La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) emitió hace unas semanas una autorización de emergencia para un nuevo tipo de test genéticos que puede revolucionar la investigación sobre el SARS-CoV-2.
Desarrollado por Adaptive Biotechnologies, con la participación del Hospital Universitario 12 de Octubre y en colaboración con Microsoft, la prueba se basa en la detección y secuenciación de los linfocitos T.
Eso significa que el test no está destinado a diagnosticar la presencia de una infección activa de la covid-19, sino a identificar la respuesta inmunitaria adaptativa al virus a lo largo del tiempo, de forma que permita confirmar infecciones previas y medir el estado de la inmunidad (natural o por vacunación).
La investigación sobre el papel de los linfocitos T puede ayudar a despejar muchas de las dudas que planean en torno al SARS-CoV-2, especialmente en relación a la duración de la protección en infectados y vacunados y su efectividad ante las nuevas variantes.
Cuando nuestro sistema inmunitario detecta la presencia de moléculas de un patógeno, produce unas proteínas denominadas citocinas. Algunas sirven de alarma, activan un escuadrón de glóbulos blancos que se lanzan a por los intrusos, otras impiden que los virus se reproduzcan (interferones).
Ese conjunto inicial de acontecimientos forma parte de lo que se denomina sistema inmunitario innato y origina enrojecimientos, hinchazón o dolor localizado, efectos colaterales de las defensas que pone en marcha nuestro organismo.
Esa respuesta inicial es rápida y poco precisa pero permite ganar tiempo para una segunda línea de defensa en la que intervienen los equipos de especialistas: los linfocitos T.
Células mensajeras procedentes de la fuente de la infección inmovilizan pequeños fragmentos de virus y los llevan hacia los ganglios linfáticos, donde células selectivas y preprogramadas pueden movilizarse en función de ese retrato robot.
El sistema inmunitario adaptativo produce así un batallón de linfocitos T de varios tipos, que pueden atacar al virus. Los linfocitos citotóxicos (o células T CD8+) buscan y destruyen las células infectadas por el virus. Otro tipo son los llamados linfocitos de memoria, que se activan en caso de reinfección. Estos últimos son los que pueden reconocer patógenos similares a los que ya nos hemos enfrentado en el pasado, lo que significa que, incluso para nuevas amenazas, el cuerpo puede disponer de respuestas capaces de combatirlo por su parecido a infecciones pasadas.
Una respuesta inmunitaria más completa
Hasta ahora las vacunas aprobadas se han centrado en la generación de anticuerpos que bloqueen la presencia del virus, pero la investigación comienza a mirar con más interés a otros tipos de defensas naturales; herramientas del organismo que puedan ayudarnos a diseñar vacunas más completas, que persigan más elementos, incluyendo proteínas que mutan con menos frecuencia que la famosa espiga.
“Una vacuna de vanguardia estimula la respuesta inmunitaria en ambas direcciones: destrucción de células infectadas mediante los linfocitos T y destrucción de microorganismos infecciosos extracelulares mediante la liberación de anticuerpos”, explicaba recientemente la viróloga e inmunóloga del CSIC Margarita Del Val. “Es como usar dos ejércitos a la vez, la aviación y la infantería de tierra. La vacuna que está desarrollando Luis Enjuanes iría en esa dirección”.
Además, la preocupación por las variantes del nuevo coronavirus hace que los inmunólogos multipliquen sus esfuerzos por monitorizar la evolución de estas células ya que muchos creen que, incluso si los anticuerpos se vuelven menos eficaces para combatir la enfermedad a lo largo del tiempo, los linfocitos T pueden ser una defensa más completa.
Un trabajo reciente de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins analizaba el comportamiento de los linfocitos T de personas recuperadas de la covid-19.
Los resultados confirman que pese a haber sido infectados con las cepas iniciales, la protección de estas células sigue siendo activa contra tres de las nuevas variantes del SARS-CoV-2: B1.1.7, B.351 y B.1.1.248. El estudio apunta a que los linfocitos T podrían también ser más resistentes que los anticuerpos a las amenazas que suponen esas nuevas variantes. Los resultados confirman estudios previos que señalaban que las personas que han sido infectadas por el SARS-CoV-2 suelen generar células T que se dirigen a -al menos- 15-20 regiones diferentes del coronavirus.
Participación española
Los métodos tradicionales de análisis de linfocitos T requieren que los científicos midan directamente la producción de citocinas tras la estimulación con antígenos en condiciones específicas. Agilizar el trabajo de los investigadores y acelerar los resultados requiere pruebas más rápidas y precisas.
“En este caso se trata de un test de diagnóstico de inmunidad celular, alta especificidad y sensibilidad”, apunta Joaquín Martínez López, jefe del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital 12 de Octubre y miembro del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Martínez y su equipo han colaborado con Adaptive en la recogida de muestras, en los datos clínicos y en la interpretación y análisis de los resultados. “Somos el centro que más casos ha incluido a nivel mundial”, señala.
Una de las aplicaciones inmediatas del nuevo test aprobado por la FDA será el control de la eficacia de las distintas vacunas que se están poniendo en marcha, sobre todo en poblaciones vulnerables.
De momento, la prueba está limitada a los laboratorios designados por Adaptive Biotechnologies que están certificados y que cumplen los requisitos para realizar pruebas de alta complejidad. “Sólo se van a utilizar en laboratorios especializados de diagnóstico molecular”, aclara Martínez.
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