En 2023, la edad media del primer embarazo en España se sitúa en los 32 años, una cifra que contrasta con la de hace décadas (en 1985, estaba en los 25,6 años). Cuestiones sociales y económicas influyen hoy en la demora de la maternidad; la decisión de ser madre viene determinada en muchos casos por el desarrollo profesional de las mujeres y las dificultades que impiden a los jóvenes alcanzar una situación de emancipación y estabilidad.
Pero la biología no espera al mercado inmobiliario ni al laboral. Como comenta a DM Elena Carrillo de Albornoz, directora médica de la Unidad de Reproducción del Hospital Ruber Internacional, en Madrid, a la hora de conseguir el embarazo, “el factor de la edad ovocitaria es determinante. Hasta los 30 años, los óvulos de la mujer son los de mayor calidad y se encuentran en más cantidad en la reserva del ovario; de los 30 a los 35 años, disminuye esa cantidad y calidad, si bien no en un porcentaje importante, pero a partir de los 35 años, tanto la reserva ovárica como la calidad de los óvulos se reducen y con ello también las posibilidades de embarazo”. Aquí es donde entra en juego la medicina reproductiva que está permitiendo cada vez a más mujeres y parejas poner en marcha su proyecto de vida.
La ginecóloga Elena Carrillo de Albornoz forma parte del comité científico del I Simposio de Reproducción Asistida, compuesto por especialistas en Medicina de la Reproducción del Hospital Ruber Internacional; en el encuentro, expertos nacionales e internacionales han compartido durante dos días en Madrid los principales avances de este ámbito: análisis no invasivos del embrión que pronto llegarán a la clínica; mejora en el conocimiento de las causas que impiden la implantación embrionaria; optimización de las técnicas de reproducción asistida, y nuevas estrategias de rejuvenecimiento ovárico, entre otros.
“Hoy en día transferimos un embrión en cada tratamiento, con una tasa de implantación, con embriones biopsiados euploides, de en torno al 65% y de un 48% de niño en casa. Cuando transferimos el embrión sin biopsiar, con lo que no conocemos su estado cromosómico, la tasa de implantación es un poco menor y depende mucho de la edad de la paciente: en mujeres jóvenes o en pacientes con embriones transferidos de ovodonación, la tasa de implantaciones se sitúa en un 55% por embrión, con una de niño en casa de alrededor del 40%”, expone Elena Carrillo de Albornoz, para quien las mejora en estas cifras viene de la mano del desarrollo de nuevas técnicas y los estudios realizados antes de la transferencia, tanto del embrión como del útero.
En lo referido al embrión, la causa primordial de que no culmine la implantación se encuentra en las anomalías cromosómicas: “Hasta el punto de que se considera que una vez que se han transferido tres embriones euploides, el 95% de las de las pacientes han gestado”, recuerda la especialista. Además de las aneuploidías, otras causas embrionarias, menos conocidas, que impiden la implantación tienen que ver con “la morfología embrionaria, la metabolómica y las conexiones celulares”.
Selección sin invasión
La identificación de embriones euploides requiere hoy de la realización e una biopsia, en la que se extraen células del trofectodermo, la capa externa de blastocisto. Sin embargo, cada vez están más próximas las técnicas no invasivas para realizar un diagnóstico genético preimplatancional, con lo que se minimicen los riesgos asociados.
En una de las mesas del simposio, varios expertos han debatido sobre tres estrategias, de las que hace una síntesis Yosu Franco, director del Laboratorio de Reproducción Asistida del Hospital Ruber Internacional. Una de esas técnicas emplea la inteligencia artificial (IA) para evaluar posibles diferencias morfológicas y morfocinéticas entre embriones aneuploides y euploides; otra analiza el ADN libre de células (cfDNA) que libera el blastocisto en el medio de cultivo, y una tercera estudia el metabolismo embrionario, a través de un dispositivo que fusiona análisis hiperespectral e IA y así mide la competencia del embrión para el desarrollo; esta última determina el metabolismo citoplasmático por una excitación mediante una luz fluorescente.
El embriólogo ha expuesto a DM que el estudio genético no invasivo de cfDNA podría acabar sustituyendo al actual diagnóstico genético preimplantacional, al igual que este desbancó a la amniocentesis. Por el momento, este estudio no invasivo puede aplicarse principalmente “en pacientes jóvenes que no tienen indicación de diagnóstico invasivo; en general, mujeres menores de 38 años”.
Yosu Franco considera que las técnicas no invasivas y objetivas, “hacia donde se dirige la embriología”, contribuirán a perfeccionar la selección del embrión, evitarán abortos y aumentarán la tasa de niño sano en casa.
Microbioma uterino
Otros aspectos críticos que influyen en la tasa de gestación son los factores uterinos -la salud del endometrio, sin ir más lejos-, así como los inmunohematológicos, que también se han abordado en las jornadas.
En palabras de Vega Cabezuelo, especialista en Infertilidad y Reproducción Asistida del Ruber Internacional y una de las moderadoras del simposio, más allá de la calidad del embrión, “el útero es importantísimo en ese diálogo entre embrión y endometrio, para que se pueda implantar y haya un embarazo evolutivo”.
En la reunión se han repasado algunos de los factores en el útero que pueden influir en la implantación “y que no hay que pasar por alto”, como ocurre con la adenomiosis, el istmocele (cicatriz de cesáreas previas) o los endometrios refractarios (“donde todo está perfecto, pero los embriones nunca se implantan”). También se ha abordado cómo mejorar la implantación “con antibióticos, si hay inflamación; con probióticos, para mejorar la microbiota endometrial; con inmunomoduladores, si alguna proteína del sistema inmunitaria pueda estar impidiendo la implantación”, resume la ginecóloga.
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