La evolución ha dejado su marca en nuestro genoma. En el ADN humano quedan rastros de las vicisitudes a las que tuvieron que enfrentarse nuestros ancestros, como algunas infecciones virales. Vestigios de aquellos virus se integraron en el genoma de los primates hace millones de años, adquiriendo diversas funciones relevantes que cada vez conocemos mejor, tal y como demuestra la última investigación del científico español Juan Carlos Izpisúa, director del Instituto de Ciencia de San Diego de Altos Labs y referente mundial en medicina regenerativa.
Según su trabajo, que se publica en el último número de la revista Cell, algunas de estas 'reliquias virales' cumplen un papel fundamental en el envejecimiento.
Estas reliquias forman parte de los transposones -también denominados genes 'saltarines'-, secuencias de ADN repetitivas que tienen el potencial de moverse y replicarse en el genoma.
Lo que el equipo en el que ha participado Izpisúa ha demostrado es que una clase específica de transposones, los denominados retrovirus endógenos (ERV) y en concreto HERVK, se reactivan o resucitan en diversos órganos de distintos modelos de roedores y primates, incluidos los humanos, durante el envejecimiento.
Su activación refuerza la senescencia celular y, por tanto, puede utilizarse como biomarcador del envejecimiento y como diana para revertirlo, señala el trabajo.
"Su activación está relacionada con una pérdida de salud celular", explica Izpisúa. El trabajo también aporta datos que indican que la actividad de estos transposones podría controlarse. Según su estudio, la represión temporal en algunas células de estas 'reliquias virales' "mejora la senescencia celular, la degeneración de los tejidos y el envejecimiento".
Un arma de doble filo
Los transposones, continúa el investigador, "se integraron en el genoma hace millones de años y con el paso del tiempo algunos de ellos se han domesticado ejerciendo nuevas funciones en nuestras células". Sin embargo, son como un arma de doble filo, ya que "si bien su domesticación ha ayudado por ejemplo a aumentar la diversidad biológica y es un motor importante en la evolución celular y de especies, a la vez su desregulación puede tener un efecto muy negativo en el funcionamiento adecuado de nuestras células", añade.
Fuera de control comienzan a perjudicar al organismo. Pero, ¿qué es lo que descontrola a estos transposones? Según explica Izpisúa, el factor más importante en el control de los transposones tiene que ver con la desregulación del epigenoma, que, a su vez, está directamente marcado por nuestra relación con el ambiente. "En las etapas tempranas de la vida y durante la juventud tenemos una mayor resiliencia y capacidad para amortiguar el daño celular, pero la desregulación del epigenoma que tiene lugar con el envejecimiento conlleva una pérdida de resiliencia celular que da lugar, entre otras cosas, a una relajación en la represión de estos transposones. Esta activación descontrolada de los transposones está relacionada con el desarrollo de muchas enfermedades en la especie humana", aclara.
La buena noticia, subraya, es que se están desarrollando distintos abordajes, como anticuerpos específicos, pequeñas moléculas de ARN y oligonucleótidos antisentido, "con resultados muy prometedores para su aplicación en humanos".
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