Las terapias avanzadas o dirigidas, también llamadas medicina personalizada de precisión, ya están aquí, van a quedarse y van a ir a más, tras provocar una transformación radical en la manera en como se abordan hoy muchas patologías graves, en la organización de los hospitales, en la relación entre el sistema sanitario y la industria farmacéutica innovadora e, incluso, en el ejercicio de la medicina. Por ello dedicamos a este tema el especial por el XXVII Aniversario de Diario Médico, que celebramos hoy lunes 27 de mayo.
En estos momentos son muchas las incógnitas al respecto, a pesar del loable esfuerzo que se está haciendo, bajo el liderazgo del Ministerio de Sanidad y con una amplia participación, para definir y desarrollar el Plan de Abordaje de las Terapias Avanzadas en el Sistema Nacional de Salud. Una de ellas es cómo los profesionales de la medicina van a incorporar a su día a día todo ese nuevo arsenal diagnóstico y terapéutico y cómo van a gestionar la ingente cantidad de información que lleva aparajeda, no toda en base a evidencia científica de calidad y contrastada ni desinteresada. La respuesta a esa relevante cuestión la deben de dar las sociedades científicas, sin duda el mejor ámbito para discutir y consensuar asuntos tan complejos como qué aplicar a qué pacientes; contando, por supuesto, con la Administración sanitaria, que deberá elaborar recomendaciones y/o estándares sobre buen uso de estas terapias. La medicina de precisión no debería quedar al albur de la variabilidad de la práctica médica y las causas que la generan.
Y así tiene que transmitirse a la sociedad. Las sociedades científicas deben liderar los mensajes al respecto, que no los centros de agudos, sus servicios, sus equipos o sus profesionales individualmente, como estamos viendo ya. Si no se pone algo de orden en la comunicación se corre el riesgo de otorgar falsas esperanzas a los enfermos con patologías muy graves y sus familias y, como consecuencia de ello, de poner en peligro la confianza entre médicos y pacientes -”¿Por qué mi médico no me prescribe eso que dicen (los medios, las redes sociales…) que cura lo que yo tengo?”-. Ni la Administración, ni los gestores, ni, por supuesto, la industria, pueden ocupar el lugar de las sociedades científicas y sus asociados en este terreno. Y, para que ejerzan bien su labor, que incluye la formación continuada, tendrían que disponer de recursos propios (no financiación externa) y actuar con total transparencia para que sus decisiones (revisadas periódicamente) acerca de estas y todas las nuevas terapias tengan la máxima garantía y credibilidad.
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