la botica está presente en todos".
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