El uso generalizado de la reperfusión coronaria precoz ha conseguido una disminución muy significativa de la mortalidad en las últimas décadas. Sin embargo, a pesar de que en la mayoría de los infartos agudos de miocardio se logra restablecer una circulación adecuada, hasta el 50% de los casos sufre una falta de aporte de sangre en zonas infartadas durante los primeros días, que persiste en los meses siguientes en aproximadamente el 5% de los casos.
Los resultados de un estudio multicéntrico español ponen en evidencia que los pacientes con un déficit persistente de aporte de sangre en zonas infartadas son los que más probablemente van a sufrir una dilatación cardiaca progresiva que puede conllevar fallo cardiaco y más riesgo de mortalidad. Esto hace reflexionar sobre la necesidad de identificar bien estos pacientes que, en el futuro, podrían beneficiarse de estrategias que ayuden a conseguir una completa llegada de flujo sanguíneo al miocardio.
Alrededor de la mitad de los pacientes con infarto agudo de miocardio en los que se abrió la oclusión de la arteria coronaria mediante cateterismo cardiaco seguido de angioplastia coronaria presentaron zonas con una disminución del flujo de sangre los días posteriores al infarto que se recupera espontáneamente en las semanas siguientes.
Insuficiencia cardiaca y mayor mortalidad
Lo novedoso del presente estudio liderado por el Instituto de Investigación Sanitaria Incliva- Hospital Clínico de Valencia-Universidad de Valencia, y el Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Cardiovasculares (CiberCV), en colaboración con el Hospital Universitario Vall d´Hebron, el Hospital Clínic de Barcelona y la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) es que ha revelado que hasta el 5% de los pacientes presentan una afectación "más persistente", que provoca que las regiones del corazón dañadas por el infarto continúen recibiendo un pobre aporte de sangre en los meses posteriores al evento.
El estudio, publicado recientemente en JACC Cardiovascular Imaging, incide en que este fenómeno predispone a desarrollar cambios hacia una peor estructura del corazón y, por tanto, una reducción de la función cardiaca que podría ser la antesala de una mayor probabilidad de insuficiencia cardiaca y mortalidad a medio-largo plazo.
Los investigadores principales han sido Vicente Bodí, coordinador del Grupo de Investigación Traslacional en Cardiopatía Isquémica de Incliva y adscrito a CiberCV, jefe de Sección del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico de Valencia y catedrático del Departamento de Medicina de la Universitat de València (UV); César Ríos, del mismo grupo de investigación de Incliva; y José Gavara, del Centro de Biomateriales e Ingeniería Tisular de la UPV. Además, han participado José Fernando Rodríguez-Palomares, del Servicio de Cardiología del Hospital Vall d´Hebron; José Tomás Ortiz, del Servicio de Cardiología del Hospital Clínic de Barcelona; y David Moratal, catedrático de la UPV en el Centro de Biomateriales e Ingeniería Tisular de la UPV.
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