Desde que, el pasado 20 de enero, Donald Trump regresó a la Casa Blanca y tomó posesión como 47.º presidente de los Estados Unidos, su modo de actuar se ha descrito de modo recurrente —en artículos periodísticos, análisis políticos, viñetas humorísticas— con la imagen del elefante en una cacharrería. La metáfora gráfica se apoya, por un lado, en su estilo explosivo, polarizante, imprudente e imprevisible, dinamitador de las convenciones tradicionales (que bien merecería dar nueva vida a un verbo casi olvidado en español, el salmantinismo ‘estrumpir’: hacer explosión, estallar, meter ruido); y, por otro, en la imagen del elefante como símbolo del Partido Republicano.
Ayer mismo, Trump vinculó el uso de un conocido analgésico durante el embarazo con el riesgo de autismo en los niños y adelantó la posible promoción de un nuevo tratamiento para el autismo. Como era de esperar, sus declaraciones son hoy titular de portada en la prensa escrita del mundo entero. En la noticia que publica el diario más influyente en lengua española, El País, el segundo párrafo comienza así: «“El acetaminofeno (el principio activo del paracetamol) puede asociarse con un riesgo muy elevado de autismo”, ha asegurado el presidente estadounidense».
Pero no: el acetaminofeno no es el principio activo del paracetamol. De hecho, el paracetamol no contiene ningún principio activo; el paracetamol es el fármaco o principio activo de medicamentos tan conocidos como Termalgín, Apiretal, Gelocatil, Panadol, Antidol, Difenatil, Dolostop, Efferalgán, Febrectal y Xumadol, entre otros. La denominación común internacional (DCI) paracetamol, sí, es el nombre de uso obligado por ley en nuestro país, según lo establecido en la ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios* de 2015. Casi todos los países del mundo recogen en su legislación la obligatoriedad de usar las DCI de los fármacos (o su equivalente en la lengua correspondiente; en inglés, por ejemplo, la International Non-Propietary Name o INN). No así los Estados Unidos, donde por ley es obligatorio el uso de sus propias denominaciones comunes estadounidenses: United States Adopted Name o USAN. En los Estados Unidos, pues, va contra la ley emplear paracetamol, y es obligado usar en su lugar acetaminophen. En España, en cambio, sucede lo contrario: va contra la ley emplear ‘acetaminofeno’, y es obligado reemplazarla por su DCI ‘paracetamol’.
El problema se repite más abajo en el cuerpo de la noticia: «La Administración estadounidense también aprobará el tratamiento con leucovorina, una variante del ácido fólico empleada hasta ahora en algunos casos de anemia y ciertos cánceres, como un medicamento que puede contribuir a reducir los síntomas del autismo»**. Estamos ante un caso análogo: leucovorin es la USAN que reciben en los Estados Unidos el fármaco que en el resto del mundo conocemos por su INN inglesa folinic acid o su DCI española ácido folínico; esto es, el principio activo de todos los folinatos (del mismo modo que el ácido fólico es el principio activo de todos los folatos).
¿Que la cosa no es sencilla y la coexistencia de diferentes nomenclaturas se presta a confusión? Sí, desde luego; pero tampoco me parecen sencillas las normas de la FIFA sobre el fuera de juego, la delimitación de las faltas directas o indirectas, la interpretación de los contactos entre mano y balón, o la aplicación de la ley de la ventaja. ¿Aceptarían por eso los lectores del Marca una noticia en la que un redactor deportivo desconocedor de la normativa balompédica debatiera tal o cual revisión del VAR en un clásico Madrid-Barça? No lo creo. En la sección de «Salud», «Medicina» o «Ciencia» de un diario de prestigio cabe esperar también, me parece, al menos un conocimiento más que mediano de la nomenclatura farmacológica y de la diferencia entre medicamento y un fármaco.
* La ley obliga en realidad a usar la denominación oficial española (DOE), pero en la práctica esta es siempre idéntica a la DCI. Copio de su artículo 14: «A cada principio activo le será atribuida una denominación oficial española (DOE) por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. La denominación oficial española será de uso obligatorio […]. La denominación oficial española deberá ser igual […] a la denominación común internacional (DCI) fijada por la Organización Mundial de la Salud».
** El problema, ¡ojo!, no es tan solo de El País; en El Confidencial leo asimismo: «La otra gran medida, también polémica, ha sido dar relevancia a los ensayos clínicos con leucovorina, un tipo especial de ácido fólico (vitamina B9) recetado que se ha utilizado durante más de 80 años para rescatar al organismo de los efectos nocivos de la quimioterapia»; y en elDiario.es: «Al mismo tiempo, la Administración Trump promocionan un fármaco llamado leucovorina, una forma de vitamina B9, también conocida como folato, como posible tratamiento para el autismo».
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