Decenas de municipios sufren, algunos desde hace años, la falta de agua potable. Muchos de ellos son turísticos y estos días acogen a sus visitantes con algo que para sus habitantes es ya habitual: la obligación de comprar agua embotellada para cocinar y hasta para lavarse los dientes.
Pero ahora mismo, con más de 600 municipios andaluces y catalanes sufriendo restricciones a causa de la sequía (las reservas de agua embalsada a nivel nacional están al 42%), hay que admitir que es una suerte que salga algo del grifo, aunque no se pueda beber. Y más vale que nos vayamos acostumbrando porque, de acuerdo con Greenpeace, España experimentará más pronto que tarde sequías diez veces peores que las actuales.
El agua, por lo tanto, plantea un doble problema en España: el de su escasez y el de su calidad y seguridad para el consumo humano. Un estudio reciente del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) publicado en Environmental Health Perspectives concluye que nitratos y trihalometanos (THMs) presentes en el agua de grifo y también en la embotellada se suman a otros factores de riesgo a largo plazo del cáncer de próstata. Según información de este diario, es el primer trabajo que relaciona esos compuestos con este tipo de tumor en la literatura médica mundial, que ya contaba con evidencia de su asociación con el cáncer colorrectal. Hay que recordar que el nitrato (se relacionan con enfermedades como el Alzheimer, la diabetes, la leucemia y más tipos de cáncer) presente en el agua procede de los fertilizantes y los purines de la agricultura y la ganadería intensivas; la lluvia los arrastra hasta los acuíferos y los ríos.
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