La muerte súbita en deportistas jóvenes tiene un impacto social considerable por su carácter impredecible y trágico al producirse en individuos previamente sanos. La restricción de la práctica deportiva de alta intensidad cuando en un deportista se detecta un síndrome arritmogénico hereditario asociado a muerte súbita es un tema controvertido. Un nuevo estudio constata la eficacia, seguridad y los beneficios de mantener la actividad física con un programa personalizado e individualizado.
El cambio drástico que presenta un deportista de competición dejar su rol cuando es apartado de la competición por presentar un síndrome arritmogénico con riesgo de muerte súbita puede desencadenar una serie de cambios físicos, psicológicos, emocionales, sociales y de estilo de vida muy importantes. En ese momento vital incluso con apoyo, la transición puede ser difícil para algunos atletas. Aproximadamente el 20% de los atletas experimentan la transición fuera del deporte como una crisis.
El riesgo de la inactividad
Un nuevo estudio llevado a cabo por el Hospital San Joan de Déu que ha sido galardonado con el Primer Premio Nacional de Investigación en Medicina del Deporte Fundación Cajastur, constata “el riesgo de pasarse al otro lado por inactividad”, así como los beneficios de un programa de entrenamiento personalizado, adaptado a la condición física de cada individuo, sobre su calidad de vida y su salud física y psicológica, según explica Georgia Sarquella-Brugada, jefa de la Unidad de Arritmias y Muerte Súbita del Hospital San Joan de Deu y responsable del estudio.
El estudio se llevó a cabo sobre una veintena de deportistas de distintas disciplinas deportivas, con una edad de entre 8 y 25 años, y que habían sido declarados no aptos para la competición por riesgo de muerte súbita entre seis meses y seis años antes.
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