El trasplante hepático es la única posibilidad de curación para las personas con enfermedad hepática terminal, con cáncer hepático avanzado o insuficiencia hepática aguda. Son enfermedades cada vez más prevalentes, lo que incrementa la demanda y provoca un desequilibrio entre las personas que necesitan un hígado y el número de órganos que se donan.
Pese a que el año pasado en nuestro país se practicaron 1.159 trasplantes hepáticos, a 31 de diciembre, había 321 pacientes esperando por un hígado. La tendencia actual es utilizar órganos que pueden considerarse subóptimos, lo que incrementa las posibilidades de sufrir complicaciones.
La máquina de perfusión es una técnica de preservación que está dando buenos resultados, mejorando las condiciones de esos injertos respecto al método tradicional de nevera y reduciendo las posibilidades de que haya que realizar un retrasplante. La experiencia de las unidades españolas de trasplante hepático que cuentan con esta tecnología se ha revisado durante la última semana en el 29 Congreso celebrado por la Sociedad Española de Trasplante Hepático en A Coruña.
Un tercio de los donantes pasan de 70 años
Las enfermedades que necesitan un trasplante hepático son más frecuentes y al mismo tiempo aumenta la edad de la población general, lo que aboca a los especialistas a utilizar órganos que no son perfectos, de donantes añosos o con presencia de grasa. Aunque recibir uno de estos hígados es mejor para el paciente que permanecer en lista de espera, la evolución es en general peor que con órganos óptimos.
“Un tercio de los donantes pasan de 70 años. No puedes escoger porque la población es añosa, hay que asumirlos y con esta máquina intentamos resolver los problemas que plantean”, explica la presidenta del congreso y hepatóloga del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Alejandra Otero.
Estos órganos subóptimos sufren más durante el tiempo que tienen que estar en la nevera antes de implantarlos en el paciente. Son más sensibles a que se produzca una isquemia-reperfusión (cuando después de mantenerse en frío, se implanta y le llega la sangre caliente del receptor). Este daño puede provocar una colangiopatía isquémica, que muchas veces da lugar a un retrasplante. Se trata de una complicación que puede darse en el 2%-3% de los casos, pero que sube al 8%-9% cuando se utiliza un órgano que no tiene las condiciones idóneas: “Con la máquina corregimos esa diferencia”.
La experiencia indica que la calidad de estos órganos mejora significativamente y, por tanto, el desenlace, en comparación con el almacenamiento estático en frío tradicional. El dispositivo hace circular por el interior del hígado una solución de preservación oxigenada para que las células sufran lo menos posible mientras el hígado permanece fuera del organismo: “Con el oxígeno se reduce ese daño y la recuperación del injerto durante los primeros días postrasplante es mejor”.
Un paso más sobre esta tecnología es la máquina de reperfusión normotérmica, que además de oxígeno, aporta nutrientes y sangre al órgano extraído. “Es como si estuviera en una persona. Permite recuperar hígados sospechosos de no ser válidos y que se descartan”, apostilla la presidenta del congreso.
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