Pocos conocen el cerebro humano como el neurocientífico e investigador de la Universidad de Columbia (NY) Rafael Yuste (Madrid,1963). Pocos han concluido con éxito investigaciones donde se logra manipular el cerebro, que no es un órgano más del cuerpo, como usted puede perfectamente alcanzar a entender, pero, por si acaso, Yuste le recuerda que "es el órgano que genera la mente humana: desde la memoria, emociones, decisiones, todo el comportamiento que hacemos, nuestra personalidad, nuestra conciencia e, incluso, lo que no sabemos que llevamos dentro...".
Rafael Yuste es un fijo en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que se celebran en el Palacio de la Magdalena en Santander. Lleva varios años dirigiendo el curso de Neurotecnología, y este verano ha vuelto aquí con el mismo objetivo. Pero, además, el Gobierno de Cantabria ha querido distinguirlo con el premio a la trayectoria internacional en la protección de derecho a la salud, que se otorga dentro del XVIII Encuentro Interautonómico sobre protección jurídica del paciente, que dirigen Jorge Tomillo, catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Cantabria, y Joaquín Cayón, director del grupo de investigación en Derecho Sanitario y Bioética (Idival/UC).
Yuste ha recogido el premio de manos del consejero de Salud del Gobierno de Cantabria, César Pascual. El agradecimiento del investigador a Cantabria es doble, pues además de la distinción, esta comunidad ha impulsado una ley de salud digital con tres artículos dedicados a proteger los neuroderechos, que es un concepto acuñado por el profesor de Columbia, como resultado de los avances de sus investigaciones.
Pero, para entender el momento en el que está el científico, es necesario ir hacia atrás en el relato, construyéndolo con lo apuntado en su intervención en la recogida del premio y en una entrevista que, a mata caballo, siguió a la recogida del galardón.
Nadie puede cuestionar la necesidad de conocer el cerebro humano. Se trata de la última frontera y un esfuerzo en el que llevamos volcados décadas con unos resultados contenidos, porque todavía el cerebro es "una auténtica caja negra".
Yuste explica así el motor de sus existencia profesional, que es ese avance en el conocimiento del cerebro como un desafío científico y humanístico, pues contiene la esencia del ser humano. Pero es más que eso, pues solo entendiendo cómo funciona el cerebro podremos dar respuesta a las enfermedades neurológicas. "Una de cada tres personas en el mundo sufrirá una enfermedad cerebral grave y para curarlas necesitamos entender la fisiología del órgano y, por ahora, no conocemos esa fisiología", ha señalado.
Las utilidades médicas de sus investigaciones en el campo de la neurociencia y la neurotecnología han dado la posibilidad de comunicarse a pacientes en situación de parálisis total, que estaban atrapados en sus propios cuerpos. Yuste ha traído la comunicación por telepatía desde la ciencia ficción a la realidad y recuerda los momentos clave de esos avances de sus investigaciones.
En 2014 consiguió activar con láser un grupo de neuronas del cerebro de un ratón. "Con ese experimento conseguimos descifrar la actividad cerebral de la corteza visual del cerebro del ratón. Manipularla. Convertimos el ratón en una marioneta. Desde el punto de vista científico fue fantástico, pero desde el punto de vista clínico fue importantísimo, porque hay una utilidad clínica clara para pacientes psiquiátricos, por ejemplo". relata Yuste.
"Pero, esa noche no dormí", confiesa. Fue un "momento Oppenheimer". "¡Madre mía, la que hemos armado. Porque la que habíamos hechos en un ratón podíamos hacerlo en un hombre bre", dice. Ese pensamiento le quitó el sueño.
Ha pasado más de una década de ese experimento con ratones. Hoy esa neurotecnología o neurociencia tiene aplicaciones en paciente, y Yuste ha tenido que salir de su laboratorio para avanzar en otro camino, que es el blindaje legal en el mundo de lo que el denominó como neuroderechos, algo que le quita el sueño.
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